Es inimaginable la aventura que suponía participar en expediciones como las epopeyas marinas del siglo XVI.
La historia oficial cuenta que el primer europeo en pisar Nueva Zelanda fue el holandés Abel Tasman en 1642 y que James Cook fue el segundo en 1769. La realidad es muy probable que no fuera así.
De todos es conocido que los españoles destacamos por machacar nuestra historia en lugar de lucirla y rodar grandes superproducciones para contarla. Bueno, una vez más el trabajo no lo hacemos nosotros. Son investigadores australianos y neozelandeses e incluso franceses los que han recopilado ya los suficientes datos para dar por hecho que habrá que reescribir la historia para contar que los tripulantes de la carabela San Lesmes fueron los primeros europeos en pisar tierras de Nueva Zelanda y de Australia en 1526.
La carabela San Lesmes, al mando de Francisco de Hoces, contaba con una tripulación de entre 50 y 60 hombres. Era una de las siete naves que formaban la Expedición García Jofre de Loaísa que zarpó de La Coruña en junio de 1525 con 450 marineros. Su objetivo era ganar para la corona española las Islas Molucas, punto vital en el lucrativo comercio de especias de la época y que se hallaban bajo dominio portugués. El grupo incluía a personajes vitales en la historia como Juan Sebastián Elcano, que perdió la vida en la aventura víctima del escorbuto, o Rodrigo de Triana, en realidad Juan Rodríguez Bermejo, el vigía que avistó tierra en el primer viaje de Colón en 1492, que también murió en esta ruta. Finalmente, solo llegó a las Molucas un barco, la Santa María de la Victoria, y solo 24 hombres consiguieron regresar vivos a España.
Pero, ¿qué fue de la San Lesmes? Se sabe que el 2 de junio de 1526 se separa definitivamente del resto de la flota de la expedición al cruzar el estrecho de Magallanes. A partir de ahí, su destino es un misterio. No se encontró jamás el barco. Sin embargo, hay innumerables pistas que sustentan la hipótesis de que sus intrépidos marineros pasaron por la Polinesia, y estuvieron en Nueva Zelanda y Australia.
El conservador del departamento de mapas de la Biblioteca Nacional de París Roger Hervé afirma que la San Lesmes se desvió hasta Nueva Zelanda y Tasmania y remontó por la costa oriental de Australia. Allí, los tripulantes que quedaban fueron capturados y ejecutados por los portugueses cerca del cabo de York, extremo septentrional de Australia, según publicó en el libro Descubrimiento fortuito de Australia y Nueva Zelanda (1982).
El investigador australiano Robert Langdon dedicó su vida a seguir la historia de la San Lesmes y publicó dos libros sobre el tema que ni siquiera han sido traducidos al castellano (The lost carabel y The lost carabel re-explored). En 1969, en el atolón de Amanu se descubren dos cañones que Langdon asegura que eran de la San Lesmes. Langdon rastreó durante décadas la huella etnológica que esos expedicionarios españoles dejaron en Nueva Zelanda y Australia.
Este es el primer mapa oficial de las Molucas, destino original de la San Lesmes en la Expedición García Jofre de Loaísa.
Los primeros exploradores que oficialmente llegaron a Nueva Zelanda descubrieron indígenas blancos y de pelo rubio y pelirrojo. También descubrieron elementos comunes con los españoles en el lenguaje, las costumbres e incluso las creencias religiosas. Incluso vieron con asombro cómo las tribus de la zona utilizaban barcas con vela latina, un caso único. La arquitectura también aportaba unos curiosos edificios para guardar el grano a salvo de roedores que eran calcados a los hórreos gallegos (no olvidemos que buena parte de la tripulación de la San Lesmes estaba formada por gallegos, vascos y flamencos). Aranga es un pueblo gallego que también tiene su equivalente en una población de Nueva Zelanda desde sus orígenes, sin que esta palabra exista en los dialectos tribales. En los años 30 del siglo pasado una aborigen mostró a un viajante monedas españolas de oro y plata de la época de Felipe II que guardaba como un tesoro.
Podría haber incluso restos arqueológicos de la San Lesmes. En 1990 un investigador australiano, Greg Jefferys, que buscaba la carabela en la isla de Stradbroke, en la costa oriental de Australia, descubrió un pecio con las características del barco, con restos como una daga con mango de asta de ciervo, típica herramienta de la minería española del siglo XVI. Jefferys escribió sobre este tema el libro The Stradbroke Island Galleon: The Mystery of the Ship in the Swamp.
Curiosamente, un árbol procedente de Nueva Zelanda, un metrosidero (pohutukawa en su nombre originario) que crece en el patio de la comisaría de policía local de La Coruña desde hace siglos podría tener la clave del misterio. Investigadores neozelandeses -no españoles, por supuesto- han intentado en varias ocasiones hacer una dendrocronología al majestuoso árbol, pero hasta ahora no han conseguido el permiso pues se trata de un árbol protegido. Su altura y envergadura en comparación con otros ejemplares similares en Nueva Zelanda hacen presumir que, si supiéramos con exactitud cuándo se plantó, podría resolverse el enigma y obligar a reescribir los libros de historia de todo el mundo.
Los datos cartográficos a bordo de la San Lesmes fueron supuestamente conservados por los portugueses tras capturar el barco y dar muerte a la tripulación, pero el espionaje también actuaba en la época y acabaron en el Archivo de Indias tras recuperarlo el capitán Hernando de la Torre. En 1546 una copia de los datos llega al Delfín francés Enrique II, cuando llamaban a la actual Australia Java La Grande, en un mapa lleno de topónimos españoles ¿Por qué?. Los ingleses se hacen también con los datos cartográficos de la San Lesmes en Francia y llegan a Joseph Banks, un naturalista que navegó en el Endeavour, capitaneado por James Cook. ¿Utilizó el navegante inglés los datos de la carabela San Lesmes en sus viajes de exploración por la zona austral?
En definitiva, la hasta ahora desconocida historia de la San Lesmes es un enigma sobre el que aún quedan muchas cosas por escribir, pero parece evidente que su singladura por mares entonces incógnitos merecerá en poco tiempo un lugar destacado en la historia universal.