Empiezo esta crónica trascribiendo una reveladora anécdota que me contaron hace años los propietarios de una imprenta de Palma muy conocida y muy náutica. El gerente de esta imprenta, regentada por cierto por una familia que vive de acuerdo a unos envidiables códigos de honor casi olvidados, me contó que en una ocasión fueron a verlo un grupo de unos diez poetas mallorquines, aficionados a este noble arte literario.
Cada uno tenía escrito un buen poema, uno realmente bueno, no más. Era por tanto imposible que cada uno publicara su propio libro por separado, por lo que, inteligentemente, optaron por unirlos todos en un solo ejemplar impreso. De este modo, dijeron, «promoveremos la lectura en general, y la poesía en particular». Unas semanas más tarde, el impresor les avisó: «Ya podéis pasar a revisar las primeras pruebas de imprenta».
Uno a uno, durante los siguientes días fueron llegando los diez poetas aficionados. Al entrar por la puerta de la imprenta casi todos saludaban con un emocionado: «Vamos a ver cómo ha quedado mi poema». Excepto dos o tres, que se preocuparon en primer lugar por el libro en general y por los poemas de los otros, el resto, sólo parecían interesados por «su» poema. Así es la naturaleza humana. Conseguimos unirnos y hacer grandes cosas fabulosas, pero la mayoría, en el fondo, sólo vela por sus propios intereses, buscando el apoyo del grupo para alcanzar sus propios fines.
Así es la sociedad en general y la náutica en particular. Unidos, tal vez, pero cada uno atento a «su» poema. Lo he visto refrendado recientemente en esta misma publicación cuando un anunciante redujo la publicidad de su empresa porque «no se habla suficientemente de mi oferta de tornillos de inox». Cuando supe de este caso, que no es exactamente así, sino que lo camuflo para no señalar, me entraron ganas de llorar, literal. No se hablaba de «su» empresa lo suficiente, dijo. En fin. Me dieron ganas de decirle, y se lo diré si me da la oportunidad, que cuando en este medio especializado en náutica se escribe sobre los delfines o las ballenas se venden más tornillos de inox, que cuando se escribe sobre regatas se venden más tornillos, cuando se pide y se lucha para tener el mar sin plásticos o sin fecales se venden más tornillos o que cuando se lucha para poder echar el ancla libremente se venden más tornillos.
En definitiva, tengo claro que no hace falta hablar de tornillos para vender tornillos. Esta simple cuestión no la entienden todos los empresarios náuticos de Baleares y sólo les interesa «su» poema, una pena. Lo cierto es que la gente no navega en éstas aguas porque una tienda venda fabulosos tornillos, otra haga toldos o repare muy bien los motores, la gente navega porque todavía hay delfines y ballenas, porque hay aguas limpias y calas de fina arena. Pero no quiero hablar más de esa empresa y sus fabulosos tornillos, quiero quedarme con lo positivo, con aquellos dos o tres poetas que miraron el todo en su conjunto, el libro. Aquí hay empresas, grandes y pequeñas que sí han entendido que apoyar ésta publicación es apoyar el mar. Gracias, empresarios; gracias, lectores; gracias, amigos, por confiar y entender lo que es y lo que significa Gaceta Náutica. Entre todos, aunque cada uno individualmente no sea un gran poeta, imprimimos cada mes, no sin esfuerzo, una gran obra que promueve de verdad y para todos el noble arte de la poesía.