En una época no muy lejana estaba radicada en Mallorca una industria náutica conformada por pequeños y medianos astilleros de construcción y reparación de embarcaciones, nacidas éstas de las manos expertas de los mestres d’aixa y de los que adoptaron la fabricación en resina de poliéster.
Palma, Andratx y Sóller desarrollaron por entonces una gran actividad de carpintería de ribera, y en épocas más recientes se unieron Cala Rajada, Porto Colom, Alcudia, Pollensa y Porto Cristo. Tampoco debemos olvidar fabricantes locales de embarcaciones y llauts como Borrás, Bennásar, Curret, o Majoni.
Una Administración miope y despreocupada por mantener nuestro tejido industrial dejó que estas empresas fueran cerrando o deslocalizándose de nuestro territorio, quizá porque creían que la industria turística sería más que suficiente para garantizar el crecimiento económico y el bienestar de los ciudadanos en Mallorca.
Sin embargo, posiblemente conscientes de ese error, ahora se habla mucho (otra cosa es lo que efectivamente se hace) de la necesidad de cambiar nuestro modelo productivo y orientarlo hacia otras actividades.
La larga tradición de los mestres d’aixa, fabricantes de llauts y embarcaciones hoy se imbrica con la actual industria de la reparación y mantenimiento, conformando un potente sector localizado en Palma, Alcudia, Port Adriano, Puerto Portals, y en los varaderos de marinas y clubes náuticos de nuestro litoral. A ellos hay que añadir naves y espacios dedicados al hibernaje, reparación y mantenimiento de embarcaciones situadas en suelo industrial, y también en rústico. Ejemplos de ello son Astilleros Mallorca, Servicios Técnicos Portuarios, el varadero de Audax Marina en Palma o en Alcudia el área técnica de Alcudiamar.
La Administración autonómica, la anterior y la presente, ha declarado esta industria como estratégica para Balears. Para ello disponemos de un centro nacional de referencia para la formación profesional náutica en Menorca, y se está impulsando la puesta en marcha de nuevos centros en Palma y Alcudia, así como la apuesta por la formación universitaria especializada en náutica de la UIB.
Dicho todo esto, ¿cuál es hoy la situación operativa de esta industria de reparación y mantenimiento? La realidad es que nos encontramos ante una absoluta falta de espacio industrial para poder dar respuesta al mercado y a sus necesidades.
¿Por qué sucede esto en un sector declarado estratégico? En la parte que compete a Puertos del Estado, la Autoridad Portuaria está paralizada, seguramente como consecuencia de los procesos judiciales que le afectan, y se bloquea cualquier solución imaginativa y valiente tendente a dar respuesta inmediata al problema. A su vez, el lobby ambiental ejerce cada vez más influencia en la toma de decisiones, rechazando cualquier iniciativa empresarial amparándose en muchos casos en criterios puramente ideológicos.
Rechazo a las ampliaciones
Esa misma situación también la padecen los puertos de competencia autonómica, que han visto laminado un plan que abordaba sus planteamientos y necesidades bajo ese mismo adoctrinamiento que solo contempla una respuesta: NO. Amarres no, varaderos no, áreas técnicas no y marinas secas no. De hecho, el Govern de las Illes Balears rechazó recientemente ampliar el espacio destinado al mantenimiento y reparación de embarcaciones en los puertos de gestión directa de la Comunidad Autónoma a pesar de reconocer la escasez de suelo industrial para el sector náutico.
En Europa, con su estricta legislación ambiental, el punto de partida a la hora de valorar un proyecto nunca es la negativa por sistema. Bajo criterios de responsabilidad e implementando las mejores técnicas disponibles de gestión eficiente, se busca un equilibrio justo entre las virtudes de un proyecto y sus posibles externalidades negativas.
La náutica combina tradición y modernidad, ofrece empleo de calidad y bien remunerado, es una actividad transversal que sirve a los ciudadanos de Baleares en su desarrollo económico y bienestar, aporta riqueza y contribuye al sostenimiento de las necesidades sociales. Además, mejora nuestra conectividad como territorio insular. En definitiva, desde un punto de vista realista y sin caer en un voluntarismo a largo plazo, la náutica es hoy una industria capaz como pocas de diversificar la economía productiva de nuestras islas.
El uso recreativo del mar no debería ser coartado, ni mucho menos vetado. No podemos ni debemos renunciar por cuestiones ideológicas a una economía náutica sostenible vinculada al disfrute del mar. Debemos dar respuesta a la falta de espacio para la reparación y mantenimiento de embarcaciones buscando los máximos estándares de sostenibilidad posibles. Disponemos de buenas infraestructuras, tecnología, conocimiento, empresas y emprendedores. No se precisan ayudas públicas ni subvenciones, lo que falta es decisión política.
Necesitamos consensos y una administración que tome decisiones a tiempo. Europa está marcando el rumbo hacia una “economía azul”, pero en Baleares parece que algunos solo buscan excusas “verdes” para remar en dirección contraria. Alcancemos acuerdos como el que ha permitido a Barcelona pujar para ser sede de la “Copa América”. Da un poco de pena imaginar qué hubiera pasado si se hubiera planteado aquí.