Hace tiempo que no me asomaba a esta tribuna que me brinda Gaceta Náutica para comentar temas de interés para los navegantes, sin embargo, una noticia publicada en el mes de septiembre me dio al menos 28.500 razones para volver.
Me refiero a la intervención por la Guardia Civil de nada menos que 28.500 bengalas marítimas caducadas en una empresa náutica de Baleares, algo de extrema gravedad, dado que estaban almacenadas ilegalmente y que refleja una situación que nos afecta a todos.
Quien más quien menos se ha encontrado con que, al ir a renovar su equipo de señales pirotécnicas, en las tiendas se niegan a recoger las viejas, o reclaman una cantidad por cada artefacto depositado. No es una práctica generalizada, pero existe, y es ilegal, puesto que en el precio que pagamos se incluye precisamente una tasa para financiar la retirada de las bengalas caducadas.
Al final, la gente, hastiada, opta por usarlas en fiestas, haciendo pruebas a ver cómo van, o simplemente acaban fondeadas por ahí, pues ni siquiera tenemos la opción de depositarlas en el departamento de intervención de armas de la Guardia Civil.
Así pues, nos encontramos con que las bengalas no sólo son engorrosas de estibar y peligrosas en su manejo, además de no precisamente fiables.
Quien suscribe, en cierta ocasión se vio precisado de recurrir a ellas, un paquete nuevo de trinca, y todas las bengalas de mano fallaron. Ahora descansan en el lecho marino frente a la costa de Tramuntana. Si quieren saber por qué las tiré al mar, la razón es que el hecho de que no se enciendan a la primera no significa que no decidan arder más tarde, y no es una buena idea que se te dispare un cohete o se encienda una bengala de un barco.
Además, se está causando un problema medioambiental y de seguridad en tierra; ya vemos cómo acaban almacenadas en ocasiones, y todos hemos oído hablar de gente que se ha quemado con una bengala de mano o que le ha explotado un cohete y le ha dejado hecho un ecce homo.
Puesto que ya empiezan a aparecer en el mercado alternativas homologadas para uso náutico como puedan ser proyectores de haces LED, láser o luces estroboscópicas que pueden verse a millas de distancia y que pueden ser utilizadas en múltiples ocasiones, algo reforzado por la existencia de radiobalizas, teléfonos móviles, satelitales, emisoras VHF que emiten nuestra posición en caso de emergencia, pienso que no hay 28.500 motivos, sino millones de ellos para ir pensando en sacar estas bombas de nuestros barcos.
ANAVRE así lo reclama en sus alegaciones al proyecto de orden ministerial para equipamiento en las embarcaciones de recreo. Y la DGMM, en esa fase y en el marco de una negociación conjunta con ANAVRE en representación de los usuarios y ANEN en representación del sector empresarial, abrió tímidamente la puerta a estas alternativas a la pirotecnia a bordo, incluyendo en el borrador una habilitación para que el Director General pudiera incluir el uso de medios alternativos a las bengalas.
Esa Orden no publicada todavía se va a convertir en Real Decreto, con el encorsetamiento que ello implica, y ANAVRE exigió que el nuevo texto fuera sometido a información pública a fin de intentar introducir mejoras que exigían un mayor rango normativo que el de una OM.
A tal efecto, recientemente mantuvimos una reunión de carácter técnico con la responsable del Área de Náutica de Recreo en la DGMM; quien nos confirmó que se habilitaría ese nuevo período de información pública, y la posibilidad de que se mencionasen explícitamente las alternativas a las bengalas tradicionales.
Así que ya ven, tenía millones de motivos para volver por aquí, pero 28.500 bastaron para dar el empujoncito.