La denuncia de los navegantes contra la Conselleria de Medi Ambient por su negativa a facilitar los datos de los expedientes abiertos por vertidos de aguas residuales y la situación legal de los emisarios llega con retraso y su recorrido judicial es bastante incierto. Hay varias investigaciones en marcha (nos consta de buena tinta), pero de momento la Fiscalía de Medio Ambiente no se ha decidido a dar el paso definitivo para llevar a los responsables de este desastre ecológico que nadie discute ante la Justicia. Es muy fácil emprender acciones penales contra un particular, pero por lo que se ve no lo es tanto hacerlo contra una o varias administraciones.nemigos es no entender nada.
La denuncia, aunque extemporánea, sirve para poner sobre la mesa dos cosas: por un lado, la sospecha de que el gobierno de Baleares no ha hecho absolutamente nada para solventar el problema de la contaminación marina causada por la deficiente depuración del agua (hecho que fue denunciado en primicia en 2016 por este periódico); y, por otro, la confirmación de que ese mismo gobierno, contraviniendo la Ley de Transparencia, se niega a compartir información de interés público con la ciudadanía.
Solo por esto último, el conseller Vicenç Vidal debería quedar descartado para ejercer como responsable de cualquier organismo en el futuro gobierno del Pacte de Progrés. Su ninguneo a los navegantes y al sector náutico en su conjunto durante los últimos cuatro años le inhabilita para seguir al frente de un área tan sensible como la de Medio Ambiente. No se había visto antes una falta de respeto semejante de un político hacia un colectivo afectado por su gestión. Las palabras de Biel Dols, presidente de ADN Mediterráneo, en la jornada celebrada el pasado 20 de mayo en la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Mallorca, son elocuentes: «Por favor, señores políticos, solo les pedimos que en la próxima legislatura no pongan al frente de una conselleria que trate con los usuarios del mar a alguien que siente un odio tan visceral como el del señor Vicenç por la náutica». Una declaración muy dura, sin duda, pero también muy cierta.
La súplica, compartida por todos los representantes sectoriales, desde pescadores recreativos hasta gestores portuarios, es clara: ni el sector ni la posidonia se pueden permitir otros cuatro años de «barcofobia». Y la razón es muy sencilla: mientras se «estigmatiza» a los navegantes de recreo ante una opinión pública educada de espaldas al mar (y por tanto fácilmente manipulable), las obsoletas depuradoras de aguas residuales siguen trabajando sin descanso en la desertificación de los fondos marinos de Baleares. Mientras usted lee estas líneas, millones de litros de detritos son arrojados al mar en distintos puntos de Baleares.
El medio ambiente de las Islas necesita tener al frente a alguien dispuesto a solucionar este problema, que lo asuma como su mayor reto político. Y por supuesto a alguien que sepa dialogar, que vea más allá de sus prejuicios y que, en lugar de buscar el choque permanente, ponga a los navegantes al servicio de la conservación de su propio espacio de ocio. Ellos son sus mejores aliados. A nadie interesa más la salud del mar que a quien lo disfruta. Tratar a los aficionados a la náutica como si fueran e