Estás fondeado en Cala Blava, Cala Saona, donde sea… Oyes ruido de motores, estás en bañador, tu pareja en bikini, con tus invitados o tu familia disfrutando de un merecido día de descanso. Te giras hacia el ruido pensando que es otro «bobo motorizado» en el fondeadero, pero no, son nuestros héroes de negro, la semirrígida de la Guardia Civil. Sobresaltado, piensas por un momento que estás en aguas costeras de Irán en mitad de una operación de desembarco, te incorporas, ves a un cuarto de milla el «buque nodriza», una impresionante patrullera oceánica de 80 metros.
Los «Hombres de Harrelson» deambulan por el fondeadero, piden papeles a unos, abordan a otros. A ti no te dicen nada, pero te han dado un susto de muerte. ¿Se puede saber qué hacen ese barco y esos tipos armados hasta los dientes paseándose entre gente en bañador? ¿Te imaginas lo mismo en la playa?
Se supone que esa patrullera está para impedir el tráfico de drogas y la llegada de inmigrantes ilegales por mar, pero alguien, con la aquiescencia de nuestras autoridades autonómicas, pensó que era una buena idea pasar el verano aterrorizando navegantes.
Algo parecido ocurre cuando Aduanas verifica un yate, tipos armados hasta los dientes, botas de combate dejando la cubierta hecha unos zorros, tripulaciones e invitados de los nervios, etc…
Si añadimos el típico patrón de vigilancia de la posidonia que aparece durante el desayuno para decirte que tu cadena «podría» rozar una hoja de posidonia y tienes que moverte, entendemos por qué la gente se está largando de aquí a marchas forzadas.
Los grandes barcos se están yendo a Francia, Italia, Grecia o Montenegro, donde son bienvenidos. Los no tan grandes están empezando a seguirles y, entretanto, marinas y clubes agobiados por cánones e impuestos, siguen con precios que superan a los de Mónaco.
Mientras, la APB mantiene su tasazo y exige pagos por adelantado basados en estimaciones, sin atender a una situación excepcional que está ahogando la economía balear. Además, nuestra presidenta, ante el escándalo de la APB (tres de sus últimos cinco presidentes, Verger, Triay y Gual de Torrella han estado implicados en procesos penales por razón de su cargo), vuelve a utilizar ese sillón para acomodar una vieja gloria política.
Así nos encontramos con que Francesc Antich, un hombre de reconocida honradez e ineficacia, llega a presidir nada menos que la Autoridad Portuaria de Baleares, un ente que factura decenas de millones de euros y es la puerta de entrada de pasajeros y mercancías a nuestras islas; y llega sin, al menos que nosotros sepamos, la más mínima experiencia en el sector marítimo, portuario, y la gestión del mismo. Tal vez lo siguiente sea poner a Rodríguez Zapatero al frente del Comité Posidonia.
Esto es lo que importa el mar a nuestras autoridades, ¿estamos locos por seguir navegando o lo están ellos por tratar así al único sector con capacidad de crecimiento y generación de riqueza de las Islas Baleares?