La noche del 18 de julio de 1936, el Ciudad de Barcelona, el barco de la Compañía Transmediterránea que hacía el trayecto entre Palma y Barcelona, salió de nuestra ciudad para trasladar a unas 650 personas a Barcelona para participar en la Olimpíada Popular, un evento organizado como contrarréplica a los Juegos Olímpicos de Berlín bajo el auspicio de Adolf Hitler.
La expedición mallorquina que partió para participar en aquel acontecimiento de carácter antifascista y proletario, formada por políticos, espectadores, deportistas y folkloristas, cuando llegó a la Ciudad Condal se encontró ya con enfrentamientos armados en el puerto, entre aquellos que se había sublevado contra la Segunda República y los que se mantenían fieles a ella. Era el inicio de la Guerra Civil, y a esos mallorquines, el conflicto les había sorprendido lejos de casa y navegando por el Mediterráneo.
El Ciudad de Barcelona quedó anclado en medio del puerto catalán y desde allí se escuchaban los tiros de fusilería y artillería que retumbaban en la ciudad, se veían columnas de humo entre los edificios, producto de los combates, y les sobrevolaban los primeros aviones que parecían indicarles que volvieran a casa.
Después de más de medio día en el mar de Barcelona así lo hicieron. Regresaron a Mallorca, pero después de realizar toda la travesía, y cuando el barco estaba a la altura de Sa Dragonera, recibieron un radiotelegrama procedente de otro barco, el Ciudad de Tarragona, avisando al capitán, Francisco Nadal, de que Mallorca estaba en poder de los sublevados. Por prudencia se decidió, otra vez, dar media vuelta y regresar a Barcelona, donde no pudieron desembarcar. Tuvieron que dirigirse a Tarragona donde la expedición permaneció tres días, hasta que finalmente pudieron ir a Barcelona.
Una vez allí un gran número de expedicionarios se quedó viviendo dentro del Ciudad de Barcelona, que quedó amarrado al lado de la estatua de Colón. Allí comían y dormían hasta que su hotel flotante, el barco, fue incautado por las autoridades republicanas y empezó a ser utilizado para transportar tropas y material a los frentes de guerra, entre otros al del levante mallorquín en el desembarco del capitán Bayo.
A partir de aquí, la expedición olímpica mallorquina vivió mil vicisitudes hasta el final de la guerra, momento en que muchos pudieron regresar a la isla, otros, en cambio, habían muerto en los frentes o fueron confinados en campos de concentración.
Por su parte, el Ciudad de Barcelona, en uno de aquellos transportes, día 31 de mayo de 1937, fue torpedeado y hundido por el submarino General Sanjurjo cerca de la playa de Malgrat de Mar donde, a 800 metros de la costa y a 32 de profundidad, todavía se hallan parte de sus restos.