Aun siendo comprensible la inquietud de las familias de los tripulantes ante la sospecha de que pudiera haberse producido un naufragio o el barco estuviera a la deriva, la poca seriedad en la exposición de las circunstancias del falso suceso hizo que se pusiera en duda injustamente la actuación del centro de Salvamento Marítimo de Palma, la cual, según se ha visto luego, no sólo fue correcta en cuanto a los protocolos, sino que evitó el riesgo innecesario que conlleva la realización de rastreos aéreos. Para salir a buscar algo en el mar se han de tener certezas que no existían en este caso.
Peinar todo el Mediterráneo no es una opción realista, por mucho que la gente exprese su indignación en Facebook o firme peticiones en change.org, una plataforma donde se puede reivindicar cualquier cosa sin que exista el menor filtro y que, por tanto, no es significativa de nada.
Me ha molestado particularmente que se critique sin base a profesionales que siempre están allí cuando se les necesita, incluso arriesgando sus propias vidas, y que han demostrado su entrega y valía en reiteradas ocasiones. Ojalá todos los servicios públicos funcionaran como lo han hecho en las última dos décadas los centros de Salvamento Marítimo de Palma y el escuadrón del SAR del Ejército del Aire.
Cualquiera que conozca su trabajo sabe que si no están volando o navegando, es porque el asunto no lo requiere. Ese sentimiento, insisto, puede ser aceptable en el caso de las familias de personas desaparecidas, pero no lo es en el de quienes se suman gratuitamente a la crítica y a la queja, sin disponer de la información básica. Me consta que esto ocurre a menudo con las investigaciones policiales y judiciales. Las opiniones en España se han vuelto peligrosamente urgentes.
Pienso que los medios de comunicación tenemos la obligación de ser muy precavidos y no dar por sentado aquello que no sabemos. Tan arriesgado era hablar de naufragio cuando no existía ningún indicio al respecto (ni llamada de socorro ni activación de radiobaliza) como hacerlo de apropiación indebida o incumplimiento del contrato de alquiler antes de que el patrón del barco le confesara a su hijo el pasado 23 de enero que estaba navegando al sur de Italia (donde no podía hacerlo) y le dijera que no era necesario que nadie fuera a buscarle porque no tenía ningún problema serio a bordo.
No tengo ni la menor idea de cómo acabará la historia del Dream Land. Aún quedan pendientes muchos interrogantes, entre ellos el motivo por el que tres hombres alquilan un barco en Palma en pleno mes de enero, dicen que se van a Ibiza y terminan navegando entre el Norte de África y el Sur de Sicilia. Lo que sí sé es que tenemos unos excelentes servicios de emergencias marítimas y que antes de lanzarse a criticar sus actuaciones hay que saber de qué y, sobre todo, de quién se habla.