No parece que los desarrollos en el mercado de embarcaciones eléctricas sean operativos en la actualidad.
El pasado 16 de diciembre el Govern balear anunció a bombo y platillo el plan de ayudas para la descarbonización de la náutica en las Islas. Una lluvia de 25 millones de euros regará a las embarcaciones particulares, de chárter y también de pesca profesional o transporte marítimo que se sumen a la electrificación de motores y las cero emisiones.
Las intenciones son buenas, al menos, eso parece. De hecho, esta vez el Ejecutivo autonómico ha pedido la opinión de los que saben: los ingenieros navales y oceánicos, que por lo menos han indicado cómo se debería abordar este cambio que en la náutica se podría decir que apenas ha comenzado. Sin embargo, implementar ahora unas ayudas para adaptar o comprar barcos para que su propulsión sea eléctrica parece un brindis al sol. La realidad es que estas embarcaciones todavía no se han comercializado salvo de manera testimonial por su poca eficiencia y escasa autonomía.
Un factor positivo es que estas ayudas dediquen un elevado porcentaje (10 millones de euros) a la implantación de energías alternativas, solar, eólica o unidimotriz (generada con el movimiento de las olas) en los puertos deportivos y la promoción de la instalación de puntos de recarga para embarcaciones eléctricas en estas instalaciones. Un ejemplo de estas carencias es el hecho de que en pocos meses Baleària comenzará a navegar su primer ferry eléctrico en la ruta entre Ibiza y Formentera. Sin embargo, la falta de infraestructura de recarga obligará de momento al buque a utilizar el diésel para impulsar sus motores.
La mayor parte del plan de ayudas (15 millones) está destinado a la replica orologi panerai sustitución de embarcaciones propulsadas por combustibles fósiles por embarcaciones eléctricas o la transformación de los motores de barcos todavía en uso para que puedan ser alimentados por energía eléctrica.
Y es en este apartado donde no parece que exista una posibilidad real válida de barcos de cero emisiones con una autonomía cercana a la que ofrece un barco propulsado por gasolina o diésel.
El problema básico de la tecnología eléctrica es que se da un binomio difícil de solucionar entre autonomía y peso. Las baterías son muy pesadas. Según explicaba el responsable de la comisión de chárter de APEAM, José María Jiménez, apenas dan para llegar a los límites de la Bahía de Palma.