A través de esta ventana a la mar que es Gaceta Náutica, y aunque muchos navegantes ya los conocen, vamos a intentar explicar el origen de los nombres con los que se denominan los vientos prácticamente en todo el Mediterráneo.
Pero antes de empezar a hablar de ellos quizás debamos dar una sencilla explicación de lo que es la rosa de los vientos, que, si bien los nombres que recoge pueden ser incluso anteriores al origen de la propia rosa, los aglutina y dibuja en las cartas náuticas para facilitar la navegación a los marinos.
La invención de la rosa de los vientos se atribuye al mallorquín Raymundus Llullius (Ramón Llull) basándose en trabajos descritos en el Libro II de Geografía Fisica de Plinio El Viejo, si bien hay autores que mencionan como origen la rosa árabe y el diagrama de la rosa azimutal china. Claro que, conocedores de que Ramón Llull era un gran estudioso y hablaba y escribía aparte del latín, el árabe y el catalán, no sería de extrañar que todos estos estudios hubiesen fundamentado su creación.
Nos remontamos a la Edad Media y hacemos mención de una de las principales escuelas de la cartografía, la Escuela Mallorquina, en cuyas cartas se representa por primera vez la rosa de los vientos. De hecho es en el Atlas Catalán o Mapamundi de los Cresques (1375) donde aparece la primera rosa de los vientos, con sus 32 rumbos, que completan el círculo de 360º, y los nombres de los ocho vientos principales, separados 45º de arco (4 cuartas) entre sí, haciendo más sencillo para el navegante identificar los rumbos. Estos ocho vientos principales coinciden con los cuatro puntos cardinales (N, S, E, W) y con los cuatro ordinales o laterales (NE, SE, SW, NW).
La rosa de los vientos se representa por treinta y dos rombos unidos entre sí. Se suele representar el norte con una flor de lis y el resto de puntos con las iniciales de los puntos cardinales y ordinales o laterales y los nombres de los vientos.
Sin embargo, esto no siempre ha sido así. De hecho, si nos fijamos en algunas de esas primeras Rosas de los Vientos, veremos que el norte está representado con la iconografía de la estrella Polar, el este con una Cruz porque señala a Tierra Santa (recordemos que el centro de las cartas de la época es el Mediterráneo Central), el sur se representa con una O, de Ostro, que es como se llama al viento del sur en algunas regiones italianas (deriva del latín Auster), y el oeste se representa con la P de Poniente. En cuanto a los ordinales, el NE se representa con la G de Greco (Gregal), el SE con la S de Siroco (Xaloc), el SW con la L de Lebeche (Llebeig) y el NW con la M de Mistral.
Gracias a la rosa de los vientos los marinos pudieron comenzar a medir los ángulos sobre el horizonte, rumbos o azimuts (del árabe as-sumut, las direcciones) con bastante más precisión y, con ayuda de las agujas magnéticas o compases, mejorar la navegación.
Aún hoy en día su uso es fundamental para situarnos sobre una carta y trazar el rumbo adecuado, aparte de que muchos de los sistemas de navegación la usan como base: las cartas náuticas, las balizas no direccionales, el GPS, los radiogoniómetros…
He de reconocer que, en muchas ocasiones, me detengo a contemplar las imágenes de algunas de estas antiguas Rosas de los Vientos, incluso la del compás de un antiguo pesquero que guardo en casa. Me resulta relajante y enriquecedor. Ayuda a trazar el rumbo.