El ABC del 16 de junio recogía las declaraciones del historiador Timothy Snyder: «Putin tiene un plan para matar de hambre a gran parte del mundo». El profesor de la Universidad de Yale hacía estas declaraciones a través de Twitter, advirtiendo de que Putin planea matar de hambre a asiáticos y africanos para ganar su guerra en Europa. Para mí, lo peor es que estoy convencido de que tiene razón.
Ucrania es uno de los principales exportadores de alimentos y todo se exporta por barco. Por eso Putin ha ejecutado un bloqueo naval total, que impide exportar nada. Son decenas de millones de toneladas de alimentos que se pudrirán en los silos de los puertos y millones de personas en África y Asia están abocadas a morir de hambre. Así de claro.
Esta situación no es nueva, ya la ejecutó Stalin. Su plan mató al menos a cuatro millones de ucranianos. Luego la propaganda soviética tildó de nazis a aquellos que llamaron la atención sobre la hambruna. ¿Les suena? Según el historiador, Putin ha trazado un plan en tres niveles: destruir el estado ucraniano cortando sus exportaciones; generar refugiados del norte de África y Oriente Medio y producir así inestabilidad en toda la Unión Europea. Será una hambruna mundial con muertes masivas que le permitirá a Putin ganar en propaganda. Por eso el hambre es su «arma silenciosa».
David Beasley, Director del Programa Mundial de Alimentos, nos recuerda las cifras: la inanición ha aumentado de 80 a 135 millones de personas antes de la COVID. Debido a la pandemia 276 millones de personas más van hacia la inanición. Y por la crisis ucraniana aumentará a 323 millones, como mínimo. Por eso, añade, no abrir los puertos en la región de Odesa será una declaración de guerra a la seguridad alimentaria mundial y provocará desestabilización y migraciones masivas en todo el mundo.
Ya son 25 los millones de toneladas de cereales que están atascados en Ucrania y que no se pueden sacar del país. Rusia ha bloqueado centenares de barcos comerciales en el mar Negro y el mar de Azov y ha minado toda la zona marítima, lo que impide las exportaciones de grano, sobre todo a través del puerto de Odesa. Y barcos mercantes fueron atacados por los rusos. Es más, si la guerra se acabara hoy mismo harían falta al menos seis meses para limpiar el mar de minas y reactivar el tráfico mercante en la zona.
Como confirmaba Anders Aslund, economista sueco y antiguo miembro del Consejo Atlántico, es imposible que las rutas terrestres y ferroviarias de Polonia, Rumanía, Eslovaquia y Hungría asuman estos volúmenes tan grandes, por lo que es inviable compensar el bloqueo del Mar Negro a través de la frontera terrestre.
La FAO de la ONU estima que entre el 20% y el 30% de las superficies sembradas quedarán sin cosechar durante la temporada 2022/23. Existen considerables incertidumbres en torno a la capacidad de los agricultores ucranianos para plantar cultivos: falta de combustible, fertilizantes y equipos. Y muchos campos están minados.
En la OTAN se estima que la guerra en Ucrania durará años. Su secretario general ha advertido a los países occidentales que debemos estar preparados para seguir ofreciendo apoyo a Kiev a largo plazo. En el mundo desarrollado todo esto nos afecta mucho. Pero ¿sabe el lector a quién afectará de verdad todo esto? A los más pobres.