Varios tripulantes saludan desde la cubierta del C4.
El submarino C4 (1929-1946) se recordará por ser el primero de la historia que se utilizó como “cartero”. Durante la Guerra Civil llevó sacos de cartas desde Barcelona a Menorca, con sellos especiales, hoy de gran valor para los coleccionistas. La clase C fue la más moderna de las series de submarinos que participaron en la Guerra Civil española. Los más antiguos, los A, no combatieron; sin embargo, los B y C, sí tuvieron cierta importancia en la contienda.
Todos estos submarinos fueron fabricados en España, en la base de Cartagena. De la serie C, también conocida como Tipo Holland, se construyeron seis unidades de 73 metros de eslora, 6 de manga y casi 1000 Tm de desplazamiento en superficie. Estaban propulsados por dos motores diésel de la marca Vickers, de 1000 CV cada uno, y dos motores eléctricos de 375 CV. Podían alcanzar los 16,5 nudos de velocidad en superficie y los 8,5 en inmersión. Eran modernos y efectivos en los años 30 y 40. Su papel en la guerra (todos ellos en el bando republicano) no fue decisivo, pero la historia del C4 fue diferente.
La Guerra Civil española sorprendió al C4 en su base de Cartagena, en el bando de la República. De inmediato se movilizó toda la flotilla. Todos los submarinos disponibles, tanto de clase B como los más modernos de la clase C, se dirigieron al Estrecho con la intención de evitar que las tropas sublevadas en África cruzaran a la Península. Sin que en el Estrecho se produjera finalmente enfrentamiento alguno, el C4 recibió el día 20 de julio de 1936 la orden de regresar y poner rumbo al puerto de Málaga. Aquí, en este punto, en su rumbo al puerto, los acontecimientos se torcieron por primera vez en la historia del C4. Estando el capitán en su cabina y el primer oficial en la torreta, mientras el submarino navegaba en superficie, algunos marineros encañonaron a los dos altos oficiales por considerarlos “sospechosos” de simpatizar con los sublevados. De esta manera, un teniente venido en una embarcación desde otro submarino se hizo cargo del mando del C4, manteniendo el rumbo a Málaga. Dos meses más tarde, el capitán y el primer oficial serían fusilados.
Durante los meses posteriores, al inicio de la Guerra Civil, el C4 tuvo varios encuentros con el enemigo. Realizó fuego de torpedos y cañón contra varios buques en el Estrecho, siempre sin éxito. Recibió fuego a la altura de Huelva de una batería de costa, en poder de los sublevados, teniendo que recalar en Tánger para reparar. Junto con varios submarinos republicanos permaneció en el Cantábrico hasta noviembre de 1936, realizando misiones de combate, sin que nunca hundiera buque alguno. Igual que el famoso submarino B1, también hundido posteriormente en Mallorca, el C4 nunca acertó en sus disparos. Tras la guerra, algunos de sus tripulantes supervivientes contaron a sus descendientes que nunca dispararon “a dar”, y que si les presionaban mucho sus jefes para hundir buques, averiaban secretamente el submarino y se dirigían a su base.
Terminó el año 1936 patrullando las aguas del Estrecho y Cartagena, en Bilbao quedó sólo el C5, para cubrir todo el frente norte. En esos primeros meses de guerra se perdieron los submarinos republicanos B5, B6, C3 y C5, es decir, la mitad de las fuerzas submarinas del gobierno leal a Madrid. El C4 pasó el inicio del año 1937 en las aguas de Valencia y Barcelona, con la misión de evitar la llegada de barcos italianos. Mientras, en el norte la situación se tornaba desesperada para la república, por lo que el C4 fue enviado a Bilbao, donde llegó el 9 de mayo de 1937. A medida que se perdían ciudades, a favor de las tropas nacionales de Franco, el C4 pasó de Bilbao a Santander y de allí a Gijón.
Toda la flota del norte de la república se refugió en Gijón cuando la aviación alemana atacó el puerto, causando importantes daños en el C4. Repararon y escaparon rápidamente al puerto francés de Le Verdon, donde permanecieron casi un año, sin actividad bélica. Entre los comandantes de los submarinos allí refugiados se produjeron intentos de cambiar de bando. Finalmente, el 14 de abril de 1937 tomó el mando del C4 el comandante soviético Kuzmin, regresando a Cartagena tras nueve días de peligrosa travesía. De Cartagena pasó el C4 a ser destinado a Barcelona, donde tuvo como misión llevar el correo ordinario a la isla de Menorca, la única de las Baleares lean a la república. En realidad realizó sólo dos viajes con cartas desde Barcelona a Mahón, uno de ellos con un periodista extranjero abordo, para que “diera fe” del hecho histórico. El objetivo de esta misión no fue como se dijo dar moral a los menorquines, sino que el gobierno de la república lo que buscaba era hacer la primera serie de sellos “submarinos”.
En aquella época, los sellos eran un “valor refugio” en todo el planeta, y coleccionistas de todo el mundo compraron series completas de aquellos curiosos sellos, donde aparecen dibujados submarinos del tipo A y B. Luego se supo que se vendieron muchos más sellos matasellados de los que en realidad trasportó nunca el C4. Aquella fue una forma de capitalizarse para el gobierno de la República. Poco antes de terminar la guerra, el C4 se refugió en el puerto tunecino de Bizerta. El submarino regresó con nueva tripulación a España para formar desde entonces de la Armada.
TRAGEDIA EN MALLORCA
El 27 de junio de 1946 se realizaron unas fatídicas maniobras frente a las aguas del Port de Sóller. Participaron los submarinos C4, C2 y el sumergible General Sanjurjo, así como los destructores Churruca, Alcalá Galiano y Lepanto. Los tres submarinos partieron de la base naval de Sóller a las 8.30 horas, poniendo rumbo a un punto situado a 15 millas del través del Faro de Cap Gros. En esa zona se desplegaron en formación de triángulo equilátero de 10 millas de lado.
El ejercicio consistía en que los tres submarinos debían esperar la llegada de la flotilla de destructores, que hacían de “enemigos”. La flota que supuestamente atacaría Sóller, defendido por los tres submarinos, vendría de Formentor, en paralelo a la costa. El C2 hizo el simulacro de su ataque a las 13.11 horas, a 22 millas del faro de Cap Gros, por la popa de la flota, regresando a puerto después de los supuestos lanzamientos de torpedos. Posteriormente, el C4 debía realizar su ataque, pero sin que se sepa la razón, emergió exactamente a las 13.55 horas justo en la proa del destructor Lepanto, que no pudo evitar abordarlo. El Lepanto navegaba a 14 nudos de velocidad en ese momento. En su costado de estribor y casi por el centro del submarino, entre la torreta y el cañón, el destructor abordó al submarino C4, pasando por encima de él.
El submarino quedó casi partido y se hundió en el acto. El Lepanto no pudo más que constatar la mancha que quedó en la zona. Poco después toda la flota se reunió en el lugar del siniestro y allí pudieron ver cómo trozos de madera de caoba de la cámara de oficiales salía a la superficie, así como papeles, una silla y otros elementos que hacían deducir que el destrozo en el C4 había sido fatal de necesidad. Los 44 tripulantes del C4 debieron perecer en los primeros segundos.
Oficialmente el submarino C4 sigue “desaparecido”. Nadie lo ha localizado o filmado. La profundidad en la zona del abordaje es de más de 300 metros, inaccesible para los buceadores deportivos o profesionales. Tal vez sólo los submarinos científicos de última generación podrán un día localizarlo y filmarlo, honrando así a la Armada Española y a aquellos 44 hombres que un día de junio de ahora hace 75 años, partieron del Port de Sòller para no regresar jamás.
El submarino C-4 desapareció con toda su tripulación, integrada en aquel momento por seis oficiales y 39 suboficiales, especialistas y marineros. Era su comandante el capitán de navío Francisco Reina Carvajal, oficial condecorado y considerado un gran marino. Integraban el resto de la oficialidad los tenientes de navío Horacio del Barrio Ribero y José Ribero Tapiador, los alféreces de navío Francisco Martínez García y Antonio Bosque Blanchi y el oficial de máquinas José Cifuentes González. El segundo comandante del C-4, teniente de navío Enrique Roland, no pudo embarcar por encontrarse enfermo y así salvó su vida. Lo mismo sucedió con dos mecánicos del C-4, desembarcados por cambio de destino horas antes de que el submarino abandonara el Port de Sóller junto a otras unidades participantes en las maniobras allí concentradas.