La presidenta del Govern balear dijo ayer que Baleares ha de avanzar hacia un nuevo modelo económico «más sostenible y resiliente» que apueste «por la digitalización y la economía verde y del conocimiento». A simple vista podría parecer una más de las típicas declaraciones vacías que hacen los políticos –y algo de eso tiene–, pero si se profundiza un poco y se analizan ciertos hechos recientes, las palabras adquieren otro tinte.
Los proyectos sufragados con fondos europeos que el ejecutivo autonómico gestionará a través de una nueva consejería, a cuyo frente se ha colocado a un dirigente bregado en la empresa privada, Miquel Company, exigen, casi con carácter finalista, reunir tres características: ser ‘verdes’ –sea lo que sea lo que signifique–, ser ‘digitales’ y ser ‘innovadores’. Europa no envía dinero para pagar mamandurrias políticas ni para ayudas directas. Harán falta iniciativas sólidas.
En este contexto chirría de manera estruendosa el empeño del vicepresidente del Govern, Juan Pedro Yllanés, y su mano derecha en el Instituto de Innovación Industrial (IDI), Mariona Luis, en ningunear el salón náutico virtual (Balearic Yacht Show) desarrollado por la Cámara de Comercio de Mallorca en noviembre del año pasado.
En la precipitada presentación del Palma Boat Show, convocada el pasado sábado a toda prisa tras una tensa reunión el día anterior de su comité asesor, se notaron demasiado las ausencias. No hubo representación de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación (nada menos); tampoco se invitó a la patronal Marítima (Apeam) ni a la recién creada asociación de autónomos y empresas de reparación (ADNEA). De los puertos deportivos o los clubes náuticos ni hablamos. Los presentes –incluidos los empresarios invitados– eludieron referirse la feria virtual y su posible integración en la muestra. Como si no existiera.
Esto es muy raro. Hace medio año todo el mundo hablaba de la necesidad de unir a la náutica recreativa en torno a una gran plataforma digital y de potenciar el formato de muestra virtual como alternativa o complemento del salón tradicional. Pero, de repente, el Govern (o mejor dicho, su rama podemita) ha decidido que el proyecto no merece ni siquiera una mención en la rueda de prensa donde se anuncian oficialmente las fechas del Palma Boat Show, del 3 al 6 de junio. Varios de los ausentes en el acto acusaron rápidamente recibo del menosprecio. Los teléfonos empezaron a sonar. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nos ignoran? La respuesta de la Junta Directiva de la Cámara de Comercio fue autorizar la celebración este año de la feria virtual “sí o sí”. Esto es, con independencia de lo que digan Yllanes y el IDI. El mal rollo se palpa a la legua.
Todo el mundo está de acuerdo en que Palma debe recuperar, siempre que la situación sanitaria lo permita, su salón náutico físico. Sería una excelente noticia para el sector y su imagen exterior. Numerosas marcas internacionales quieren lanzar sus productos en Mallorca a principio de verano, señal de que seguimos estando en el mapa. Por tanto, hay que apoyar el Palma Boat Show sin fisuras, una vez que se resuelvan los problemas logísticos de los concesionarios del Moll Vell y la Lonja, y se apruebe el pertinente protocolo sanitario.
Pero eso no justifica que, apenas recuperada una parte de la normalidad, se deba despreciar la feria virtual desarrollada con éxito por la Cámara de Comercio, que en muchos aspectos (como el foro de debate) fue mejor que la tradicional. Lo que recomienda el sentido común es que ambas se complementen y discurran en paralelo. La extraña obstinación de Yllanes no debe interponerse en la derrota de una iniciativa que es buena para la náutica y conecta directamente con el espíritu de los fondos de la Unión Europea destinará a las regiones más afectadas por la pandemia, con Baleares a la cabeza.
El sector tiene que abandonar su atávica mansedumbre con el poder y evitar a toda costa que Podemos, un partido que ha expresado en numerosas ocasiones sus prejuicios hacia la náutica, lo divida en un momento tan decisivo. La feria ha de ser presencial y virtual, sin importar lo que opinen unos políticos de los que nadie se acordará en unos años. Y así ha de exigirlo el sector náutico en pleno. Sin medias tintas y sin anteponer intereses asociativos o personales al interés general.