Y lo digo sin acritud, incluso sin enfado, porque es imposible estar enfadado cuando estás a bordo del Ocean Phoenix, al que el mes pasado califiqué como sueño hecho realidad, navegando a orejas de burro, con 25 ó 30 nudos de viento y rachitas y planeadas que te llevan a puntas de 15 nudos sin que la corredera baje de 10 y, encima, rodeado de unos tipos estupendos.
Pues bien, desde esta especie de estado beatífico en el que me encuentro, me ha dado por pensar, mala costumbre que practico en ocasiones. Esto me hace recordar las recientes declaraciones de un conseller de Medio Ambiente que planea regular y tarificar el fondeo hasta en arena sin tener en cuenta la opinión de los representantes de usuarios y empresas náuticas, que tiene disparatadas ideas sobre campos de boyas virtuales, absoluta ignorancia acerca de qué hacer con Ports de les Illes Balears, aparte de decir que hay que subir cánones a instalaciones concesionadas y otras ocurrencias por el estilo.
Todo proveniente de este Govern formado por los partidos que perdieron la elecciones para echar al que las ganó, partidos que tienen una característica en común: no tienen ni puñetera idea de qué es la náutica, ni de su importancia social, económica o laboral. La pregunta más «inteligente» que le han hecho a un conocido mío es cuánta agua se gasta en un puerto deportivo.
Aunque un «iluminado» del partido que llora porque los que han perdido le han echado, desde el Ministerio de Fomento tuvo la genialidad de duplicar la tasa T0 para que los navegantes financiemos SASEMAR, una empresa formada por profesionales como la copa de un pino, me refiero a los que están en los Centros de Coordinación de Salvamento y en los barcos que salen a jugarse el tipo para rescatarnos cando nos metemos en líos o cuando se localiza una patera, o se prende fuego un barco como el Sorrento; pero no a los «genios de despacho» que han decidido que los navegantes mantengamos Salvamar, todo un agravio comparativo puesto somos los únicos a los que se cobra una tasa para mantener los dispositivos de salvamento y además nos pasan la factura cuando nos rescatan.
Añadamos la obsesión de Puertos del Estado con incrementar los cánones y primar criterios económicos en la renovación de concesiones, recordemos el fiasco del Puerto de Mahón donde la empresa de un tipo encarcelado por múltiples delitos, un fullero de «saloon de Texas» que llegó a presidir la CEOE, arrebató la concesión a un club con décadas de historia a sus espaldas y que «sólo» organiza algunas regatillas de clásicos y maxis que están entre las más importantes del mundo.
Ante el afán recaudatorio desmedido, esa obsesión por regular para cobrar, me convenzo de que esta gente piensa que la náutica es para ricos y su lema es: «¡Pobretones, fuera del agua!»