La pesca de arrastre supone un 70 por ciento del pescado local en Baleares.
El cerco se estrecha sobre la pesca de arrastre. El acuerdo pesquero de la Unión Europea conocido la semana pasada fija para la zona mediterránea un 7% de reducción de las jornadas de pesca para 2023, unos nueve días menos al año. La cifra puede paliarse individualmente por barcos aplicando medidas como usar artes con malla más ancha o estableciendo zonas de veda. La disminución puede parecer asumible. Sin embargo, hay que tener en cuenta la cifra global fijada que asciende a un 40% de reducción de las jornadas de pesca para el periodo de cinco años entre 2020 y 2024. Eso significa que los pescadores podrán pescar en 2024 poco más de la mitad de días que pescaban en 2019. El comisario europeo de pesca, el lituano Virginius Sinkevicius, se ha convertido en el archienemigo de la pesca española y las duras condiciones que impone el acuerdo a actividades como la pesca de arrastre obligaron a la delegación española en Bruselas encabezada por el ministro Luis Planas a votar en contra el acuerdo. Sin embargo, esto no evitó su aprobación.
El presidente de la Federació Balear de Confraries de Pescadors, Domingo Bonnín, denuncia que “los lobbys ambientalistas campan a sus anchas en Bruselas y se quieren cargar el sector de arrastre por motivos ideológicos”. Sin embargo, el problema no afecta solo a Baleares, pues el acuerdo europeo se aplica sobre zonas como el Mediterráneo Occidental que llegan hasta la costa peninsular. Felipe Solbes patrón del Nou Almuixó, con base en Villajoyosa, en Alicante, denuncia abiertamente que “el objetivo del comisario europeo de pesca es acabar con los barcos de arrastre”.
Esta reducción de jornadas tiene una repercusión inmediata sobre la actividad y las tripulaciones de los arrastreros se reducen y, cada vez más, los contratos fijos pasan a fijos discontinuos. Domingo Bonnín hace un pavoroso repaso por todas las cofradías de Baleares en las que hasta hace pocos años los pescadores tenían contratos fijos: “Las únicas cofradías que mantienen los contratos fijos para las tripulaciones de barcos de arrastre son las de Palma, Portocolom y Formentera. El resto, con la salvedad de que en la cofradía de Ibiza queda un solo barco con pescadores con contrato fijo de los tres que hay, ya tiene a todos los pescadores con contratos fijos discontinuos: Sóller, Alcúdia, Cala Rajada, Cala Figuera y Andratx en Mallorca, Ciutadella y Mahón, en Menorca, y Sant Antoni en Ibiza.
Felipe Solbes se queja de que “el año que viene trabajaremos 9 meses y medio y estaremos parados 2 meses y medio. Eso no hay empresa que lo soporte, ni creo que la Unión Europea se atreva a imponer esas limitaciones en ningún otro sector. Y aparte de la reducción de jornadas está la mayor selectividad que nos imponen con mallas cada vez más anchas”. Estas restricciones cada vez mayores tienen consecuencias: “Los barcos que antes llevaban 5 tripulantes ahora llevan 3, la gente busca trabajo en las piscifactorías porque aquí no ven futuro”, explica Solbes.
Los representantes del sector alertan que la influencia de los lobbies medioambientalistas sobre el comisario europeo de pesca acabará por llevar la pesca de arrastre a la desaparición y en ese momento solo quedarán dos alternativas para consumir pescado: el producto congelado importado de otros países o el pescado procedente de piscifactorías. Estas dos posibilidades no parecen muy acordes con las cacareadas proclamas ecologistas de consumir producto local de kilómetro cero y fresco.
En concreto, en las Islas, según estima Domingo Bonnín, “un setenta por ciento del pescado local procede de los barcos de arrastre”. Sin embargo, las redes comerciales han reducido ya a la mínima expresión la presencia de pescado local en nuestras tiendas y supermercados pues supone apenas un 14 por ciento del total, mientras la mayoría de ventas se centran en pescado que viene de fuera o en congelados.