Para alguien como yo, que llevo sesenta años en la mar, era difícil creerlo, y más imaginar que una cosa así pudiera suceder en el Mediterráneo. Cuando los vientos del Golfo de León suben a su máxima intensidad, no pasan de 50 nudos, como pudimos ver en el artículo del mes pasado, que ya es un viento brutal para barcos de recreo; pero llegar a 100 nudos es diabólico y merece nuestra máxima atención, ya que está íntimamente relacionado con la temperatura del agua de la mar que, en Baleares, este verano ha llegado a los 30 grados, a pesar de que hasta las Islas llegan corrientes submarinas frías con origen en el Estrecho de Gibraltar, pero que, por desgracia, bajan de intensidad a partir del cabo de Gata.
Sin embargo, en las Bocas de Bonifacio, el canal que separa el Sur de Córcega del Norte de Cerdeña, el agua está más encerrada y se calentó a 32 grados, lo que produjo un ciclón de tipo tropical, que se llevó por delante a cuantos barcos estaban fondeados en las muchas ensenadas que hay en ambas islas. Da igual el ancla que tuviese cada uno, pues ninguna puede resistir esa aterradora intensidad de viento.
Uno de los patrones que logró poner su barco a salvo abandonando con rapidez su fondeadero para adentrarse en la mar, fue Frederik Guiot, un experto marino, propietario de un seguro Contesa 41 de 17 toneladas; tras el huracán, dio estas claves de las que podemos aprender mucho:
“A primera hora de la mañana, sin dormir en toda la noche, vimos la terrible nube que se nos venía encima y abandonamos el fondeo. En una hora el viento pasó de 40 a 50 y 60 nudos: treinta minutos después, a 75 nudos, llegando, minutos después, a 100 nudos. Estaba abrumado, el agua cubría la popa por completo, y el cielo se puso negro en plena mañana. Vivimos unas horas de horror. Sin embargo, he ganado mucha confianza en el barco pues, a pesar de la paliza que le propinó el huracán, resistió bien y apenas tiene daños. La mar se aplana por la brutal intensidad del viento, y no le permite encresparse demasiado. Sube para arriba como si hirviera, como si hubiera una manguera debajo del barco. No tienes ningún control sobre él; se desplaza para todos los lados. El timón es mejor fijarlo y no tocarlo, pues te puede romper los brazos. Cerré el tambucho de la cámara, me até con el arnés sentado en la parte baja de la bañera, y dejé que el velero fuera a donde lo llevara el viento, hasta que las rachas bajaron a 40 nudos; a partir de ahí todo se hizo más manejable y empecé a recuperar el control del barco.”
Los que alguna vez han vivido vientos de cuarenta nudos saben que no es lo mismo una intensidad de viento contínuo que llega de lejos con amplios senos entre sus olas, que una hora de ráfagas de 100 nudos con origen cercano en aguas tranquilas sin oleaje marcado. Por eso, en cuanto el viento amainó, en menos de una hora, la mar volvió a ser navegable, con crestas de apenas un metro de altura.
El calentamiento de la Tierra, y especialmente el de la mar, gestor de todas estas catástrofes, cada vez lo sentiremos de forma más acusada y grave, sobre todo, la náutica de recreo y deportiva, a la que, como en este caso, ni siquiera dio tiempo para buscar refugio, y muchos barcos fueron arrastrados a las costas, sin que sus tripulaciones pudieran evitarlo.
Es verdad que, a finales de agosto, en muchas ocasiones se han dado en nuestras costas fuertes fenómenos atmosféricos, pero jamás superaron los 50 nudos. Las rachas de 100 incapacitan a la mejor tripulación para maniobrar y salvar el barco, a no ser que se tome la valiente decisión de Frederik Guiot y algunos otros, dejando el fondeo con suficiente tiempo para buscar la relativa seguridad de la alta mar, lo que les permitió correr el temporal sin tener la costa cerca, y salvar sus barcos.
En el Cantábrico, la temida galerna jamás ha superado los 40 nudos en un periodo máximo de una hora, a pesar de que la temperatura del agua no llegó, como este año, a 22 grados. Sin embargo, en el Mediterráneo, y con mayor incidencia en el Este del mismo, como en el Golfo de Génova, las cosas son muy distintas, al igual que pasa en Grecia. El Jónico es una excepción, ya que se refresca con las aportaciones de sus ríos y torrentes que bajan de las montañas de Croacia y Servia.
Así que, esta anomalía de 100 nudos de intensidad del viento, por desgracia, la volveremos a ver, y algunos a padecer, por lo que los navegantes de estos mares cerrados tendrán que estar más atentos a los cambios de humor del clima, pues la meteorología, como habréis podido comprobar, suele estar perdida en estas épocas estivales, en las que sus previsiones sobre estos fenómenos suelen ser inexistentes. Sin embargo, el instinto y el olfato marinero que debemos ir educando las gente de mar a lo largo de nuestra vida, como lo hacen los profesionales, será nuestra única vía de salvación para evitar ser actores en estos graves accidentes.
Carlo Buontempo, director del clima en el programa de satélites Copernicus de la Unión Europea, dijo tras el huracán:
“Nos procupan muchísimo las anomalías del Mediterráneo, pues está hirviendo. Se ha mantenido seis grados por encima de su valor normal. Es un almacén de energía. Unido a la humedad en las capas bajas de la atmósfera, puede producir innumerables catástrofes en las próximas semanas. Con el cambio climático, las olas de calor nos parecen extremas, pero serán comunes en el futuro, y más intensas. El aumento de la temperatura del mar se corresponde con lo que sabemos del cambio climático. Es un problema de balance de energía, la que llega del sol, y la que el planeta es capaz de devolver al espacio; y como tenemos un exceso de gases de efecto invernadero, hacen de paraguas, y no podemos enfriar el planeta. El cambio climático está conectado a las actividades humanas y a los gases de efecto invernadero que vertimos a la atmósfera, de eso no cabe ya la menor duda”
La cifras del Huracán: 125 peticiones de auxilio. Se hundieron y encallaron 58 embarcaciones. Se realizaron 120 intervenciones de salvamento. Para los rescates se utilizaron seis helicópteros, dos aviones de reconocimiento y 12 embarcaciones pertenecientes a diferentes estamentos oficiales.