Los antiguos griegos dieron a las dos islas mayores de Baleares -Mallorca y Menorca- el nombre de Islas Gimnesias. Pues bien, las Islas Gimnesias e Ibiza ya tienen hacia dónde mirar si quieren ver como será su futuro no muy lejano; basta dirigir la vista hacia el “paradís de Formentera”. No por nada especial, sino porque, al ser la menor, es donde la gestión actual que se está haciendo en nuestro archipiélago muestra sus primeros frutos.
Al contrario que mucha de la clase política gobernante, cualquier ciudadano medianamente sensato sabe que, frente a cualquier tema, las soluciones válidas y duraderas nunca han estado en los extremos; siempre hay que buscar el equilibrio, como elemento valedor de futuro.
Cuando el poder los endiosa, los políticos se creen elegidos para legislar y prohibir “a diestro y siniestro”, pero más pronto o más tarde el búmeran que han lanzado con tanta fuerza contra los mortales ciudadanos vuelve hacia ellos; no directamente, sino en forma de lo que más temen: ocasionando la pérdida de parroquianos votantes. A partir de ahí empiezan las preocupaciones.
No se dejen engañar por la demagogia verde y política de “saturación, turismofobia, sostenibilidad”… Todas estas palabras se utilizan como armas arrojadizas para poder llevar a cabo una gestión visceral que algunos gobernantes tienen reprimida y que nos señala como culpables. Ellos, nuestros salvadores, nos exigen, además, gratitud por redimirnos de los “desastres” de las generaciones anteriores, responsables de los males que aquejan a nuestra tierra.
En ocasiones podemos contemplar la contradicción personificada en ciertos políticos. Los nuestros se congratulan de ser la primera comunidad en tener menos paro, más gente trabajando… Pero, señor, si no fuera por todo lo que usted critica, seríamos una comunidad del montón. Es más, si no fuera por el trabajo y esfuerzo de las generaciones anteriores y la iniciativa privada, a saber dónde estaría usted.
En Formentera han prohibido y regulado todo lo que se podía prohibir y regular, haciendo uso de las armas arrojadizas que mencionaba antes. ¿Y ahora qué?
Este verano, paseando por el puerto de La Sabina, podías elegir: hacia Levante se veían amarrados grandes barcos, que no creo que fueran de residentes; si paseabas hacia Poniente, era triste comprobar que las embarcaciones locales han desaparecido. Todo un abrigo portuario hecho a medida de cualquier cosa menos de la náutica social, que, por cierto, tenía un pequeño reducto a s’Estany des Peix que la demagogia verde también ha castrado.
En poco tiempo tal vez asistiremos a la desaparición de muchos de los locales comerciales portuarios de gente vinculada a la Isla desde hace décadas, a mayor gloria del capital extranjero que poco a poco está colonizando todos nuestros puertos.
Pero hete aquí que el nuevo reglamento de Costas afecta a muchas familias de la Isla, a muchos trabajadores… Y que, con todo el revuelo que ha provocado, hay muchos votos en juego. Al “cazador cazado” resulta que ahora no le gusta lo que ve y dice que no es una norma hecha de forma equilibrada, que “no compagina el medio ambiente con un desarrollo de una actividad económica…” y anuncia que quiere sumarse al contencioso-administrativo contra Costas que presentará el Consell de Ibiza. En Mallorca pasa lo mismo, pero prima más contentar a los “salvadores verdes” que a la ciudadanía, aunque sea por no perder parroquia de votantes. En Formentera han sido más valientes que en Mallorca.
Están haciendo una “gestión premium”, dejando una Isla para que la disfruten los adinerados foráneos, para que desaparezcan todos estos negocios familiares, y venga el capital extranjero a ocupar este espacio. Si te gusta el mar, lo tienes cada día más difícil para acceder a él, y no hablemos de la vivienda: un hijo de formenterenc es imposible que pueda comprarse una.
Nadie pone en duda la necesidad de establecer unos límites, pero no con este tipo de gestión que nos conduce a escenarios indeseados. Lo que hacen falta son medidas equilibradas basadas en el sentido común y no en la visceralidad. El ciudadano ha de ser parte de la solución, no el blanco de todos los males.
Seremos el primer paraíso balear hecho a medida del euro, con la consiguiente pérdida de la esencia local. Este es el rumbo que han tomado Islas Gimnesias e Ibiza, siguiendo la estela de Formentera.