El Almagro es actualmente sólo un misterioso y oscuro montículo de roca entre el fondo de arena y posidonia.
Según la leyenda, hace aproximadamente 4.000 años, un barco llegó a Mallorca procedente de un puerto de Oriente Medio. La nave había bordeado toda la costa Norte de África para comerciar en Mallorca con especias y esclavos.
Entre la tripulación del que entonces era uno de los barcos más grandes del Mediterráneo se encontraba un marinero llamado Sees-Baas. El joven navegante, que era originario de un pueblo rodeado de arena y viento, nunca antes había hecho una travesía tan larga. Sees-Baas era abierto e inteligente y aquel día caluroso de verano se sentía especialmente feliz porque se acercaba a un lugar que todos llamaban “el paraíso en la tierra”. Llevaba días sin dormir debido a la emoción del viaje. Según su viejo capitán, debía faltar menos de un día para llegar a la “isla mayor del paraíso”.
El largo viaje llegaba a su fin. Era ya noche cerrada y los remeros empezaron a canturrear en una lengua muy antigua. La canción hablaba de un guerrero atrapado en un viaje a otro mundo, un mundo mágico y oscuro en el que todo era eterno.
Sees-Baas era el único marinero que debía estar despierto aquella noche, él era el vigía. Pasaban las horas y la nave rasgaba con su proa la mar calmada próxima a Mallorca. Sees-Baas no escuchaba la canción de los remeros, sólo pensaba en la fantástica isla del paraíso, soñaba y soñaba con el maravilloso lugar al que se dirigía.
La nave había bordeado toda la costa Norte de África para comerciar en Mallorca con especias y esclavosDe pronto, Sees-Baas se precipitó por delante del mascarón de proa. Inexplicablemente se golpeó contra una roca negra y dura. Enseguida se puso en pie y pudo ver horrorizado como su barco había chocado contra un minúsculo islote. Soñando con el paraíso había encontrado el infierno para sus camaradas y los sesenta esclavos que, encadenados a sus remos, gritaban mientras el barco retrocedía, llenándose de agua por la proa muy rápidamente.
Sees-Baas quedó atónito sobre la roca que hoy se llama Islote de El Sec. Él, que había sido responsable del naufragio, veía impotente como sus camaradas y los esclavos, en el barco más grande jamás visto, se hundían irremisiblemente frente a sus ojos.
Enseguida las aguas acallaron el grito del último esclavo. La isla del paraíso se había quedado a sólo unos cientos de metros de sus sueños.
Sees-Baas despertó de pronto de su asombro y se lanzó al agua en busca de supervivientes. Mientras nadaba, prometió vigilar para siempre el barco, lloraba de rabia por su descuido, su distracción; por su sueño demasiado temprano en alcanzar el paraíso. Nadó y nadó hasta llegar al lugar donde la embarcación desaparecía en la oscuridad de la noche más negra, se sumergió sin tomar aire, jurando que sería para siempre el vigía del barco. Nunca regresó a la superficie.
Hoy, muchos siglos después, un gran congrio vive entre los restos del pecio, es el pez más viejo que jamás se ha visto en Mallorca. Dicen que vive en la proa del antiguo barco y que vigila desde su agujero a los extraños que se aproximan.
Nadie quiere faenar en aguas de El Sec, ya que los pescadores mallorquines respetan y temen al gran congrio, al que llaman “Sebastián”.