Un tiburón, un cangrejo, una medusa, una tortuga, un delfín… Y en el centro del cartel, el logotipo de los 40 Music Awards Illes Balears, el concierto organizado por el Grupo Prisa al que el Govern balear habría destinado 991.736 euros procedentes de los fondos del Impuesto para el Turismo Sostenible (ITS), eso que algunos se empeñan en seguir llamando “ecotasa” a pesar de que no es necesariamente eco ni es desde luego una tasa.
Permítanme que en lugar de sumarme a la indignación más o menos generalizada que ha provocado el otorgamiento de la millonaria subvención gubernamental a un grupo mediático afín, echando para ello mano del cajón del controvertido ITS, ponga el acento de estas líneas en el cartelito de las especies marinas con el que nuestras autoridades han pretendido adornar el asunto.
Sabiendo por varias desgraciadas experiencias cómo funciona esto del marketing y la sostenibilidad, la cosa debió suceder más o menos de la siguiente manera:
-Oye, ¿y cómo justificamos destinar a dedo este pastizal con fondos del ITS?
-Diremos que es para promoción turística. Estará Rosalía y vamos a colocar la imagen de Baleares en todo el mundo. Hay que venderlo como una inversión.
-Vale, genial, ya tenemos arreglado lo del turismo. ¿Qué hacemos con lo de “sostenible”?
-He pensado que hagamos un cartel de color azul con muchos pececitos. ¿Qué te parece?
-Eres un genio.
Ríanse si quieren, pero no hay reunión de comunicación empresarial que no se desarrolle en parecidos términos y en la que no se trate como prioridad el “enfoque medioambiental” y/o la “perspectiva de género”. Da lo mismo si esa empresa organiza conciertos, vende depósitos bancarios, gasolina, coches, barcos o fabrica aparatos electrónicos con el coltán arrancado a sangre de las minas africanas. Lo importante es la sostenibilidad. Hay que dejar claro que se es sostenible y, por supesto, se está comprometido con el medio ambiente y la igualdad; o mejor dicho: hacer creer ambas cosas, por lo general falsas. Porque de lo que en realidad se trata es de pillar o repartir cacho entre los amigos, ya sea de los fondos europeos o, como en este caso, de una ecotasa fake. Nunca las plantas marinas y las mujeres habían sido tan groseramente manoseadas por la publicidad y los cazadores de subvenciones públicas.
El asunto del concierto de Prisa, que en el fondo no es tan distinto de lo que en su día significó soltarle un millón y pico a Urdangarin para que montara en Palma un congreso en el que solo se dijeron sandeces y vacuidades, parece haber irritado bastante a la rama ecosoberanista del gobierno balear. Digo parece, porque no puede ser verdad.
Més, al igual que Podemos, pretende hacer oposición desde el poder, caminar sobre moqueta con los andrajos del activismo, pero la pose ya no cuela. Los independentistas regionales son parte del ejecutivo (por mucho que amenacen cada dos días con romper el pacto) y, por tanto, corresponsables de las subvenciones que adjudican con cargo a la caja de la ecotasa o cualquier otra partida.
Más aún si, como revela hoy el periodista Miguel Angel Font en OK Baleares, el contrato entre el Govern y la Cadena Ser lleva, entre otras, la firma nada más y nada menos que de la consellera de Asuntos Sociales, Fina Santiago, líder de Iniciativa-Els Verds, formación ecologistas integrada en la coalición llamada Més.
El rasgado de vestiduras ecosoberanista no puede ser otra cosa que una performance dirigida a la propia galería. Lo contrario significaría que no saben ni lo que rubrican. Es evidente que de no haberse destapado el escándalo gracias, primero, a la emisora Es Radio y posteriormente al resto de medios que le han dado cobertura, el cartelito de los peces y las medudas le hubiera parecido a Més un pretexto lo suficientemente “sostenible” como para no abrir la boca.