Más adelante los maestros toman un poco el testigo de los mayores. Luego los profesores o los jefes. Cuando grandecitos, ya no nos va bien decir a todo que sí y quedarnos callados.
Sin embargo, nuestros gobernantes no lo creen así. Quizás muy sumisos a sus mayores hasta una edad ya considerable, decidieron que ese recuerdo fuera parte de su vida adulta e institucional. Entonces, por collons, allí fue a parar aquello de predicar con el ejemplo. De eso, nada. Uno ha llegado aquí con mucho esfuerzo y ahora se hará lo que yo diga, que para eso me eligieron democráticamente. No hay nada más fácil que autoconvencerse.
Y cuando nos dimos cuenta, esta peña política que nunca generará un estadista (que es quien utiliza su gran conocimiento y trabaja para el bien de su pueblo), pasa su tiempo entre elecciones poniendo a parir a la oposición (que no es mejor ni peor) y agitando a las masas con mensajes que puedan tener arrastre y producir votos, sin que les importe el qué y el como de las cosas. Las excepciones son tan pocas que no cuentan.
Y todo de forma impulsiva, sin profundizar en el problema, sin el seguimiento debido. Por ejemplo: «hay que reducir la recalada de cruceros turísticos en Palma», y «avanza la expansión de las terminales de pasajeros de la Autoridad Portuaria». Ya tienen allí una contradicción mal parida. Los vemos haciendo todo de repente y sin mucho investigar las cosas, porque si no, al haber elecciones el próximo año, les pilla el toro.
Esto último me lo confirmó un político durante una charla que tuvimos hace unos tres meses: «Debemos conseguir cerrar los proyectos que tenemos abiertos, porque si no ganamos en las próximas elecciones, quienes las ganen se van a cargar todo lo iniciado, sólo por el hecho de no haber sido idea de ellos». Recordé el Palacio de Congresos, y supe que lo que me contaba era cierto.
Y, mientras, se regodean por haberle dado un buen golpe a los malos de los yates (incluyendo todas las embarcaciones de residentes, que son tantas como las guiris). Y cuando en el Parlamento, en Cort o en el Consulado del Mar van al retrete (en medio de tanta felicidad por el deber cumplido contra los asesinos de posidonia) y tiran de la cadena (no de fondeo, la del inodoro), pasan a formar parte con su sucia aportación, de la amenaza a esas plantas y aguas que verbalmente protegen.
La prohibición y la censura jamás han llevado a algo bueno y perdurable. Son herramientas de fácil uso de quien no tiene interés o no es capaz de encontrar una solución. Si hubieran actuado así con la regulación del tráfico en Palma, en vez de implantar la ORA hubieran prohibido aparcar en toda la ciudad. El precio de los borricos y la alfalfa se hubiera ido por las nubes.
Haz lo que yo diga, no lo que yo haga.