Me está costando asimilar la evolución de la náutica según la estamos viviendo. Aparte de las arcaicas normativas gestadas por técnicos y políticos de escaso conocimiento y altísima soberbia, vamos sufriendo la pérdida de instituciones con cargo a las interpretaciones de la ley de concesiones del Estado, no vaya alguien a proponer cambiar esa ley, modernizarla, igual que se hace todas las semanas en el Congreso cuando toca beneficiar a los gobernantes privada o colectivamente. Hasta hacen períodos de cinco días de meditación para justificarse.
El año pasado se organizó una manifestación solicitando la continuidad del Real Club Náutico de Palma, cuya concesión peligra en manos de la Autoridad Portuaria de Baleares, entidad conocida hasta ahora por sus decisiones unilaterales como resultado de la interpretación de las leyes, interpretación inapelable y cuyos argumentos legales en contra ignoran tradicionalmente.
A la primera manifestación, con cierta cobertura mediática, siguió una segunda.
El RCNP existía en los medios defendiendo su continuidad. Los medalistas olímpicos exhibieron sus logros; se demostró que la náutica es el deporte que en España ha cosechado más participaciones y resultados en las olimpiadas, echando por tierra el estigma de que la náutica sólo es practicable por la riqueza, y se vio a ciudadanos normales defendiendo una tradición cuya práctica no amenaza la salud de la mar ni genera emisiones, ni pone en peligro la biodiversidad, salvo según aquellos que dependiendo de su ignorancia crean miedos y dudas para mantener asegurados sus puestos en la administración de las autonomías y del estado. Así nos venden la inexistente matanza de la posidonia y el ataque de la biodiversidad por la sombra asesina de las embarcaciones sobre el fondo.
Y mientras bulos, barbaridades y teorías faltas de todo rigor científico siguen apareciendo en los medios –que mientras la noticia venda publican cualquier cosa– el drama del Club Náutico de Ibiza nos da una hostia inmerecida, y demuestra que en España no se respeta casi nada. El CNI hizo poco ruido, se fio en la justicia, una justicia que no está preparada para evaluar una tradición, quizás porque como hemos visto los últimos años ni ella misma está a salvo de una manipulación del poder.
Es obsceno que el Club de Vela de Andratx deba ajustar su existencia porque se tardaron 13 años en llegar a resolver el caso de su concesión. ¡13 años! Hay cierta tendencia a dejar pasar el tiempo y meter la cabeza bajo tierra, pero eso es muy peligroso porque permite que la situación fermente para ventaja de los arribistas, ávidos de encontrar la Piedra Filosofal o al Rey Midas alquilando amarres a precio de diamante.
Ibiza, el RCNP y cualquier otra institución en peligro de ser eliminada debería hacer mucho más ruido, igual que el Molinar debería haberlo hecho en su momento. Juntarse, exigir, gritar, plantearse frente a la Autoridad Portuaria y solicitar una solución que vaya bien a todos, programar esas presencias periódicas y hacer notar la genuina e interesada participación de los interesados. Un par de abogados no representan una institución con tradición e historia. Convocar a los medios y aparcar los remolques en la calle Moll. Ya se pagarán las multas cuyo costo será irrisorio si la noticia trasciende.
Los únicos que pueden hacer algo son los actores, los deportistas, el personal del club, ellos llevan dentro la tradición, la historia, el orgullo de haberlo hecho grande y de haber trascendido fronteras. Ellos son el club y el ejemplo de quienes les sigan.