Si no fuera por los barcos, en julio no habría facturado nada». Palabras que me dijo la propietaria de un supermercado en Ibiza al que acudí la semana pasada mientras navegaba por las Pitiusas. El tema es mucho más sangrante, la misma señora tiene un hotel en San Antonio, hoy cerrado por falta de clientes.
Al bajar a tierra, la tónica era la misma, multitud de barcos tanto de chárter como particulares. Sus tripulaciones y pasajeros, como siempre, bajan a tierra y consumen en bares y restaurantes, hacen compras... Es un turismo de alta calidad y gasto individual, tanto si hablamos de barcos grandes como pequeños. Es sobradamente conocido que el factor multiplicador de la náutica es cercano o superior a seis, es decir, cada euro invertido genera un retorno de seis, mayor que el de actividades muy protegidas y promocionadas como el golf.
Nuevamente, en medio de una crisis brutal, la comunidad náutica (navegantes y empresarios del sector) da el do de pecho, generando riqueza y empleos de alta calidad, además de contribuir a mantener la oferta complementaria tan maltratada por prácticas como el famoso «todo incluido». Y todo ello con un alto grado de respeto medioambiental. Vi muchos barcos, muy pocos fondeando sobre posidonia (la mayoría barcos extranjeros de uso particular). Ello me hace pensar que las campañas informativas del Govern son efectivas entre los navegantes patrios y clientes de empresas de chárter, empresas que informan acerca del valor de la posidonia y prohibiciones de fondeo, pero no entre navegantes particulares extranjeros.
Además, he disfrutado de aguas cristalinas, como hace décadas que no veía, pero había los mismos o más barcos que siempre, lo que no hay son depuradoras sobrecargadas ni vertidos de aguas fecales. Ello demuestra que un decreto para proteger la posidonia que no persigue los vertidos es tan útil como lo que vierten esos emisarios con demasiada frecuencia.
Entretanto, la APB sólo piensa en aumentar cánones, imponer tasazos, y muchos siguen obsesionados con los fondeos. Y el Govern sigue pensando en prohibir la ampliación o construcción de puertos deportivos cuyo consumo de territorio y recursos es mínimo, prohíbe las marinas secas en suelo rústico pero permite edificar o ampliar hoteles precisamente en ese suelo, y el conseller Pons, quien usa dinero generado por la náutica a través de Ports IB para mantener los deficitarios trenes mallorquines, apoya el tasazo portuario.
También cabe destacar que la náutica ha sido clasificada por el Gobierno como actividad de turismo activo; sin embargo, al chárter y el alquiler de amarres se les sigue aplicando el IVA general en lugar del IVA turístico del 10%, por no mencionar tasas portuarias o señalización y ayudas a la navegación y rescate marítimo. Esto último convierte a los navegantes en los únicos que pagan dos veces por el amarre que ocupan así como por sus «señales de tráfico», y mantienen su servicio de rescate aún sin usarlo (y esto lo digo desde la admiración incondicional a los profesionales de Salvamento Marítimo de nuestro país, posiblemente uno de los mejores del mundo, como demuestra cada vez que debe hacer frente a una emergencia).
En fin, gracias a los barcos, a los navegantes y al sector náutico por seguir generando riqueza en nuestras islas, y por darnos esperanza ante un futuro incierto, a pesar de los constantes intentos de hundirnos a todos.