“¡Schettino, puede que se haya salvado del mar, pero de mí no se va a salvar!”

Se cumplen diez años del hundimiento del crucero Costa Concordia que costó la vida a 32 personas

El comandante De Falco (izquierda) tuvo que ordenar al capitán Schettino (derecha) que regresara al barco.

“¡Schettino, puede que usted se haya salvado del mar, pero de mí no se va a salvar!” La conversación telefónica entre el comandante de la Capitanía de Livorno, Gregorio De Falco, y el capitán del Costa Concordia, Francesco Schettino, ha quedado para la historia de los desastres marítimos.

De Falco intentaba entender qué hacía Schettino fuera del barco y a salvo minutos después del naufragio del megacrucero mientras a bordo pasaje y tripulación luchaban por su vida en una tragedia de la que ahora se cumplen 10 años y que costó la vida a 32 personas.

Schettino, que estuvo cinco años en libertad condicional a la espera de que los tribunales emitieran sentencia y se valorara la posterior apelación, ingresó finalmente en prisión en 2017 para cumplir una condena de 16 años por los delitos de homicidio culposo, naufragio culposo, abandono de la nave y no informar inmediatamente a las autoridades de la colisión contra las rocas que provocó el hundimiento parcial del Costa Concordia el 13 de enero de 2012 en la isla de Giglio, en Italia. Un mallorquín, Guillermo Gual, perdió la vida en el accidente, pues el barco contaba entre sus pasajeros con varios viajeros de las Islas, y en su ruta figuraba la escala en Palma.

El crucero se aproximó demasiado a la costa para efectuar el conocido como ‘saludo’ a la isla, un capricho del jefe de camareros que, al parecer, Schettino no había querido hacer en ocasiones anteriores por el riesgo que suponía acercarse demasiado a los arrecifes y fondos rocosos de la zona. Esa noche se decidió a abordar la maniobra y, con toda seguridad, recordará esa como la peor decisión de su vida.

Este video de YouTube reproduce la conversacíón entre el capitán Schettino y el comandante De Falco.

Una roca del fondo provocó una brecha en la aleta de babor del barco de casi setenta metros de longitud condenándolo irremediablemente.

El Costa Concordia comenzó casi instantáneamente a escorar hasta que su flanco de estribor reposó en el fondo. La inclinación, superior a los 80 grados, dificultó el despliegue de los botes salvavidas del crucero y muchos de ellos no pudieron cumplir su labor de auxilio en el agua aquella fría noche invernal. Sin embargo, el capitán Schettino sí que encontró plaza en uno de los botes que llegaron al mar y allí se quedó para “coordinar la evacuación” según se justifica en la conversación con el comandante de la capitanía de Livorno.

De Falco intenta entender qué ocurre y por qué el capitán del crucero se ha puesto a salvo en mitad de la tragedia. Las excusas peregrinas de Schettino hacen que De Falco pase gradualmente de la incredulidad a la ira y pide explicaciones a Schettino. Le insta a que regrese a bordo por la escalera de emergencia que están utilizando pasajeros y tripulantes para abandonar el barco en la zona de proa y que le comunique cuántas personas quedan a bordo del Costa Concordia.

El capitán del crucero solo acierta a responder “El barco está inclinado”. De Falco le espeta “¡Suba a bordo, coño!”. Schettino balbucea que está coordinando la evacuación desde la barca de los socorristas y De Falco le responde que su deber es coordinarla a bordo del crucero, y le informa de que ya hay cadáveres en el barco.

Cuando Schettino pregunta “¿cuántos cadáveres?”, el comandante de la capitanía estalla: “¡No lo sé, tiene que decírmelo usted, Cristo!”. El capitán del Costa Concordia sique con sus excusas: “Es que aquí está oscuro y no se ve nada”, a lo que De Falco responde “¿Es que está oscuro y quiere volver a casa, Schettino? ¡Suba a la proa de la nave por la escalera y dígame qué se puede hacer, cuántas personas hay y qué necesitan!”.

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