
Postal conmemorativa de la Kieler Woche con el Meteor IV, botado en 1909, con una imagen del Kaiser Guillermo II.
Guillermo II de Alemania no fue ni un niño normal, ni un adolescente normal, ni un adulto normal. Era uno de esos segundones de las coronas, esos que están en el puesto quinto o más para la sucesión, y que por beneficiarse de un trato de favor sin tener ninguna responsabilidad, terminan siendo unos tarambanas insufribles e inservibles, con fotos de uniforme en las bodas de los primos y nombramientos en consejos de grandes empresas para ganarse unos dinerillos y aparentar no ser vagos.
Pero a don Guillermo le tocó suceder a su abuelo y a su padre fallecidos ambos en 1888, año al que se llamó el año de los tres emperadores. A los 29 años fue proclamado Emperador de Alemania y Rey de Prusia, que no eran titulillos de revista del corazón. Su Majestad Real e Imperial Federico Guillermo Victor Alberto Hohenzollern no estaba preparado para ello, aunque su abuela fuera la reina Victoria de Inglaterra y le adorara.
Los tres primos (Nikolai II Alexandrovich Romanov, último Emperador de Rusia, Rey de Polonia y Gran Duque de Finlandia; George Frederick Ernest Albert, rey del Reino Unido, sus posesiones de ultramar y Emperador de la India, y don Guillermo II) regían buena parte del mundo.
La náutica era parte de la familia, que llevaba 300 años como regente de Prusia y 500 de regente de Brandemburgo. Utilizaban mucho sus yates a motor Hohenzollern, de 88 y 120 metros, sobre todo Guillermo II, que todos los años hacía un largo viaje a la región del Sognefjord en Noruega, al norte de Bergen, donde el Hohenzollern II fondeaba frente al hotel Kviknes, en Balestrand. Allí le pilló, en julio de 1914, la noticia del inminente inicio de la primera guerra mundial, a la que había contribuido con la destitución del canciller Bismarck, quien intentaba unificar Alemania, y otras decisiones erróneas en estrategia y diplomacia.
Muy a su pesar, hubo que levar anclas y poner rumbo a Kiel. No sabía que serían sus últimas singladuras como Emperador. Guillermo II pasaba muchas temporadas navegando en Inglaterra, era miembro del Royal Yacht Squadron, club náutico pijo y elitista que negó la entrada a la Reina Victoria por ser mujer. Guillermo tuvo cinco yates a vela. El primero, Thistle de 33 metros se lo compró a un británico en 1887 y le cambió el nombre por Meteor. Meteor II, de 37 metros, fue diseñado por G.L. Watson, un Frers inglés de la época, y fue casi imbatible en regata. Meteor III fue diseñado y construido en USA en 1902; su madrina fue la hija del presidente Roosevelt. Meteor IV, de 47 metros fue producto del astillero alemán Krupp Germaniaworks en 1909. Y Meteor V, de 48 metros, también todo alemán, se construyó en 1914 y fue uno de los yates más bonitos de la época.
Uno de sus tripulantes, Wilhelm Delaporte, emigrado a Argentina, fue quien me enseñó a navegar cuando yo tenía 6 años. Del Royal Yacht Squadron le suspendieron por llamarle despectivamente «tendero» a Thomas Lipton, gran amigo regatista del Rey Eduardo VII y armador de 5 desafíos de la Copa América con sus Shamrock. El Kaiser organizó el desafío del cruce del Atlántico en 1904, cuyo reglamento estipulaba llevar las hélices en cubierta, para evitar hacer trampa.
Tenía poder, dinero, conexiones y alcurnia. Apostó por socios equivocados. Lo único que hizo bien en su vida fue crear y navegar sus magníficos yates. Murió en Holanda en 1941 después de 23 años del exilio que se vio obligado a aceptar al abdicar en 1918 por la derrota de Alemania en la Gran Guerra que causó 10 millones de muertos.
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