CÓDIGO AZUL

JOSÉ LUIS MIRÓ

Periodista desde 1991. Subdirector de Mallorca Press y de Gaceta Náutica. He sido redactor jefe y columnista de El Mundo de Baleares. Ejerzo de responsable de comunicación y jefe de prensa de varias entidades náuticas que nada tienen que ver con lo que aquí opino. Asesoro a empresas en materia de comunicación. Navego cuando puedo.

La alargada sombra de la posidonia

La sorprendente revelación científica de que existen hábitats que necesitan «mucha más protección» y a los que nadie presta atención

Posidonia oceánica en el Mar Balear.

«En Baleares hay hábitats que necesitan mucha más protección que la posidonia». La frase no es de ningún representante del sector náutico. Tampoco de un ignorante. Su autor es Enric Ballesteros, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del departamento de Ecología Marina del CSIC-CEAB.

La afirmación fue hecha el pasado mes de noviembre en el transcurso de una conferencia organizada por la Fundació Marilles. Pese a su indudable relevancia, las palabras de Ballesteros pasaron desapercibidas para todos los presentes en el acto (incluidos varios medios de comunicación), a excepción del colaborador de GACETA NÁUTICA Gabriel Dols, que escribió en su blog un artículo muy recomendable bajo el título «Hay vida más allá de la posidonia».

En su columna, Dols se hacía eco de algunas otras interesantes afirmaciones de Ballesteros (como que el fondeo incontrolado podría afectar a lo sumo al 0,5 por ciento de las praderas de posidonia de Baleares) y abogaba por que las entidades científicas de las Islas tuvieran en el futuro «el valor de exponer las cosas como son», tal y como había hecho el investigador catalán.

La intervención de Enric Ballesteros apareció publicada íntegramente en el canal de Youtube de Marilles. La referencia a la posidonia, en respuesta a la pregunta planteada por uno de los asistentes, aparece en el minuto 1:05:26 y no tiene desperdicio. Este es su tenor literal: «Parece que todo se acaba en la posidonia. Esto es lo que yo he dicho durante 35 años, y no quiero que los posidónicos se me tiren encima, pero la especie más abundante en Baleares, en órdenes de magnitud, y la superficie más abundante que ocupa cualquier hábitat costero, con una gran diferencia sobre las demás, es la padrera (de posidonia). Si para proteger unas hectáreas de pradera, se hace una obra y nos cargamos comunidades de fondo de roca, donde viven peces pequeños y una gran diversidad de organismos, no estamos haciendo ningún favor (...) El mundo no empieza ni acaba con la posidonia, hay muchos otros hábitats que necesitan, en mi opinión, mucha más protección. No por ello debemos dejar de proteger y aprovechar la gestión acertada, más o menos, que se ha hecho de las praderas de posidonia en Baleares, que en algunos casos es un ejemplo».

Momento en el que Ballesteros afirma: "El mundo no empieza y acaba con la posidonia".

Sorprendente revelación, ¿no creen? Después de todo el dinero (público) y tiempo invertido en concienciar a la población sobre la fragilidad de la posidonia, ahora resulta que uno de los mayores expertos sobre el Mar Balear dice que hay otras especies –de las que apenas hemos oído hablar y a las que por supuesto los medios no dedicamos ni una línea– mucho más amenazadas. No parece descabellado pensar que algunas, incluso, puedan haber desaparecido a la sombra de la omnipresente posidonia oceánica.

UN SÍMBOLO POLÍTICO

La política medioambiental marina de Baleares está fijada en la protección de esta planta desde que en 2001 llegaron los primeros fondos europeos del programa LIFE. De entonces hasta hoy mismo se han destinado a esta causa decenas de millones de euros con el foco puesto en la necesidad de frenar el efecto supuestamente devastador de los anclajes; no así respecto a la nociva influencia de vertidos de aguas residuales, un problema en el que nadie había querido reparar hasta hace apenas un lustro.

La posidonia, como consecuencia de esta campaña masiva y sostenida en el tiempo, se ha convertido en el símbolo político de la defensa del medio ambiente en Baleares. Científicos y asociaciones ecologistas han llegado a vaticinar poco menos que su extinción si no se producía un cambio radical en la gestión de la náutica de recreo y el transporte marítimo. El buceador y biólogo Manu San Félix predijo en 2016 que en diez años habría desaparecido por completo la pradera situada entre Ibiza y Formentera. Hemos cruzado el ecuador de la profecía y la pradera sigue ahí, sin inmutarse y sin que, como es de suponer, nadie le haya pedido cuentas al mediático profeta, fotógrafo en la prestigiosa plataforma National Geographic. Todo lo contrario: sigue siendo el “referente” de cuanto taller medioambiental se organiza en Baleares. Lo último ha sido su presentación como asesor del aula del mar de un conocido centro privado de enseñanza secundaria.

SÍ SE DEBE PROTEGER LO ABUNDANTE

Pero no me malinterpreten. No pongo en cuestión que un hábitat determinado no deba ser protegido sólo porque es «abundante», como de hecho destaca el doctor Ballesteros al final de la frase entrecomillada. Tiene todo el sentido del mundo cuidar aquello que todavía existe para mantener el equilibrio ecológico. Resultan preocupantes, sin embargo, dos cosas: una, que el monotema de la posidonia nos está impidiendo ver otras realidades medioambientales (tan o más importantes); y dos, que no haya un solo investigador radicado en Baleares con el valor suficiente para sostener en público lo que ha tenido que hacer un científico independiente venido de fuera.

¿Cuál es la razón de este silencio? Quizás una respetable divergencia científica; quizás la dependencia financiera que la biología marina y las ciencias del mar tienen de unos poderes públicos que a su vez defienden intereses políticos. Es hora de preguntarse en manos de quién está el medio ambiente en Baleares. Porque una cosa es defender la naturaleza y otra muy distinta defender relatos. 

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