Mucha gente me transmite su pesimismo al afirmar que todas las denuncias sobre los vertidos contaminantes al mar que han aparecido en Gaceta Náutica (desde 2016 hasta hoy, casi sin descanso) y en otros medios de comunicación no han servido para nada. Les digo que no es cierto, aunque hay que ser pacientes con los resultados. Ha habido un cambio de paradigma. La mayoría de los ciudadanos ya saben cómo de mal se gestionan las aguas residuales en las Islas Baleares y llegará el día, no muy lejano, en que los políticos de turno nos convoquen antes de unas elecciones para inaugurar una planta depuradora en lugar de un polideportivo, un aeropuerto sin aviones o cualquier otra de las infraestructuras en las que se han venido gastando el dinero de los contribuyentes.
En estos últimos dos años ha pasado algo muy importante, de lo que debemos felicitarnos algunos periodistas y asociaciones: los «votantes» hemos adquirido conciencia de la histórica dejadez política en una materia tan importante para el medio ambiente y la salud pública como es el saneamiento de las aguas fecales. Nuestros futuros gobernantes ya no se podrán escudar en que la culpa fue del que vino antes. En definitiva, se ha conseguido que un asunto olvidado esté en las primeras páginas del debate político y, con ello, que las inversiones necesarias para paliar el problema se acaben realizando. A cambio, alguien se hará un foto arrogándose el mérito, un precio muy bajo si de verdad conseguimos salvar nuestro mar.
No sé si es porque estamos a final de año o porque creo que en general debemos ser más optimistas, pero percibo señales positivas en el tema que ha ocupado la mayor parte de nuestra atención informativa. La Universidad de las Islas Baleares (UIB), según revelamos en este número, está desarrollando un prototipo para frenar el vertido masivo de plásticos, toallitas, compresas y otros materiales no biodegradables cada vez que se produce una tormenta y se colapsan las depuradoras. El proyecto está aún en fase embrionaria y requiere apoyo financiero. Por ello, precisamente, hemos querido llevarlo a nuestra portada. No nos podemos permitir que esta oportunidad pase desapercibida. Es tal vez el momento de que quienes abogan por frenar el desastre medioambiental de los vertidos y los plásticos, ya sea desde las instituciones públicas o desde la empresa privada, apuesten por la innovación y den soporte a una idea que llega avalada por la principal institución académica de Baleares.
En uno de los últimos vídeos que hemos grabado en el aliviadero del Portitxol se aprecia perfectamente la presencia de todo tipo de material contaminante en el fondo marino. No podemos permitir que con cada episodio de lluvias se siga acumulando basura en la Bahía de Palma. Hay que tomar cartas en el asunto de manera urgente. No se me ocurre mejor idea que probar el prototipo del departamento de robótica de la UIB. ¿Quién sabe si, lejos de ser un ejemplo en negativo, Baleares podrá ser considerada pionera en la innovación frente a la contaminación marina? Pensemos en positivo. Y, sobre todo, pensemos en azul.