Me cansa quejarme. A veces doy en el clavo, pero el hacerlo sobre algo negativo le quita la satisfacción. De vez en cuando me doy una tregua. Tregua quejica, queja que aunque con fundamento dejaré en manos de la siguiente generación y de aquellos de la nuestra que prefieren no figurar ni aportar por las razones que fueren, aquellos bocazas cuyo legado no es más que el volumen con que lo expresan.
Pero tengo una que otra cosa que decir, eso no lo puedo evitar, ni siquiera aplicándome el filtro que nos permite mirar con los ojos del referido, eso del fantasmita de uno que sale, se pone del otro lado de la calle e intenta ver cómo es el panorama desde allí.
Suspender la construcción de nuevos puertos deportivos no me parece mal, aunque sería muchísimo más acertado planificarla utilizando los conocimientos de nautas, ingenierías y expertos en sostenibilidad, que deben ser propios (que alguno hay) o extranjeros, eso sí, elegidos por conocimiento y experiencia, y no por amistad, partidismo o conveniencia. Como amenaza, la saturación de los puertos deportivos en Mallorca es peor que la falta de amarres.
El turismo de calidad que tanto defendemos, buscamos y necesitamos huye de las aglomeraciones y de los lugares saturados. Si creamos más amarres vendrá más gente, se irá perdiendo la calidad inherente a los espacios abiertos y la privacidad, ese turismo de calidad irá a buscarlo a otro lugar, vendrá más turismo barato y Baleares perderá algo del nombre que tiene. Croacia tiene 16.000 amarres, Grecia 11.000, nosotros tenemos 23.000. Deberíamos poder vivir con ello. Lo que sí estaría de acuerdo es en que se ampliaran puertos existentes con amarres sociales de hasta 10 metros y de uso por residentes en Baleares con el fundamento de preservar la tradición marítima. Antes que intenten justificarme con millares de leyes y decretos la imposibilidad del asunto, les pido que pongan esa energía en encontrar la manera de hacerlo, que cuando les conviene, funciona.
Las marinas secas son una muy buena alternativa, pero deben ser diseñadas para provocar bajo efecto visual. Ideal en Baleares para guardar por ejemplo, embarcaciones de hasta 10 metros. ¿Por qué? Porque así se liberarían amarres a ocuparse con veleros (flota no polucionante).
Las rampas son caras de hacer, y su operación por los usuarios supone un riesgo más alto que las otras alternativas. De hacerse, deben estudiarse en base al usuario al que estén dedicadas (remolques de aficionados para embarcaciones pequeñas).
El charter habría que fomentarlo en vez de complicar su normativa. Si no hay más amarres y los que hay van a precio de oro para pagar los cánones de los puertos, ¿dónde puñetas amarran los barcos de charter? Miren fuera y copien lo bueno. Respecto a los portales de reservas, no gasten tiempo y dinero para hacer algo que no conocen e intentar reinventar la rueda (que terminará siendo posiblemente un dodecaedro); identifiquen y apoyen algunos de los excelentes portales de reservas existentes.
Se les cae la baba con la propulsión eléctrica, pero aparte del gasto del equipo, el nuevo certificado de navegabilidad y las inspecciones que hay que presentar a la Capitanía Marítima pasan de los 5.000 euros. El Govern nos aconseja e invita a la nueva era eléctrica, donde debemos comprar coches mucho más caros, y modificar la planta propulsora de las embarcaciones a precio de oro. Las ayudas, aunque sea gestionar el papeleo de Marina Mercante, inexistentes. Llamada a nuestro patriotismo. Menos mal que somos una isla.
Pero ya me estoy quejando, y no quería hacerlo. Hasta la próxima.