Cuando hace unos años le mostramos nuestro vídeo de los vertidos a uno de los técnicos responsables de EMAYA, su primera reacción fue decir que estaba grabado a contraluz y que por eso se veía todo muy oscuro. Huelga decir que lo que se veía muy oscuro eran los detritos deficientemente tratados por la Estación Depuradora de Aguas Residuales de competencia municipal. Cómo sería la cosa, que la concejal responsable del alcantarillado de Palma ha terminado imputada por un delito contra el medio ambiente.
Me ha venido a la memoria esta anécdota cuando he conocido la reacción del Consell de Ibiza y Formentera a nuestra solicitud para que aporte pruebas que demuestren que el vertido que le endosó el mes pasado a «algún barco» en Es Pujols procedía, en efecto, de un barco y no de la estación de bombeo o del emisario, supuestamente en desuso, que atraviesa una extensa pradera de posidonia. No ha habido manera: a pesar de la falta de evidencias y de las escasas posibilidades de que la fuga de la sentina de un barco de recreo pueda derivar en un episodio de contaminación de estas características, el Consell se ha mantenido erre que erre en que la culpa era de un barco.
Lo normal, en un caso así, sería decir que el origen es desconocido, pero los políticos –en particular los de Més, Gent x Formentera y en menor medida el PSIB, por no hablar de las entidades ecologistas– han aprendido que acusar a los navegantes no solo sale gratis, sino que tiene réditos electorales entre sus afines. La animadversión de algunas personas a los propietarios de embarcaciones y aficionados a la náutica merecería un estudio sociológico, pues a estas alturas ya está claro que nada tiene que ver con los hechos. Recuerden que, después de años de escuchar que las anclas iban a arrasar la posidonia, hemos sabido que las praderas de esta planta constituyen, con enorme diferencia, el hábitat marino más abundante de Baleares y que el 95% de los fondeos inspeccionados eran correctos.
El caso de Es Pujols, con todo, es menos grave que el ocurrido, también el mes pasado, en Felanitx, cuando la plataforma Salvem Portocolom dejó caer que el cierre de una playa del municipio se había debido a «la mierda vertida por un yate», bulo que se propagó en pocos minutos a través de la red social Twitter gracias a que fue compartido, entre otras personas, por una ex consellera del Govern balear. Daba igual que el propio Ayuntamiento hubiera reconocido días antes que el vertido se había producido por la rotura de una tubería. Se trataba de acusar a los demonios de la náutica, aunque fuese a partir de una mentira.
Pensarán ustedes que quizás el bulo de una simple plataforma ciudadana no merecería mayor comentario. Pero no se equivoquen: esas plataformas sin forma jurídica y minoritarias inspiran en muchos casos las políticas de los partidos de la órbita progresista. Salvem Portocolom, por ejemplo, consiguió que la reforma del muelle de esta localidad se encareciera en cerca de un 30% exigiendo que se llevara a cabo con técnicas del siglo XVIII. Los técnicos de Ports IB se echaban las manos a la cabeza en privado, pero en público pasaban por el aro.
Si los navegantes deciden imitar esta actitud, llegará un día en que será tarde para quejarse. No hay que permitir ni bulos ni falta de rigor.