Club de Vela de Andratx, diez años de apuesta por la integración

El proyecto de vela adaptada para personas con discapacidad ha marcado el compromiso social de la entidad y ha obtenido grandes éxitos en campeonatos nacionales e internacionales

Sergi Roig, regatista del vela adaptada del CVA. Foto: Tomás Moyà

Ha pasado una década desde que el Club de Vela de Andratx (CVA) apostó por introducir una sección de vela adaptada para personas con discapacidad en sus equipos de regatas. Juanjo Beltrán, responsable deportivo de la entidad, recuerda que la iniciativa, en colaboración con la Fundación Alex, fue pionera en Baleares: «Presentamos un proyecto a la Junta Directiva para incorporar embarcaciones adaptadas a personas con discapacidad y crear un equipo de competición que navegara bajo nuestro pabellón. El apoyo fue y ha sido total durante todo este tiempo».
El equipo está formado en la actualidad por nueve regatistas con diferentes grados de discapacidad. Todos ellos han encontrado en el deporte de la vela un canal hacia la integración social, que es la principal misión del programa, aunque no la única. Los miembros de la sección son deportistas del Club de Vela con idéntica consideración a los que compiten en el resto de clases (Optimist, Laser, 420…), y como tales buscan obtener buenos resultados para sí mismos y para la entidad en la que entrenan, conviven con sus compañeros y a la que representan en las grandes citas internacionales. El mayor logro obtenido hasta la fecha ha sido la participación de los regatistas Sergio Roig y Violeta del Reino en los JJOO de Río 2016 a bordo de un velero de la clase Skud 18. 
«Participar en unos Juegos Olímpicos es lo máximo, por la dificultad que supone clasificarse. Se celebran una vez cada 4 años y durante ese  periodo tienes que trabajar muy duro. Para Sergio y Violeta, y para mí mismo, fue un gran premio estar en Río», afirma Beltrán, veterano entrenador de vela, con más de 20 años de experiencia, que confiesa haberse «enriquecido profesionalmente» desde que trabaja con personas con discapacidad: «Además de poder enseñar a navegar, o a ganar regatas, la parte humana es lo más positivo. Ver la ilusión y las ganas que tienen de hacer las cosas, y que con un poco de ayuda superan sus barreras y consiguen lo que se proponen, es muy gratificante. Yo animaría a cualquier persona a colaborar con las asociaciones y clubes que tienen estos programas de integración, ya que  con un poco de esfuerzo colectivo se consiguen grandes cosas».
Juanjo Beltrán siempre ha tenido muy claro que la vela es un deporte ideal para personas con discapacidad. La razón es simple: los barcos, al ser adaptables, igualan a los regatistas. «La vela, además, no tiene fecha de caducidad, es para toda la vida, y te aporta una gran libertad. En el mar nuestros regatistas no tienen barreras, mientras que en tierra las encuentran constantemente. Esto es muy importante para ellos», añade.
El Club de Vela de Andratx dispone en propiedad de dos tipos de embarcaciones adaptadas: el Skud 18 y el Hansa 303. Juanjo Beltrán explica que la Word Sailing (Federación Internacional de Vela) ha introducido cambios en el programa de vela paralímpica, lo que obligará a sus deportistas a adaptarse al Hansa como nueva clase individual de referencia en el circuito internacional. La primera  prueba fuego será en el Campeonato del Mundo de Kiel (Alemania) que se celebrará este mes de junio. 
Además de Violeta y Sergio, que acaparan gran parte de la atención mediática del equipo tras su periplo olímpico, la sección de vela adaptada cuenta con María Muñoz, Jana Mestre, Isaia Iglesias, Toni Ferrá, Mundo Mas, Javier Parrilla y Tolo Gelabert. El grupo se reúne para entrenar todos los martes y jueves, de 14.30 a 18.30 horas. «Trabajamos tanto clases de reglamento y táctica en tierra como entrenamientos en el agua. Preparamos las regatas centrándonos muchos en las salidas, las maniobras, la velocidad y la estrategia para intentar llegar de la mejor manera posible a las competiciones que tenemos marcadas en el calendario, que van desde clasificatorias a nivel región al hasta campeonatos y copas de España hasta europeos y mundiales, como el de Kiel», destaca Beltrán.
Hace dos años que los cursos de monitor de vela están regulados por la Conselleria de Educación. Desde entonces incluyen un temario específico de vela adaptada, que permite que cualquier titulado esté preparado para entrenar a regatistas con discapacidad al término de su ciclo formativo. Sin embargo, cuando el Club de Vela de Andratx estrenó su sección se requería una formación adicional. Juanjo Beltrán recuerda que se organizó un seminario especial en el que participaron todos los monitores del club. Esa ventaja de años se ha traducido en una mayor especialización del equipo técnico del club y en unos resultados deportivos que sitúan al CVA entre los mejores de España. 
La experiencia ha sido «enormemente positiva» para los componentes del Club de Vela, desde la junta directiva hasta los monitores y entrenadores, pasando por los trabajadores. Todos están implicados en el proyecto y en compartir los retos y sueños de los deportistas, que se muestran encantados. «Primero, por poder practicar la vela como cualquier otro deportista. Y segundo, por las muchas facilidades y todo el apoyo que les presta el club, facilitándoles material y embarcaciones, y cubriendo los gastos para poder participar en campeonatos», apostilla Juanjo Beltrán.  

Análisis / LA LÍNEA DIVISORIA

El compromiso social y con el deporte marca la línea divisoria entre una marina y un club náutico. Mucha gente, por desgracia, no conoce esta diferencia. El Club de Vela de Andratx, cuya concesión ha vuelto a quedar en el aire a raíz de una sentencia del Tribunal Supremo, es  uno de los ejemplos más claros de la aportación de los clubes a la sociedad. Su trabajo durante la última década ha permitido integrar a deportistas con discapacidad y ha hecho posible la primera participación de la vela adaptada balear en unos Juegos Olímpicos. Ahora hay que preguntarse si esto hubiera sido posible de la mano de los grandes grupos empresariales lucrativos que siempre han batallado -y pleiteado- por quedarse con las instalaciones públicas que ocupan los clubes náuticos. La respuesta es evidente. No. 


 

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