El mar balear traerá más tragedias

Las disparadas cifras en la llegada de pateras auguran nuevos casos de naufragio

Una patera yace en el lecho marino a 50 metros de la costa frente al Cap de Ses Salines. / Fotografía: José Morey

Tres personas desaparecidas es el balance de la última patera avistada en Baleares. Los últimos días se han recuperado dos cadáveres aunque lo difundido hasta ahora parece descartar que sean de los desaparecidos en este caso por el avanzado estado de descomposición de los cuerpos. Da igual porque es probable que no aparezcan en mucho tiempo o simplemente se los trague el inmenso mar. No habrían servido de nada los entre 600 y 1000 euros que paga cada inmigrante por un viaje para intentar dejar atrás la miseria pero en el que también corren un alto riesgo de perder la vida, víctimas de la codicia de las redes de tráfico de personas.

Las cifras de llegada a Baleares de inmigrantes clandestinos desde Argelia en la nueva ruta establecida por las mafias que viven del transporte ilegal de personas dejan claro que, si esta ha sido la primera tragedia, no será la última con total seguridad.

Desgraciadamente, es más que probable que éste no haya sido el primer caso en las Islas de una tragedia con víctimas de las redes de inmigración ilegal argelinas. Simplemente, no nos hemos enterado porque no han aparecido los muertos en los medios de comunicación. Hace dos días la delegada del Gobierno en Baleares, Aina Calvo, reconocía que se busca dos pateras que zarparon de Argelia la semana pasada y de las que no se ha vuelto a tener noticias, ni en Baleares ni en el resto de la costa levantina española. En 2019, las autoridades argelinas ya informaron sobre una patera naufragada que pretendía llegar a Baleares pero que se hundió en aguas territoriales argelinas dejando seis personas muertas en el mar. ¿Importa en qué aguas territoriales naufragó aquella patera? A las autoridades, por supuesto que sí. A las familias que perdieron uno de sus miembros, seguro que no.

Patera remolcada por la Guardia Civil en aguas de la Colònia de Sant Jordi. / Fotografía: Tomás Bordoy.

Prueba de esas tragedias ignoradas o desconocidas es la fotografía que ilustra este reportaje, tomada por José Morey hace unos meses. En ella se puede ver una patera hundida a unos 50 metros de la costa de Mallorca, cerca del Cap de ses Salines, a unos nueve metros de profundidad. Nunca se ha informado en los medios de inmigrantes que llegaran a la costa sin una patera como medio de transporte. ¿Qué pudo ser de los inmigrantes que viajaban en esta patera hundida? Nunca lo sabremos.

El 'Rainbow' evitó una tragedia mucho peor

La desesperación es lo que hace saltar a ocho personas al mar desde una frágil patera en medio de un temporal cuando divisan tierra firme y creen que esa es su mejor opción, como ocurrió en Cabrera hace tres días. No parece fácil de entender, pero cuando llevas ocho días en una pequeña barca, sin apenas poder moverte, los víveres se acaban y empiezas a beber agua de mar resulta fácil que se enturbie el razonamiento. En el caso de Cabrera, solo la fortuna salvó a los otros cinco náufragos que saltaron de la patera. Tuvieron la suerte de que, en medio de un temporal con vientos de hasta 25 nudos (unos 47 kilómetros por hora), pasara justo por allí el ‘Rainbow’ un barco que navegaba a vela, sin ruido de motores por tanto. Gracias a eso pudo escuchar los gritos de auxilio de una de las víctimas.

Si el ‘Rainbow’ no se hubiera encontrado con los inmigrantes en el agua, alguno de ellos apenas con un hilo de vida, la tragedia habría sido mucho mayor con total seguridad.

El fragor de las primeras comunicaciones entre el patrón inglés y los servicios de emergencia fue con toda probabilidad el origen de la confusión que hizo que al principio se pensara que en el mar había 17 cadáveres flotando.

Cadáver hallado en julio de 2020. La Guardia Civil sospechó que se trataba del tripulante de una patera naufragada. / Fotografía: Mallorca Press.

La presidenta del Govern, Francina Armengol, ha admitido por fin en el Parlament que Baleares se ha convertido en punto de destino de las redes de inmigración ilegal y ha pedido más medios al Estado cuando ha resultado patente que la comunidad no está preparada para manejar oleadas de pateras como se han recibido los últimos meses.

Las cifras resultan objetivas. En 2018 se registró la llegada a Baleares de un total de 199 inmigrantes ilegales. Un año después, den 2019, la cifra se duplicó hasta los 507. En 2020, año de la pandemia, a pesar de las restricciones sanitarias llegaron a Baleares 1471 inmigrantes ilegales en pateras, el triple de la cifra del año anterior. Sin embargo, el estallido se ha producido en el actual 2021. Solo hasta octubre se han registrado 1819 inmigrantes.

Los propios expertos certifican que Baleares ya se ha convertido en punto de destino fijo de la inmigración ilegal desde Argelia y refrendan esta idea con datos concretos. Las rutas de inmigración clandestina comienzan transportando jóvenes. Según se van asentando empiezan a encontrarse entre sus pasajeros mujeres y personas originarias de otros países. El siguiente paso que certifica que se ha establecido una ruta fija es la detección en las pateras de mujeres con hijos o de mujeres embarazadas. Hace apenas una semana, el 28 de septiembre, llegó a la playa de Es Copìnar, en Formentera,  una patera que incluía en su pasaje a dos mujeres que se aventuraron en el peligrosísimo viaje con tres hijos a bordo.

Las sucesivas oleadas de pateras, que saturan y sobrepasan todas las estructuras y medios previstos para estos casos dan también fe de este incremento exponencial. El récord, hasta ahora, lo ostentan las 17 pateras que llegaron a Baleares el fin de semana del 18 y 19 de septiembre, con 268 inmigrantes a bordo. Los puntos de desembarco abarcaron Mallorca,, Cabrera, Formentera e Ibiza. No era un caso aislado. Solo una semana antes, también en fin de semana, se habían detectado 11 pateras en Mallorca y Cabrera con un total de 175 inmigrantes a bordo.

Una patera similar a la que apareció hundida en Cap Salines. / Fotografía: M.P.

Sobreesfuerzo de los medios de emergencia y falta de infraestructuras

Los primeros en padecer ese sobreesfuerzo suelen ser los profesionales de Salvamento Marítimo junto con el Servicio Marítimo de la Guardia Civil. Pero también se añade después la sobrecarga de Policía Nacional y Policía Local, Cruz Roja e incluso grupos especializados de la Benemérita como los buceadores del GEAS o hasta el grupo de Rescate en Montaña, GREIM, que intervino hace unos días en Formentera para recoger a unos inmigrantes que se habían adentrado en una zona de difícil acceso cerca del Camí de sa Cala.

La falta de infraestructuras se suma a la falta de medios. Sigue sin existir un centro de internamiento adecuado en Baleares para este volumen de llegadas, aunque al parecer el Ejército está habilitando para este fin las instalaciones de Son Tous. El garaje de la Jefatura de Policía en Palma ha servido en las últimas ocasiones como lugar de acogida provisional para los inmigrantes, en unas condiciones más que dudosas. Después, cuando los recién llegados salen de Jefatura a menudo se les pierde la pista o acaban en un barco con destino a la Península.

También hay clases en este tráfico de personas y no todos navegan en pequeñas pateras, al límite siempre de la flotabilidad y la tragedia por la sobrecarga de pasajeros. Este año ya se han detectado al menos dos casos en los que las redes de tráfico de personas utilizaban embarcaciones cabinadas y con potentes motores como el 13 de septiembre, cuando la Guardia Civil detectó y detuvo a los dos patrones de una White Shark de 8 metros de eslora y con dos motores de 250 CV cuando repostaban para regresar a Argelia después de dejar en la costa a un grupo de inmigrantes. En otros casos, la embarcación ha amarrado directamente en puerto, fingiendo desembarcar a turistas de vacaciones para encubrir su ilícito negocio. Estos potentes motores pueden reducir la ruta a 8 horas y elevar el precio de los billetes para sus pasajeros hasta los cuatro mil euros. La travesía entre Argelia y Baleares habitualmente puede prolongarse hasta las 22 o bastantes más horas si las condiciones del mar empiezan a complicarse.

El problema entre Argelia y España, más en concreto entre Argelia y Baleares, va más allá incluso del tráfico de personas. El Govern balear, sin competencias en el tema, ya ha expresado su queja por una cuestión de soberanía sobre las aguas territoriales.  Esta reclamación ha sido refrendada el año pasado por la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya. El origen del  conflicto es la extensión por parte de Argelia de su zona marítima de influencia hasta casi las orillas de Cabrera. En concreto el país magrebí aumentó su Zona Económica Exclusiva, ZEE, sobre el Mar Mediterráneo incluyendo aguas territoriales de España y también de Italia. En el caso de España, esta nueva ZEE solapa una pequeña zona de aguas de soberanía española al sur de Cabrera, pues las aguas territoriales, según la legislación internacional, abarcan 12 millas náuticas (21,6 kilómetros) de distancia desde la costa.

El conflicto puede parecer baladí en medio de las aguas del Mar Mediterráneo, pero no lo es ni mucho menos. En primer lugar, esa nueva ZEE afectaría a la flota de pesca de los barcos españoles. En segundo lugar, existe la sospecha de que el gobierno argelino tenga interés en realizar prospecciones petrolíferas en la zona. Si finalmente, prosperara esta intención, el empeño durante años del Govern balear para combatir los proyectos de prospecciones petrolíferas previstas por el Gobierno español caería en saco roto.

Todo es fruto de un enrevesado conflicto de intereses en el que tanto la geopolítica y los gobiernos como el dinero, las redes ilegales de tráfico de personas y la ilusión de los inmigrantes por conseguir una vida mejor se enredan en una madeja que a veces, si no cambian los factores, acabará irremediablemente en muerte.

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