Pipe Sarmiento, cámara en mano, a bordo de un velero.
Las noticias sobre temporales y naufragios que aparecen en los medios de comunicación, destacadas casi siempre en espectaculares titulares, llegan hasta nosotros de forma súbita y nos caen como auténticos mazazos. Además, provocan horas de conversación entre periodistas y gentes no versadas en la materia que suelen poner el énfasis en los aspectos morbosos, los únicos a destacar en esa costumbre de hacer un espectáculo hasta de las cosas que, por su carga de emotividad y dramatismo, no deberían serlo.
Rara vez se analizan cuáles fueron sus causas o los motivos que las produjeron. Al fin y al cabo, en esta era sólo importa la tragedia, la foto morbosa. Algunos se preguntarán qué podemos vender de una catástrofe, pues, por desgracia, se trafica con la muerte, las calumnias y las opiniones estúpidas de ilustrados con título. Pocos medios de comunicación, por no decir ninguno, se toman la molestia de analizar los hechos en profundidad con auténticos conocedores de la mar, y la seriedad y rigor que estos asuntos requieren, las razones de fondo y los secretos que todo naufragio esconde: la antelación con que deberían haberse hecho los anuncios de temporal; y si se hizo, por qué la administración, primero, y la población después, no tomaron las medidas necesarias para atenuar sus efectos. Según algunos de estos nuevos medios que hablan de todo resulta más interesante conocer la vida sexual del náufrago o si tenía problemas domésticos y financieros.
Pipe Sarmiento creció entre botes, remos y cabos en Plenzia.
Pues bien; las investigaciones en profundidad deben hacerse, en primer lugar, para que la gente conozca la verdad y, como segundo motivo y quizás éste sea el más importante, para que pongamos remedio y tratemos de evitarlos. En la mar las cosas adquieren un valor inimaginable para los pobladores del mundo seco.
Detrás de esas letras impresas con tinta equivocada de desmesurada dimensión y poco rigor marinero que configuran los titulares náuticos de la prensa diaria, hay un sin fin de razones técnicas que los provocaron, y que nadie cuenta: errores en la apreciación de los datos antes de producirse los siniestros; desperfectos técnicos en las máquinas diseñadas por los hombres y, algunas veces, y suelen ser las más, casualidad e infortunio; pero casi siempre van unidas a imprudencias, falta de conocimientos o prepotencia ante el medio en el que nos movemos.
Durante cincuenta años he recogido cuanta información se ha dando sobre temporales y naufragios, y os aseguro que son muchos los accidentes en los que los protagonistas son los barcos y la mar. A mi modo de ver, lo importante es sacar consecuencias que nos eviten, si un día nos vemos inmersos en hechos similares, los amargos tragos por los que pasaron otros.
Por eso, estén seguros de que en estas crónicas no citaremos al Titanic. Ni me remitiré a los muchos naufragios que padecieron los navegantes profesionales de las regatas más importantes, pues son gentes muy formadas con unos medios fuera del alcance de los navegantes por placer.
No, los náufragos que trataremos son gente corriente, marinos aficionados que sufrieron en silencio las consecuencias de los desastres, y a los que sólo algunas redacciones de revistas especializadas prestamos atención. Algunas veces solo son notas en un diario local cuando no tienen otra cosa que poner o el número de muertos o desaparecidos es suficientemente importante como para dedicarles una columna.
Portada del libro publicado por Editorial Juventud en 1999.
Pero puedo asegurar que, detrás de cada relato que os haré llegar encontrareis un mundo de miedo, dolor, pero sobre todo de firmeza a la hora de superar las condiciones más adversas.
Algunos de estos accidentes, por desconocidos, os sorprenderán. Otros, por notorios, os sonarán algo más. Pero lo que sí puedo asegurar es que he investigado con rigor en sus causas y me he permitido sacar algunas conclusiones fruto del análisis pormenorizado de la información poseída, aunado todo ello con mis sesenta años de mi relación con la mar, aunque no por ello sea una experiencia suficiente. Sin embargo, la curiosidad, el interés y la observación convierten a algunos hombres de mar en una especie de policías marítimos que investigan por la necesidad de que lo vivido no le suceda a otros.
Da igual cuántas millas haya navegado cada uno pues, está demostrado, que la mayor parte de los marinos navegan con los ojos cerrados a otra cosa que no sea ellos mismos.
Soy consciente, claro está, de la dificultad que entraña mi empeño: por eso lo he aderezado con diferentes formas de narrar los hechos: en algunas historias me he limitado a elaborar una crónica periodística desde la perspectiva de un marino. En otros, he recurrido a la ficción para contarlo, conservando la autenticidad de los hechos. Y, en alguno, he dejado que sean ellos, sus protagonistas, los que hablen. Con ello espero hacer más llevaderos los relatos.
Cuando nos ponemos delante de materias tan sugestivas, en las que lo acontecido nunca se puede definir de una forma ajustada y los testimonios se dejan llevar por lo azaroso de la experiencia vivida y la niebla que crea el miedo, debemos anteponer la realidad. Sólo de ella podremos sacar un corolario práctico que nos ayude, si alguna vez nos vemos inmersos en los devastadores golpes de un temporal, en un accidente en la mar, o en los escasos minutos en los que se produce un naufragio.
Pipe Sarmiento, a la caña de un velero en los años 80.
Por desgracia, la historia se aleja en exceso de la realidad como para que sea una guía ajustada sobre lo más importante a recordar. Por eso estos artículos solo ofrecen historias reales acontecidas en los mares del mundo, tamizadas por las cargas emocionales más diversa pero, a fin de cuentas, hechos vividos, de los cuales, tanto la gente de mar como la del -mundo seco- podrán sacar conclusiones prácticas.
Soy de los que piensa que los libros y artículos deben ser una guía de "algo", y han de servir de ayuda. O como dijo Alfred de Vigny: “Un libro es una botella lanzada a la mar sobre la cual hace falta pegar esta etiqueta: 'Coge lo que puedas'”.También este relato será para ellos, máxime, cuando lo que se juega quien está inmerso en la materia que tratamos es la vida, verdadero y único libro que cada uno escribimos manejando nuestros actos, esfuerzos, oportunidades, conocimientos, experiencia y fortuna.