Apenas hace unas horas que ha salido el sol. El día es feo, una tramontanada de invierno barre el mar y nadie se ha aventurado a navegar en los últimos días. Sin embargo, un pailebote francés arriba a puerto y rápidamente baja un chinchorro que llega a la oficina del puerto.
-Por poco nos estampamos en el Cap de Formentor; no lucía el faro y tan sólo los primeros rayos del día nos han dejado ver dónde estábamos. Al doblar el cabo hemos visto una gran bandera negra desplegada.
Joan Cifre -el jefe del puerto- llama a Bermudo y dos marineros más, Dominique y Guiem.
-Hay que ir al faro inmediatamente, una bandera negra significa que los torreros piden auxilio urgente. El temporal puede haber roto la luminaria o se habrán quedado sin combustible o alimentos, ya que no han recibido provisiones en la última semana por el temporal. Hay dos torreros, el principal es Juan Gómez, un valenciano muy simpático, y un joven en su primer destino, Rafael Carbonell.
-Deberíamos ir a remo -dice Bermudo-, bajar el mástil del Esquitx, dos remanando y uno de refresco y, tal vez, Pedrete de timonel. Todavía pesa poco.
En seguida se arma la expedición: árbol abajo, un tonel de combustible, uno de agua, galletas de marinero, un saco de harina, uno de legumbres, un queso…
Comienza la boga a buen ritmo. Bermudo y los nervudos brazos de Dominique consiguen que el llaüt avance a dos nudos y pico. El Esquitx llega a Punta avanzada y cruza hacia la Punta de la Monea. Se hace difícil pasar por Cala Pi de la Posada. El viento cae por las montañas y la barca zozobra. Llegada al islote de Formentor, cambio de remeros: Guiem sustituye a Bermudo, que achica agua. Paso por Cala En Feliu, que es ahora la desembocadura de un torrente. Alto en el Castellet para reponer fuerzas mientras Pedrete mira incrédulo la mar. El viento amaina pero el horizonte sigue siendo una línea confusa.
-Desde Cala En Gossalba hay una hora y media andando hasta el faro y remando habrá algo menos hasta el moll del Patronet, pero no podremos abarloarnos al muelle. ¿Qué hacemos, Bermudo? –pregunta Guiem.
- Somos marineros, iremos por mar –responde erróneamente Bermudo.
Efectivamente, a partir de la Punta del vent remar es dificilísimo, los remos quedan al aire y se golpean entre ellos. Desde el Niu de l’Aguila se levantaba una pared que no dará refugio ni descanso hasta el faro. Dejan de remar con dos pares de remos para usar sólo uno, pero Dominique permanece sentado bogando mientras Guiem cia de pie. Pedrete está blanco a la caña.
Asoman la proa por Ca n’Eloi y tratan de llegar al moll del patronet. En el segundo intento se acercan a tiro de piedra, pero es imposible la recalada. Bermudo decide saltar al mar y cruzar a nado; se golpea con el muelle, pero consigue subir.
¡Ojo con esa ola! -le gritan desde el llaut.
Comienza la subida hacia el faro: 180 metros de desnivel que se resumen en 272 peligrosos escalones tallados en la piedra y 300 metros de camino serpenteante.
Dominique y Guiem maniobran el barco y se dirigen hacia Cala En Gossalba, tratarán de llegar desde ahí con algún fardo a la espera mientras Pedrete vigila el fondeo durante la noche.
A medida que Bermudo sube, ha de pelearse también con el viento, que es un muro. Deja los escalones y comienza el difícil camino; le parece increíble que suban las provisiones por esta grieta de piedras desnudas.
Llega exhausto y tiene que tumbarse, el viento sacude con furia los pocos árboles que aguantan y ya puede ver la bandera negra ondeando en el mástil de señales. El edificio del faro es de planta cuadrada -una puerta y cuatro ventanas a cada lado- y, encima, la entrada está en una terraza con el brocal de un pozo. Apoyado en él Bermudo ve a una persona. Juan Gómez tiene el pelo blanco, lleva días sin afeitarse y le tiemblan las manos. Los dos hombres se ven y el farero saluda mecánicamente pero no reacciona a la visita. Bermudo entra en el faro y ve todo por en medio, restos de un incendio en una de las dependencias y oye golpes detrás de una puerta atrancada con una silla.
-¿Juan, qué ha pasado? -pregunta Bermudo.
-Se volvió loco, cinco días sin salir y con la tramontana entrando por las ventanas lo trastornó. Trató de huir, pero no pudo cruzar la terraza; decía que me mataría, quiso quemarlo todo para que vinieran a buscarlo…Tuve que reducirle y amenazarle con la escopeta.
-¿Y el faro, cómo es que no lo encendisteis?
-El viento, el viento…
Bermudo lo ve claro: los dos torreros están trastornados.
Esperar a que lleguen Guiem y Dominique para hacerse con el control. Mientras tanto hay que encontrar el arma.