Prestaba servicio en las aguas españolas de Filipinas en los años previos a la pérdida de nuestros territorios de ultramar, destacando en infinidad de acciones militares, siendo un ejemplo la toma del poblado Nasugbu, actualmente municipio de primera clase de la provincia de Batangas, rodeado de la Montaña Pico de Loro y no muy lejos de la península de Punta Fuego.
Los partes oficiales que llegaban de Filipinas narraban más hechos de armas, como el ocurrido cuando zarpando el cañonero de Manila y recorriendo hacia el Sur la costa oriental, «en la travesía reconoció la goleta mercante Cahmianes, que habían intentado abordar el día anterior dos pancos de moros piratas, los cuales procedían del río Tinán. El alférez Sola se dirigió a la boca del expresado rio y, no pudiendo penetrarla con el cañonero, armó el bote del mismo y también el de la goleta Cahmianes, entrando en el río y recibiendo a poca distancia de su desembocadura fuego de fusil de la orilla derecha, al que contestó con la gente que llevaba en las embarcaciones. Continuó el intrépido oficial río arriba, con el objeto de ver si divisaba los pancos para quemarlos; pero como le hiciesen mucho fuego de una casa que estaba en la plaza, intentó desembarcar en sus proximidades para quemarla también; pero en esta operación recibió una descarga a quemarropa, de la que resultó herido de gravedad el valiente oficial ya mencionado, el cual cayó sin sentido, siendo también heridos de poca importancia algunos otros tripulantes del cañonero. En vista del desgraciado acontecimiento, el condestable que quedó mandando la fuerza ordenó la retirada».
El Diario La Opinión de Santa Cruz de Tenerife publicó en noviembre de 1898 una reseña con los siguientes párrafos: «Las Marianas volvieron a ser territorio de soberanía española desde el día siguiente en que el Charleston salió de aquel puerto para Manila con la expedición que convoyaba, ósea desde el 22 del pasado junio. El elemento español civil que allí quedó arrió el pabellón norteamericano e izó al momento nuestra bandera, a la que se prestó el debido homenaje con los escasos medios de que se disponía. Se hizo cargo del Gobierno de las islas el administrador español de Hacienda, y siguió funcionando el régimen de las Marianas como antes de apoderarse de ellas los americanos».
La sorpresa llega cuando a continuación se cita al cañonero Bulasan, con el siguiente tenor: «Lo que nos queda de la escuadra española por Bisoyas está en movimiento, de orden del general Ríos. Con dichos buques de guerra va el mercante Churruca, que días pasados echó a pique al vapor pirata Bulasan, convertido en cañonero». Con sorpresa se narra que los yanquis lo pusieron de nuevo a flote, teniendo por ello en servicio al cañonero Bulasan y la lancha Ceres, ambos de nuestra escuadra.
Estas notas que encontré y apunté en su momento, las recordé al leer una reseña en el periódico Ultima Hora escrita por Miquel Ferrá i Martorell, que mencionaba la efeméride de 1899 del regreso de ultramar a Baleares de varios militares citando, entre otros, al marino mallorquín Pedro Sans Garau, curiosamente como comandante del Bulasan en aquellas aguas y que llegó en su carrera a capitán de navío, con destinos tan destacados como el mando del acorazado España. Honor y gloria a nuestros marinos.