He visto a un viajero del tiempo en el varadero del Club Náutico de Can Picafort. Estoy seguro porque el personaje llevaba un polo azul marino, unas bermudas caquis y -este es el detalle que hizo que le descubriera- unos zapatos náuticos canónicos con su suela blanca y cordones del mismo cuero tintado de azul. Sí, estos zapatos se han perdido frente a todas las deportivas náuticas actuales, ultratecnológicas, drifit y todo eso.
¿Qué distingue a estos zapatos de los demás? Su suela antideslizante, que fue inventada por Paul Sperry a principios de los 30 al fijarse en el agarre de su cocker spaniel Prince sobre el hielo. Copió el dibujo de las almohadillas de las patas en una suela de goma. El zapato ya no resbalaba en la cubierta, aunque tuvo que introducir una nueva mejora, cambiar la suela negra por una blanca para no dejar marcas. En 1935 sacó el modelo Top-Sider al mercado, que todavía hoy se pueden comprar. En 1939 la US Navy las incluyó en la uniformidad de sus marineros. En los 80’s y 90’s del siglo pasado se popularizaron y desbordaron los clubes náuticos para convertirse en una prenda casual.
Suelas blancas con un dibujo ondulado, tres pares de ojales, el mismo cordón del lazo rodea el pie para sujetar por debajo del tobillo; el cosido a la vista para no dañar el pie (que en castellano se llama cosido entrecarne y es parecido al cosido de los mocasines pero no el mismo) y el cordón del lazo del mismo cuero que el zapato. Y sí, cuero con ciertas condiciones impermeables que hay que mimar limpiando con un trapo húmedo y jabón neutro. Al acabar se dejan secar lejos de una fuente de calor o al sol.
Para ir bien y como regla general clásica, los zapatos náuticos nunca deben ser de un color más claro que los pantalones o los shorts. Dicho esto, además de azules y marrones podemos encontrarlos amarillos, rojos, verdes, de cuero o de tela. Incluso los hay de plástico, hechos por Crocs o por la misma Sperry, para aquellos que deben llevar zapato cerrado y tienen los pies en remojo gran parte del día. Y, además, es verano, qué demonios. Mientras no mezclen rosa y rojo (ya saben, patada en el ojo) o dos estampados, ya me va bien.
Y, ahora, un emplazamiento publicitario: los únicos náuticos no clásicos que admito son las Camper Imar del 25º aniversario de la Copa del Rey. Todavía hay gente que las conserva para mi envidia y admiración. Me compraría tres pares si hicieran una reedición. ¡Qué zapatos más bonitos!