En un Botón de ancla anterio destaqué al mallorquín don Juan José Pérez, teniente de fragata de nuestra Armada. Hoy toca otro teniente de Fragata, el ibicenco Antonio Riquer Arabí (Ibiza, 1773-1846).
Embarcó muy joven en el cabotaje entre Baleares y la Península, pues su padre era marino. Cuentan las crónicas que navegando en 1799 en el jabeque San Antonio fue hecho prisionero por una fragata inglesa, junto con su padre y dos marineros, por suerte liberados al navegar por la zona un bergantín danés.
Para hacer frente a los ataques y defenderse, Felipe IV dio carta de naturaleza a la actividad corsaria, legal y altamente regulada, a diferencia del pirateo. Se encumbró como corsario con la toma de la fragata inglesa Felicity en 1806. Riquer supo de su presencia en aguas pitiusas y no dudó en salir a abordarla. Su padre, segundo de a bordo, intentó disuadirle, pero ordenó la puesta a flote del jabeque San Antonio y Santa Isabel que estaba siendo reparado y calafateado. El marinero Xicu Planells afirmó que «resistiría bien si dos o tres tripulantes cuidaban de achicar el agua». Toni Torres, dirigiendo el montaje de la artillería, confirmaba la disposición a bordo de dos cañones de a ocho, cuatro de a seis, dos de a cuatro y un obús de a dieciséis; embarcando también «frascos de fuego» (hoy conocidos como cócteles Molotov).
Largó velas con treinta hombres, divisando la bandera roja de combate en la Felicity, que recorría la costa «con desprecio y majestad». Cuando consiguieron alcanzarle se percataron de la gran superioridad del inglés, con mayor calibre y más artillado.
El jabeque hizo cuatro descargas con todo, respondiendo el inglés con dos cañonazos que barrieron la cubierta matando a un tripulante y malhiriendo cinco; el segundo comandante murió en brazos de su hijo. Cubriendo el cuerpo con una bandera, gritó: «Al abordaje, ¡ánimo!»
Los ibicencos abordaron la fragata, asegurándola con arpones y arrojando los frascos de fuego. Respondieron con fusiles y granadas, cayendo más heridos y muertos. Tras veinte minutos de combate se rendía la Felicity. Ignacio Riera, testigo presencial, afirmó: «En breves oras vimos con singular juvilo el pavellon Inglés como trofeo de nuestro Católico Monarca».
La entrada en puerto mezclaba júbilo por la victoria y duelo por las víctimas. Desembarcaron a los heridos graves y luego alinearon sobre el muelle a los marinos muertos: Francisco Riquer Riera, Antonio Serra Grisaldo, José Pujol Torres, Pedro Sala Alarcón y Manuel Pujol Costa.
Riquer fue nombrado alférez de Fragata y tomó el mando de una pequeña flota corsaria. Su actividad fue exitosa pues liberó el jabeque mallorquín San Luís y capturó un buque insurgente cerca de Benidorm que antes había derrotado a una flotilla de guardacostas. Por Real Orden de 24 de febrero de 1821 le concedieron por méritos el empleo de teniente de fragata. En 1823 se le encargó la expedición a Cartagena en socorro del mismo general Torrijos, que defendía la ciudad del francés.
Riquer siguió haciendo el corso hasta 1828, año en que fueron desarmados tales barcos por orden gubernativa. Un 2 de julio de 1846 falleció en Ibiza, olvidado y pobre, a los setenta y tres años de edad. En el casco antiguo de Vila hay una placa recordando su figura, que vi esta Navidad paseando, motivo de estas líneas. Y en el puerto nos lo recuerda el Obelisco al corsario. Gloria a nuestros héroes de la Armada.