Entonces, llega un vecino celoso, porque no ha podido ocupar esa misma «parcela», les hace una foto, les denuncia y salen en prensa acusados de invadir un espacio público sin contar con licencia para ello, corren ríos de tinta, las portadas se suceden, inicialmente las autoridades informan de que parece una infracción leve, si es que existe falta, sancionable con unas decenas de euros, pero la opinión pública (en forma de airados titulares) exige que sean ejecutados en la plaza pública y, por fin, algún responsable del gobierno declara que los pérfidos Cebolleta pueden ser sancionados hasta con cien mil euros. Al final, la plebe y la prensa se dan por satisfechos y el escándalo se diluye.
Cambiemos nuestros domingueros por los pasajeros de un megayate de chárter que deciden pasar un rato en la playa, así que la tripulación desembarca, planta seis sombrillas, unas hamacas y unas toallas, la única diferencia es que, en vez de hacerlo ellos mismos, como los Cebolleta, tienen la suerte de que una gente que trabaja para ellos les monta el chiringuito, cuyos componentes son de marca en lugar de proceder de la sección de verano de un hipermercado.
Ahora, a los operadores de estos barcos se les acusa nada menos que de «aprovechamiento económico no autorizado del litoral» o algo así, en fin, un sinsentido impresionante, puesto que creo recordar que esta gente no se dedicaba a alquilar hamacas ni sombrillas a los transeúntes, sino que las dispuso para que sus pasajeros pudieran disfrutar de la playa con comodidad.
Lo más gracioso es que este caso ha trascendido fuera de Baleares, donde se ha convertido en el escándalo ecológico del verano, y quien escribe ha sido entrevistado en un programa de radio de difusión nacional sobre «la invasión turística de las zonas protegidas», en el que también intervino Caterina Amengual, exdirectora general de Espacios Naturales y Biodiversidad de nuestro Govern, a quien se le preguntó acerca de cómo sancionar a estos megayates y cuya respuesta fue inesperadamente (en mi opinión) comedida y proponiendo realizar una labor informativa eficaz con preferencia sobre acciones persecutorias y sancionadoras.
La señora Amengual utilizó la misma argumentación refiriéndose a los fondeos y a mí se me preguntó si los navegantes nos sentíamos criminalizados al ser presentados como los máximos responsables del deterioro de la posidonia.
Lógicamente, yo contesté que sí y expliqué muy claramente que el mayor enemigo de la posidonia es la mala calidad del agua. Ello me lleva a plantear una última reflexión, el escándalo de las sombrillas equivale a pretender que se multe a una empresa de alquiler de coches con chófer si uno de sus empleados lleva a un cliente a la playa y le ayuda a plantar la sombrilla y desplegar la toalla, muy lógico, ¿verdad?
Entretanto, continúan los vertidos de aguas mal depuradas en nuestro litoral, aparecen colonias de cianobacterias que arrasan toda vida marina a su alrededor en la Bahía de Palma (y no sabemos si en otros sitios), nuestras autoridades y medios de comunicación parecen mirar hacia otro lado, y los navegantes seguimos soportando heces, bengalas y otras sandeces.