MAR GRUESA

HUGÓ RAMÓN

Soy mallorquín de padres franceses. Apasionado de la mar y las regatas oceánicas. He participado en tres ediciones de la Mini Transat (el Atlántico en solitario en barcos de seis metros y medio), en una vuelta al Mundo A2 (Global Ocean Race) y he sido campeón mundial de J80. También he sido entrenador de equipos de vela ligera. Ahora estoy preparando mi cuarta Mini Transat a bordo del Verdugo, mi nuevo barco.

La Solo Med milla a milla a bordo del Verdhugo

Hay muchas lecciones que sacar de esta primera prueba de fuego con mi nuevo barco. Os cuento la travesía con detalle para que veais la cantidad de cosas que pasan en una regata de altura en solitario y cómo afectan al estado de ánimo del patron.

A bordo del Verdugo durante la segunda etapa de la Solo Med.

Salimos de Sa Rápita con un día espectacular y previsión de un viento de través un poco incierto hasta Formentera. Todos pusimos el Código 0, una vela plana que va al botalón pero que en cada barco varía su geometría y, por lo tanto, sus ángulos de uso, potencia e intensidades de viento.

Estábamos bastante juntos, pero algunos más al Sur o al Norte de la ruta. Yo no iba especialmente cómodo y antes de pasar una nube tenté mi suerte de cambiar a A2, una vela más grande y profunda, por si rolaba un poco el viento. Y jackpot. Empecé a acelerar hasta adelantar a Massimo Vatteroni, que se había escapado, y me puse primero. Esta vela también me dio la opción de deslizarme de nuevo a sotavento hacia el grueso de la flota para poder controlarles estratégicamente si rolaba el viento.  La visibilidad era mala y creo que casi nadie sabía que yo llevaba esa vela. Pero me extrañó mucho que todos siguiesen con código 0.

Las últimas 15 millas hasta Formentera fueron bastante hot. El viento había subido bastante y se había cerrado (aparte que yo también me había deslizado a sotavento) y el A2 ya no era idóneo. No quería bajarlo porque una maniobra siempre conlleva rajar la vela o que se caiga al agua, y además sabía que,pasado Punta Rotja el rumbo se abría y la tenía que volver a subir. Pero la decisión me hizo sudar. El barco escoraba por el exceso de vela y no aceleraba demasiado. Además, en el momento de bajarla habría caído la noche. Sin que la luna haya salido y la costa de Formentera a sotavento, cualquier error puede llevarte a las rocas.

Fotos: Jorge Díaz Valdera.

Con mucho esfuerzo a la caña, pasé Punta Rotja con dos millas de ventaja sobre Massimo y pude abrir escotas y pensar la mejor estrategia para rodear Formentera e Ibiza. El viento había bajado porque ya habíamos dejado la aceleración de Punta Rotja por popa. Decidí alargar un poco el bordo amurado a babor y trasluchar hacia Ibiza cuando el grueso de la flota pasase la última punta de ibiza. Me eché en la bañera 20 minutos y cuando me desperté, Massimo ya había trasluchado hacia Ibiza. Me cagué un poco en todo, porque me estropeaba mi táctica; sin embargo, mi ángulo a Ibiza era mejor y pude acelerar por sotavento. Perdí unos metros respecto a Massimo, pero creo que fue porque nuestros barcos, como con muchos otros minis, son diametralmente opuestos y cada uno tiene sus puntos fuertes y débiles respecto a ángulos con el viento, velocidades y otros factores.

Pasé es Vedrá primero, pero el viento iba bajando por delante debido al desvente de Ibiza y tanto Massimo como Tomás y Lisa se iban acercando mucho. ¡Mi ventaja se iba fundiendo como un copo de nieve en las manos!

“EL ILUSO FUI YO”

Massimo se me acercó tanto que estábamos a escasos metros el uno del otro, en silencio, él intentando pasarme y yo intentando que no me pasase. Al llegar a las Bledas ya paró el viento por completo, se acercaron un grupo de 6/7 barcos y allí, como solemos en este tipo de situaciones, la regata empezó de nuevo. Estábamos todos intentando sacar una décima de velocidad para no estar totalmente parados, con la corredera a 0,0. Justo antes del amanecer vi una nube que debía traer viento, subí código 0 e intenté ir a buscarla a velocidad de caracol. El resto de la flota allí presente se decantó por acercarse a Ibiza. “Ilusos”, pensé. ¡Pues el iluso fui yo! Viré antes de la racha para tener un mejor ángulo, pero llegó más fuerte de lo previsto y me tumbó el barco. Las pasé canutas para arriar el código 0. Cuando estuvo abajo pensé que ya estaba, que ese viento me llevaría  a contornear bien Ibiza y los que estaban por tierra no tendrían ángulo suficiente para salvar todos los cabos. Por desgracia, no fue así. Podían orzar más que yo y, como dicen los grandes regatistas locales mallorquines de toda la vida, “me hicieron la cuchara”

El parte meteo no se cumplía. Recuerdo que en los minis el reglamento nos impide cualquier tipo de comunicación con el exterior; por lo tanto, ni móvil, ni apps de meteo ni nada. No sabía muy bien qué hacer. Parecía que tendríamos una ceñida por toda la costa Norte de Ibiza. Pero, ¿debía jugar en todos los cabos, metro a metro, virada a virada para buscar el role o debía alejarme para ver si el parte se cumplía?

Decidí, no separarme del resto de la flota e ir haciendo decenas de viradas. Estaba detrás del grupo de cabeza al que ya no pertenecía y me tocaba esperar mi turno para atacar de nuevo. No estaba muy fino y había una ola muy complicada para mi barco, tan plano.  Nicolo, Miguel y Ramón, que los tenía de compañeros de ruta, con un barco salido del mismo molde que el mío, también sufrían por mantener el ritmo, pero lo hacían mejor que yo y me iban sacando décimas. En el último cabo de Ibiza, ya en ruta a Sa Rápita de nuevo, decidí quedarme por el interior, al Sur del Rumbo directo y esperar un posible (soy agnóstico en las previsones del Mediterráneo) role al Este. Pero todo tiene su intríngulis. Tienes que posicionarte con la flota para el nuevo viento, pero todo depende de si llega, y en el caso de que así sea, de si se adelanta o se retrasa, de si la dirección del viento es correcta según tus cálculos. Nuestros barcos corren más o menos con un ángulo respecto al viento, cada uno tiene formas diferentes (cumpliendo, eso sí, las mismas reglas de Box rule) y lleva velas con geometrías y profundidades diferentes. Es decir, para situarte estratégicamente con la flota debes pensar en ti y también en tus rivales. Vaya cacao cuando estás cansado y solo haces suposiciones, ¿no? Es el mundo de “¿y sí?”

ENCALMADA NOCTURNA

En fin, llegando a Mallorca nos encalmamos todos, tanto los de delante como los de detrás y aunque había señales de que el role que esperaba iba a llegar (tuve 3 minutos una rachita), no fue así. Nos pasamos toda la noche parados. Normalmente cuando no hay viento no dormimos, para intentar sacar unas décimas, pero por suerte una pequeña corriente me llevaba a sa Rápita. Hiciese lo que hiciese, el barco avanzaba sobre el fondo (que no sobre el agua) a 1 nudo. Entonces decidí poner el piloto en modo rumbo a Sa Rápita (normalmente lo tenemos en modo viento) y me eché un par mallorquín de siestas de 20 minutos en la bañera, con la electrónica delante. Me consta que todos hicimos lo mismo. No se muy bien qué pasaba con el resto de la flota por detrás porque no los veía ni por AIS ni oía nada por VHF. Pero seguro que era más de lo mismo.

Foto: Jorge Díaz Valderas.

Al amanecer se entabló un viento de NW y, con más pena que gloria, nos acercamos todos a Sa Rápita. La verdad es que fue un poco más favorable para mí que para los que estaban más al Norte de la ruta, pero muy poca cosa. Lo que yo temía (que se escapasen por delante) no sucedió. Al pasar la puerta de control de Sa Rápita, Massimo Vatteroni, que se había vuelto a colocar primero, me sacaba 3 millas y Nicolo apenas unos 300 metros. Pero estaba animado, descansado, entre unos parajes magníficos, conocía la zona y me vine arriba; en otras palabras, estaba motivado. Y no toda motivación te hace avanzar, sino sería demasiado fácil, pero digamos que me hizo ver que podía tener una oportunidad y que debía aprovecharla. O por lo menos no quedarme empanado.

Empecé a hacer trasluchadas por Es Caragol, Cabo Salinas y la Costa SE de Mallorca. Fueron muchas trasluchadas, bien hechas casi todas, y fui sacando metros. Intentaba aprovechar el role de la divergencia del viento en el exterior para acercarme a costa y buscar la aceleración de las piedras. Una vez tras otra. Hasta que conseguí pasar a Nicolo y Ramón, que tienen un modelo Vector como el mío. Decidí que el panorama ya había cambiado (la orografía cambia y no siempre es beneficioso acercarse, sobre todo si el viento ha rolado unos grados) y mantenerme amurado a estribor cerca de costa, más al interior que los demás y con mejor ángulo. En mi punto de mira me quedaba Miguel, también con un Vector, y el asalto al podium, con dos Pogo 3, de Masssimo y Tomás, y el polivalente Maxi de Lisa. En esos momentos el viento ligero les era favorable a los situados en cabeza, pero el viento subió y empecé a acelerar, ganando millas por sotavento hasta que, a la altura de Porto Cristo, adelante con los intermitentes puestos a Lisa y Miguel. Por suerte, iba navegando tan bien que saqué una sustanciosa ventaja a Nicolo y Ramon, que no era determinante pero sí buena para mi moral.

CHUBASCO

Y llegó el punto de inflexión. Un chubasco enorme, negro, potente, que sabíamos que iba a hacer mella. Me vestí para la guerra, pero mantuve todo el trapo arriba para seguir acercándome a Massimo y Tomás, ya que ya había dejado a Lisa y a Miguel por la popa; de hecho, muy contento porque se habían quedado bastante detrás. Yo estaba más hacia Capdepera y Massimo y Tomás más mar adentro, pero nos dio al mismo tiempo. No lo vi venir tan rápido. Quería apurar, pero no tanto. Había bajado spi porque el viento ya había rolado un poco y navegaba con toda la mayor y el solent (foque).  Estaba listo para rizar, pero no lo había hecho aún por si había una transición previa de poco viento. De golpe el anemómetro me marcó 38 nudos (a muchos, 50), y con el barco tumbado sobre el agua pensé que el solent iba a explotar. Y me dije: “No, que sin él no llegas a Barcelona”. Lo bajé de golpe y puse el segundo rizo en la mayor. Pensé que tenía que poner el tormentín, pero, con dos rizos en la mayor y nada delante, el barco se comportaba curiosamente bien, nada que ver con mi anterior Mini, que siempre necesitaba trapo en proa. Y allí vi mi oportunidad. Dentro del caos, vi que casi todos los barcos que tenía cerca habían bajado el trapo; había un hueco entre el chubasco y tierra y podía escurrirme por él. Volví a poner el solent, y poco después el viento se abrió más y pude subir el A4, que es un asimétrico de viento. Quería sacar distancia lo más rápido y lo máximo posible. Bajo un cielo negro empecé a volar sobre las olas en un espectáculo entre terrorífico y apasionante. El Verdhugo, que así se llama mi barco, iba navegando siempre por encima de los 15 nudos con puntas de 18. Y sorprendentemente, con un control de timón impresionante. Esta es una de las ventajas de las proas “scow”: el barco sufre mucho con poco viento, pero a la que sube, tiene la potencia de un catamarán. Tenía tanto control y tanta estabilidad que podía orzar para acelerar y bajar la ola para surfearla. Nunca tuve un amago de irme de orzada. Empecé a pensar que podía seguir aumentando mi ventaja, ganar la etapa e intentar ganar la general.

Al pasar Cabo Formentor tenía casi 7 millas de ventaja sobre Ramón Ribera. Sabía que es un rival muy marinero que doma muy bien su barco en estas condiciones, por lo que sabía que no me quedaba otra que apretar y seguir exprimiendo el Verdhugo. Tuve que bajar el asimétrico porque un chubasco de casi 30 nudos volvió a cargar y también provocó que el viento se cerrase. Avisé a la flota para que pudiese prepararse. La competición es importante, pero la seguridad y el compañerismo en la clase Mini lo es más.

VELOCIDAD ENDIABLADA

Sin asimétrico, pero con Solent, seguía a velocidades endiabladas. Mi intención era hacer una ruta más Norte que la línea directa que me separaba de Barcelona, porque el único parte meteo que habíamos podido obtener era de Palma radio que rezaba un escueto “Viento Norte Fuerza 3 a 5”. Y cuanto más al Norte fuese yo, más separación lateral tendría con los demás cuando se entablase ese viento. Y cayó la noche. Hablé con Ramón por VHF para intentar sacarle información. Por AIS veía que seguíamos el mismo rumbo. Le conté mi táctica, por pura estrategia. Quería convencerle de que la Ruta Norte era la mejor, así me aseguraba que no ponía el código 0, ya que creo que el suyo es más pequeño que el mío y quizás el podía aguantarlo y yo no. ¡Son muchas cosas las que se le pasa a uno por la cabeza!

Ya de noche, el viento se fue abriendo y, muy a mi pesar, tuve que iniciar la maniobra de código 0. Esta vela, en mi caso y a diferencia de los demás, no tiene enrollador porque con Doyle Sails nos inventamos la posibilidad de poder rizarlo (aunque aún no lo he probado). Significa que lo tengo que izar por sotavento con los riesgos que conlleva. Pero pesa más que un spi asimétrico, y con mis doloridas manos, que casi no podía cerrar, era todo un reto que no cayese al agua durante la maniobra. Pero la maniobra fue un éxito y volví a planear ipso facto. Fue curioso cuando eché un ojo al AIS ver que Ramón también había caído unos grados, signo de que él también había subido código 0. ¡Ya sabía yo que no me iba a dejar pasar ni una! Por suerte pude mantener mi ventaja. De vez en cuando veía aparecer a Nicolo Gamenara en la pantalla a unas 8/9 millas pero muy intermitentemente: símbolo que estaba en el limbo del alcance de la señal de AIS. Eso era bueno. Significaba que al cuarto lo tenía aún más lejos.

La noche avanzaba, seguía manteniendo distancias pero el viento se abría aún más. Y empezaron mis dudas. ¿No tenía que entrar un Norte? A unas 45 millas de Barcelona, decidí subir el spi A2 para arrumbar ya hacia la línea de llegada. No me cuadraba el parte, y seguir haciendo millas al Norte ya se estaba transformando en poca proyección la meta. No vamos a entrar en cálculos precisos, pero si vas a 12 nudos a rumbo, cada hora te acercas 12 millas; si vas a 12 nudos a 30 grados de la llegada, sin embargo, tu Course Made Good baja.

Y allí empezaron las nubes que me robaban el viento. Una tras otra, viví transiciones que pedían lo mejor de Verdhugo y de mí. La corredera iba bajando y mantener el A2 hinchado era muchas veces un reto mayúsculo. Veía a Ramón acercarse a 6, 5, 4, 3 millas… Y junto a él, a Nicolo. Por suerte por mi popa no me aparecía nadie más por el AIS, pero veía que la salida de las nubes iba a ser complicada porque estaba acercándome mucho a Marc Claramunt, que compite en prototipos y debería ser mucho más rápido.

Fui alternando A2 y Código 0 y, por suerte, volví a distanciarme hasta rozar las 7 millas de ventaja sobre Ramón. Ya solo quedaban poco más de 20 millas y llevaba un 30% de ventaja. Me parecía un mundo. Empecé a soñar con una victoria épica, una buena vuelta al circuito Mini (lamentablemente yo soy así); además, como siempre había ganado las regatas en solitario con salida de Barcelona (Mare Nostrum y 2 Mini Barcelona), pensaba que esta vez sería igual. 

SE ESFUMÓ LA ILUSIÓN

Pero toda ilusión se esfumó en cuestión de poco tiempo. Amaneció, ya veía la costa de Barcelona, pero me paré de nuevo, pero esta vez del todo. Sin posibilidad de arrancar. El tiempo pasaba y no mejoraba; empecé a estresarme de lo lindo. Empecé a ver velas hinchadas que aparecían por la popa, en el horizonte. Pensé: “Bueno: no ganaré con una ventaja inmensa, pero cuando llegue su viento arrancaré.” Pues no. No arranqué. Se fueron acercando, ya veía la racha de viento de los que se acercaban, pero en su proa; calma chicha. “¿Van a llegar hasta aquí y yo sin viento?” Pues sí. El destino así lo quiso. Por sotavento Massimo Vatteroni y Felip Moll con su prototipo se acercaban con una nube, viento y velocidad. Tenté trasluchar como pude. Sabía que estaba quemando mi ventaja para reducir la separación lateral que nos mantenía en escenarios diferentes, pero ya era el último cartucho que me quedaba. En ese momento, los que venían más por el Norte se pararon, así que respiré, pero por poco tiempo: tan pronto llegó la racha de Massimo y Felip, se esfumó, sin más.

Foto: Jorge Díaz Valderas.

Quedaban 20 millas para la llegada, no había progresado nada en las últimas horas y una nueva regata empezó. Por lo menos 12 minis estaban encalmados, desparramados por el Maresme, pero con distancias a meta similares y bajo un cielo gris que no aportaba pistas de qué podía pasar. Y allí, la verdad, y no estoy orgulloso de ello, me hundí moralmente. El cansancio hacía mella y la rabia que tenía dentro no me ayudó. Estaba tan desilusionado que me daba igual todo.

El Verdhugo no es el mejor barco para poco viento, pero además no supe sacar todo su potencial. Minuto a minuto, en una encalmada casi total, me iban sacando metros. Pero lo peor es que teníamos diferentes vientos. La llegada a Barcelona estaba siendo muy caprichosa y estaba castigando mi prematura ilusión de horas antes. Veía por el AIS muchísimos rivales y todos más rápidos que yo, excepto los que estaban por mi zona. A la mínima que pillaba una rachita, intentaba dormir unos minutos estirado en la bañera porque preveía que iba para largo y quería estar fresco, pero no sirvió de mucho… Tras 12 horas para hacer 20 millas y con el rabo entre las piernas, crucé la llegada en séptima posición. Victoria de Nicolo Gamenara seguido de Quim Sant Albors y de Tomás Ruiz que, merecidamente, se llevó la general. Nada más alcanzar la meta, me dieron el móvil, arrumbé a Palma y dormí gran parte de la noche a pierna suelta.

¿Conclusiones? Muchas, la primera es que estoy a gusto en el barco, mantengo mis rutinas, lo tengo todo ordenado, no procrastino nada, no echo de menos la vida terrestre, pero la más importante es que ni yo ni cualquier deportista que se precie puede venirse abajo como yo hice. Pero ya he tomado cartas en el asunto. ¡Espero que me funcione!

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