El Parlament balear acogió ayer un debate (por llamarlo de alguna manera) en el que se habló de la mierda. Hasta la fecha he eludido utilizar esta palabra cuando me ha tocado escribir sobre el caso de los vertidos de aguas residuales al mar. Intento no resultar soez. Pero, dado que los diputados han decidido normalizar el lenguaje de tasca en las comisiones vespertinas, me veo autorizado a hablar sin tapujos.
En concreto de la mierda que el partido ecosoberanista Més, gestor del departamento de Medio Ambiente del Govern balear desde 2015, y el difícilmente etiquetable a estas alturas Partido Popular, en la oposición por un periodo que se antoja realmente largo, acordaron esconder ayer bajo la alfombra de sus respectivas responsabilidades, lo que en esta nueva jerga política vendría a ser un “no nos pisemos la manguera”.
El argumento conjunto de la peculiar pinza fue casi tan pedestre como los modales del diputado ‘pesemero’ Josep Ferrá, al que sólo le falta comparecer con un palillo en la boca y un reventado de Amazonas para terminar de perfilar ese personaje de cuñado rural de serie de IB3 que con tanto ahínco se trabaja.
Més y PP, como les decía, convinieron que la contaminación marina que asuela la Bahía de Palma desde 1989 no se puede frenar a corto plazo porque, de clausurarse la obsoleta depuradora del Coll den Rebassa, la mierda “saldría por todas partes”. Supongo que se referieron a que la mierda rebosaría en tierra firme, en lugar de quedar sepultada en las profundidades marinas, donde nadie la ve, que es donde el PP la lleva enterrando desde la noche de los tiempos y donde Més pretendía seguir depositándola hasta que este periódico se sumergió en 2016 para mostrarle al público lo que estaba pasando.
Con este pretexto supuestamente inapelable, Més, que gobierna, y PP, que ha gobernado muchos años, decidieron autoindultarse. La tesis de descargo consiste en que si un problema del que uno es enteramente culpable puede generar por sí mismo otro problema mayor, deja de ser un problema. Ponerlo sobre la mesa, como lleva haciendo Gaceta Náutica desde hace casi cinco años, es cosa de radicales. Y si encima el partido que pide explicaciones en el Parlament es Vox (vade retro), la cosa ya no merece ni ser tenida en consideración.
Pero va ser que no. Aquí no se trata de elogiar, como pretende el educado conseller Mir (en su papel de poli bueno), la repentina voluntad de hacer muchas cosas a toda prisa. En este punto cabría preguntarse si esos 91,7 millones de euros que el Govern dice que invertirá en saneamiento hubieran tenido otro destino si no llega a ser por nuestra denuncia y su repercusión en medios generales de mayor difusión. La cuestión que ayer se debía dilucidar en el Parlament era quién se responsabiliza políticamente de los destrozos irreversibles causados durante todos estos años al medio ambiente. La pregunta era clara: por qué, a pesar de ser plenamente conscientes de los hechos, las administraciones competentes jamás han procedido contra las depuradoras. Y lo que se vio fue a dos partidos que teóricamente están en las antípodas el uno del otro haciendo un paripé para que no se note que están de acuerdo en no remover esa mierda. Su mierda.