Broma (teredo navalis, gusano del mar): molusco lamelibranquio marino con aspecto de gusano... cuyas valvas funcionan como mandíbulas y perforan las maderas sumergidas... RAE.
Uno de los grandes quebraderos de cabeza que tenían no solo los marinos de todas las latitudes, sino los constructores de muelles, diques y cualquier estructura hecha en madera en contacto con la mar, era la proliferación del teredo navalis, conocido como broma en España, tal vez como derivación de la palabra griega βρωμα, que quiere decir carcoma. La broma puede destruir grandes construcciones de madera en poco tiempo. De hecho, la especie se registró por primera vez en Europa en los Países Bajos en 1731, tras destruir las puertas de madera de los diques, provocando una terrible inundación. Este hecho cambió la forma de construir los diques, muelles y esclusas en esa zona.
Pero ya era conocida mucho antes. No se sabe a ciencia cierta su origen, pero sí que se propaga con mucha facilidad, atacando las obras vivas de los barcos de madera que surcan las aguas de todos los océanos. De hecho, Cristóbal Colón perdió todas las naves en su cuarto viaje carcomidas por este invasor. La nao Victoria de Juan Sebastián Elcano también completó la primera circunnavegación infestada de broma. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo lo sufrió y narró en 1523, cuando iba desde el Puerto de Santa Marta (Colombia) hacia La Española. La embarcación, una carabela de su propiedad «estaba tan comida de la broma», que se encontraba inundada en medio de un mar embravecido, mientras la tripulación trataba de tapar los agujeros con sus camisas.
Parte de la Gran Armada también estaba afectada de la broma, lo que la hizo mucho más vulnerable a las tormentas a las que hubo de enfrentarse. Incluso en tiempos mucho más modernos, a principios del siglo XX, se registró un episodio de teredo navalis muy importante en la Bahía de San Francisco. Una gran sequía permitió que el agua salada se adentrase algo más hacia aguas interiores, favoreciendo su proliferación y destruyendo muelles, espigones y atraques durante más de dos años, causando pérdidas millonarias.
Los barcos construidos en los astilleros de ultramar, que se fabricaban con maderas más duras, eran bastante más resistentes al gusano del mar que los construidos en los astilleros de Europa. Y entre los construidos en Europa, el roble resistía mucho más que el pino, que podía ser devorado en pocas semanas. Pero ¿cómo defenderse de la broma? Ya desde esas épocas se empiezan a dar tratamientos a los cascos para intentar evitar el ataque de este temido molusco, pero ningún remedio es totalmente eficaz. Podríamos decir que se empiezan a aplicar los primeros 'antifoulings', a base de breas, evolucionando después a tratamientos con creosotas, aceite de linaza, vidrio en polvo, compuestos de pinturas con arsénico... Incluso se registra la primera patente en Bruselas, a mediados del siglo XVI, por parte de un grupo de personas lideradas por el dominico fray Vicente Palentino de Cozurla. Asimismo se intentan otros métodos, como forrar el casco con planchas de cobre o de plomo.
Sin embargo, y a pesar del daño causado a las construcciones hechas por los hombres, no debemos perder la perspectiva de que estos moluscos contribuyen sobremanera a la preservación del medio ambiente marino, ya que favorecen la degradación de la madera en los océanos, convirtiéndola en biomasa fácilmente digerible por otros organismos, creando refugios para otras especies e incluso sirviendo de alimento para los habitantes de zonas tropicales.
De todas formas, no puedo dejar de pensar en la desesperación de esos hombres, luchando para evitar que se hundiese su barco con el caso carcomido por la broma, intentando taponar con sus propias ropas las vías de agua...
“...podridos, carcomidos (…) más acribillados que un panal de abejas. Con tres bombas, ollas y hervidores, y con todas las manos trabajando, no podían contener el agua que venía en la nave, y no había otro remedio para el caos que había causado el gusano (…) mi barco se estaba hundiendo debajo de mí …” Cristóbal Colón, cuarto viaje.