El sector náutico recreativo está demostrando durante la pandemia –o mejor dicho: está descubriendo, tras muchos años de división– que la unión hace la fuerza. Quizá muchos usuarios del mar no sean conscientes de que Baleares es, junto a Canarias, la comunidad autónoma donde mejor se está desarrollando la desescalada en las actividades náuticas, y menos aún de que esto es así gracias al esfuerzo combinado de varias asociaciones que hasta la fecha libraban sus batallas particulares por su cuenta.
Mientras en algunos lugares de España se discute todavía si es posible navegar por ocio, en nuestras islas existe una orden de Ports IB, a modo de salvoconducto, que permite soltar amarras desde ayer lunes. Las inspecciones en los barcos se autorizaron ya en la Fase 0 gracias a las gestiones del lobby constituido por las empresas náuticas, los puertos deportivos, los clubes y los navegantes de Baleares, y, como ya se ha escrito en estas mismas páginas, merced a la buena disposición de la Dirección General de Puertos del Govern balear.
¿Por qué está vez están funcionando relativamente bien las cosas? La respuesta es muy sencilla: porque los representantes de los distintos colectivos de la náutica balear han aparcado sus recelos y se han puesto a trabajar juntos, codo con codo, participando en las reuniones telemáticas a las que han sido convocados por las administraciones y aportando cada una sus capacidades y conocimientos.
Las órdenes de desconfinamiento han recogido párrafos textuales de los borradores asociativos y si no se ha conseguido una mayor apertura para la navegación de recreo –una actividad que reviste menos riesgo de contagio que pasear por una calle del centro en horario autorizado– ha sido porque el “mando único” tiene su centro de operaciones instalado a la ribera del Manzanares.
Entre los negociadores más activos de la náutica de recreo a lo largo de los últimos dos meses, desde que se decretó el primer estado de alarma, se encuentran Rafael Palmer, gerente de la Asociación de Clubes Náuticos de Baleares (ACNB), quien además ha ejercido como asesor jurídico del conjunto del sector; Jaume Vaquer, presidente de la Asociación de Empresas Náuticas de Baleares (AENIB); Antoni Mercant, presidente de la Cámara de Comercio; Isabel Teruel, vicepresidenta de ANADE; Santiago Mayol, presidente de la patronal de excursiones marítimas; José María Jiménez, presidente del chárter náutico; Gabriel Dols, presidente de la Asociación de Navegantes Mediterráneo; Bernadí Alba, presidente de la Federación de Asociaciones de Amarristas, y Jaime Darder, presidente de la Asociación de Navegantes de Recreo.
Todos ellos han recogido el pulso y las inquietudes de sus representados y las han trasladado a los poderes públicos sugiriendo posibles soluciones adaptadas a la gravedad y excepcionalidad de la situación. Han ejercido como un único grupo de presión y, tal vez lo más importante, han dejado patente la fortaleza y la capacidad de influir de la náutica de recreo cuando es capaz de sumar toda su masa crítica, desde la mayor de las empresas hasta el más humilde de los navegantes. El sector náutico ha visto, por fin, que se pueden conseguir cosas cuando se comparten objetivos, se comprende que todos sus actores navegan en el mismo barco. Ojalá este espíritu perdure más allá de la pandemia y los aquí loados disciernan que divididos son más débiles.