MI madre me convirtió en un ávido lector a la temprana edad de 9 años. Era 1963, la crisis de los misiles hizo que todos temieran la Tercera Guerra Mundial y el fin de la raza humana. La ciencia ficción estaba en su apogeo, y varios escritores tenían visiones que los convertirían en modernos Julio Verne.
Puerta al Verano (1957), de Robert Heinlein, sitúa al protagonista y a su gato Petronius en 1970, mientras diseña una aspiradora inteligente casi idéntica a la Roomba actual. Ray Bradbury imaginó el final de los libros como una herramienta de los gobiernos totalitarios para manipular información a las masas; Isaac Asimov, estadounidense nacido en Rusia, enunció sus «tres leyes de la robótica» que siguen siendo un elemento de evaluación válido hoy, 71 años después de que fueran publicadas, porque nos sigue acojonando el mismo tema cuando hablamos de Inteligencia Artificial (IA): ¿qué sucede si la IA llega a dominarnos?
Primera ley: un robot no puede herir a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daños. Segunda: un robot debe obedecer las órdenes que le dan los seres humanos, excepto cuando tales órdenes entren en conflicto con la primera ley. Tercera: un robot debe proteger su propia existencia siempre y cuando dicha protección no entre en conflicto con la primera o segunda Ley.
Muchos gobiernos podrían aprender creando leyes tan simples con pocas palabras y un gran significado. La preocupación científico-filosófica que surgió de la existencia futura de esas criaturas mecánicas inteligentes hechas por el hombre era que los robots podrían evolucionar hasta el punto de dominar a los humanos.
Está bastante claro que la primera ley de Asimov es la que establece que los humanos siempre deben ser los amos, pase lo que pase. Siendo los robots el símbolo de la IA a mediados del siglo XX, hoy en día permitimos que la IA abarque muchos más usos e interactúe con los seres humanos.
Las actividades y negocios náuticos, al haberse convertido en un importante sector impulsado por la hospitalidad, es muy vulnerable a ello. Especialmente con la reciente proliferación de grupos de adquisición de marinas tanto en USA como en EU.
Dejar la eficiencia a cargo de la IA puede, por ejemplo, eliminar algunos de los puestos de trabajo en primera línea que son imagen de la marina, la primera cara que ven los clientes que llegan. Hay demasiadas cosas que todavía prefiero tratar de la manera antigua y analógica, tradición que es probablemente el pilar más fuerte de la navegación de placer.
Está bien tener las luces encendidas automáticamente para el amanecer y el atardecer, pero quiero tenerlas encendidas durante un día de invierno con cielo oscuro, o apagadas en la noche cuando los fuegos artificiales conmemoran una ocasión especial.
Excelente poder leer medidores de forma remota, pero quiero que mis marineros revisen visualmente las torretas, para confirmar lecturas, verificar fugas o cables o elementos sobrecalentados.
Quiero invitar a los clientes a tomar algo de vez en cuando y recordarles que el puerto deportivo es seguro, eficiente y orientado a la hospitalidad, y recordar los temas sobre los que les gusta conversar: fútbol, navegación, política, autos o familia.
Ese es un tipo de terapia ultrarrápida que hace que todos se sientan cómodos, y los usuarios de un puerto deportivo siempre deben sentirse cómodos. Las conclusiones y decisiones que desarrolla la IA son maravillas tecnológicas y ayudarán a administrar el negocio… Pero los humanos debemos tener la última palabra. Siempre.