LA TRIBUNA DE LA MAR

MIGUEL FÉLIX CHICÓN RODRÍGUEZ

Nacido en Tánger en 1960, las travesías del Estrecho de Gibraltar realizadas siendo niño le dejaron un poso que le llevó a cursar, años más tarde, estudios de capitán de la marina mercante en Palma y Barcelona. Desde 1978 hasta 1994 navegó como oficial en buques petroleros, en frigoríficos, como alférez de fragata en la Armada española y ejerció el mando de buques de pasaje, de tipo ferry y embarcaciones de alta velocidad. Fue jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Palma desde 1996 hasta 2022.

El motín del San Jerónimo (y II)

Lope Martín quiere abandonar en el atolón de Ujelang a los que considera sospechosos de no apoyarle, pero las cosas no salen como pretende

Lope Martín pretendía abandonar a los que no le apoyaban en el atólón de Ujelang, ahora adscrito a las Islas Marshall.

«¿Qué es lo que somos? ¿Personas? ¿O animales? ¿O salvajes?» (El señor de las moscas, William Golding)

 

A principios de julio de 1566, con la excusa de que es necesario calafatear el barco para seguir navegando, y aún a riesgo de naufragar, Lope Martín consigue adentrarse en la laguna interior de Ujelang. Pero sus planes no pasan por carenar el San Jerónimo, sino por abandonar en ese atolón a todo aquel del que sospecha. Tras fondear, ordena aligerar el galeón, incluyendo casi todas las armas, cartas y agujas de marear, y algunas provisiones. Para que el plan pueda desarrollarse sin recelos, el propio Lope desembarca junto con toda la tripulación. A bordo solo permanecen de guardia unos cuantos acólitos de Lope Martín, armados y vigilantes. Sin embargo, se van haciendo evidentes sus intenciones. Tanto, que incluso el capellán, Juan de Vivero, se atreve a hablar con alguno de los más cercanos a Lope, para hacerle desistir de tan inhumano plan, pero nada consigue. 

El contramaestre Rodrigo del Angle y algunos hombres más, que han adivinado el fin de tan enrevesado plan, se conjuran para rebelarse contra semejante tiranía y se confiesan al capellán. Según narra Juan Martínez, «el padre clérigo con gran vehemencia les inflamó los corazones, diciéndoles cuán justo era y cuán gran servicio a Dios, y que haciéndolo Dios les ayudaría a salir con ello».  A mediados de julio logran hacerse con el pequeño batel y acceder a bordo, donde reducen a los que están de guardia. Uno de ellos logra huir y nadar hasta la orilla, donde da la noticia a Lope Martín. La nueva corre como la pólvora entre los que permanecen en tierra. Algunos de los marineros fieles a Lope Martín que siguen a bordo largan amarras y dan velas para hacer encallar el barco. Pero la providencia está de parte de Angle y, en ese momento, cesa toda brisa. Aun siendo pocos hombres, son capaces de gobernar el galeón, remolcándolo con el batel fuera de la laguna, donde fondean a una prudente distancia de la costa, mientras dan voces para que se les unan los leales.

La situación en las poco más de 100 hectáreas del atolón no es mucho mejor que a bordo. Los partidarios del rey no se atreven a enfrentarse a los de Lope Martín, que poseen la mayor parte de las armas, y se esconden como pueden entre los árboles. Intentan llegar al San Jerónimo a nado o con la ayuda del batel, desde diferentes zonas del atolón. Rodrigo del Angle necesita más tripulantes para poder gobernar el galeón y mantiene el fondeo, esperando que se les unan más hombres, que van llegando poco a poco, abandonando a Lope Martín. Pero no disponen de cartas ni compás, aunque sí de provisiones, de las que carecen en la orilla. Entonces acuerdan un trueque: a bordo del batel envían provisiones para unos cuantos días, a cambio de una de las agujas que guardan en tierra.

La suerte está echada: al poder disponer de un compás a bordo y de suficientes hombres, levantan el fondeo y dan velas, alejándose del atolón poco a poco. Desde a bordo ven cómo un grupo de hombres, al percatarse de su partida, agita frenéticamente en la playa una bandera blanca suplicando que les esperen, con la promesa de que ellos mismos matarán a Lope Martín con sus propias manos. Es la última imagen de los 27 hombres que quedan abandonados a su suerte en Ujelang. El atolón se va empequeñeciendo sobre el horizonte hasta desaparecer. A bordo son ejecutados los que más le han apoyado y participado en los asesinatos.

Rodrigo del Angle no es experto navegante y sufren numerosas vicisitudes y tormentas. A mediados de octubre tienen la fortuna de encontrarse con una nave española, que los conduce a Cebú, donde dan cuenta de lo acaecido a Legazpi, que solo manda ejecutar al escribano, Juan de Zaldívar. Los demás son perdonados. La llegada del San Jerónimo a Filipinas, sin embargo, certifica el éxito de Urdaneta y el Tornaviaje.

 

«…las hambres, destrucciones, muertes, lloros, suspiros, prisioneros, trabajos, aflicciones, calamidades… son dignos de ser encarecidos por un Homero o Virgilio» (Juan Martínez, autor de la Relación de la travesía del galeón San Jerónimo)

El motín del San Jerónimo (I)

Es evidente que Lope Martín, piloto del San Jeróniimo acusado de deserción, no desea llegar a Filipinas y que su objetivo es dirigirse a la China para dedicarse al pirateo

El tornaviaje

La expedición de Urdaneta logra al fin establecer el Tornaviaje en 1565 y comienza así la primera línea regular conocida, el Galeón de Manila, que unió durante 250 años las costas de México y Filipinas

Las Filipinas

Ruy López de Villalobos mandó la expedición con trágico final para él en la que dio nombre a las islas del gran archipiélago asiático en honor del entonces hijo del emperador Carlos I

La guerra de las especias

Tras la muerte de Loaísa y Elcano, la figura de Andrés de Urdaneta se revela como decisiva por sus dotes de negociación con los indígenas, mientras las dinastías española y portuguesa habían pactado ya la cesión de las Molucas a la corona lusitana

La odisea del Santiago

Este patache de no más de 20 metros de eslora recorre todo el litoral pacífico americano hasta llegar a Nueva España (México)

La expedición de Loaísa

El emperador Carlos I decide armar una flota al mando de Frey García de Loaisa, formada por siete barcos y unos cuatrocientos cincuenta hombres

Juan Sebastián Elcano

Solo 18 hombres, por fin llegan a Sanlúcar el 6 de septiembre de 1522, totalmente desfallecidos, demacrados, habiendo completado la circunvalación de la Tierra

Ortodrómica

Finalmente, la Trinidad debe quedarse en las Molucas para reparar una vía de agua en la sentina y la Victoria zarpa sola para regresar a España cargada de especias surcando el Índico y bordeando las costas africanas

Magallanes

El almirante, convencido de que la Armada de las Especias es casi invencible frente a los indígenas, urde un plan para someter al jefe Celapulapu. Reúne un grupo de solo 50 hombres con él al frente para enfrentarse a 1.500 guerreros armados con lanzas de caña

El mar del Sur

Encontrado el deseado paso entre el Océano Atlántico y la Mar del Sur, Magallanes y su menguada armada de tres naos comienzan una de las más duras, largas y terribles travesías afrontadas por el ser humano

La Armada se deshace

El testimonio del piloto de la San Antonio, tras amotinarse y regresar a España, hace que se dé por perdida para siempre la Armada de las Especias y por fracasado el intento de hallar un paso que una Océano Atlántico y Mar del Sur

Motín (I)

¿Qué podía impulsar a un grupo de hombres a amotinarse contra la autoridad establecida por el rey aun a sabiendas de que el castigo era la muerte?

Primus circumdedisti me

En 2022 se cumple el quinto centenario de la primera vuelta al mundo. Así eran las naos que emprendieron la travesía y los hombres que las tripulaban.

Gente de guerra y de pluma

El cabo lombardero estaba al cargo de las culebrinas, falconetes y pedreros, mientras que los arcabuces y resto de armas eran responsabilidad del mayordomo de artillería.

Gente de cabo

Contramaestres, barberos, carpinteros de ribera, calafates, remolares, boteros, proeles, timoneros y alguaciles eran algunos de los especialistas que poblaban las tripulaciones de antaño

La chusma

La RAE la define, en su primera acepción, como «conjunto de galeotes que servían en las galeras reales». Así era la vida a bordo de aquellas embarcaciones.

El Ponent

Cada puesta de sol era admirada, pero no era capaz de ver el rayo verde. Tampoco es que tuviese mayor importancia, pero es cierto que me generaba dudas hasta de su existencia

El Llebeig

El viento del sudoeste para los helenos, uno de los Anemoi Menores, estaba representado en la Torre de los Vientos de la Acrópolis ateniense como un joven alado, sin barba, que controla el timón de un barco.

El Migjorn

En la Torre de los Vientos de la Acrópolis los helenos llamaban al viento del sur Notos, el portador de la lluvia

El Xaloc

El amanecer de Sirius por el sureste, por el xaloc, ya era muy celebrado por los egipcios, que la consideraban el Ojo del Cielo.

El Gregal

Tenemos que considerar su origen latino y situarnos en un punto imaginario central del Mare Nostrum: es el viento que sopla desde Grecia

La Tramontana

El único viento con nombre femenino, que deriva del latín transmontanus, de más allá de las montañas, ya sean los Alpes o los Pirineos

La rosa de los vientos

Su invención se atribuye al mallorquín Raymundus Llullius (Ramón Llull), quien se basó en trabajos descritos en el Libro II de Geografía Física, de Plinio El Viejo

‘Navigare necesse est’

Ahora que estamos capeando un duro temporal seamos, más que nunca, consecuentes con ello y naveguemos con determinación para arribar todos a buen puerto. Es hora de navegar, es necesario.