Cuando este artículo vea la luz llevaremos unas siete semanas de confinamiento preventivo. Las autoridades quizás estén a punto de permitirnos sacar el morro fuera de casa copiando modelos externos que serán sólo parte de los consejos de los científicos, y bastante de lo que crean que puede ser beneficioso para ganar votos y sobre todo, para cubrirse el culo. En esta queridísima España que elegí para vivir desde los 80, donde es más fácil para el de a pie creer lo que a uno le cuentan que ponerse a pensar si le están vendiendo gato por liebre, la epidemia de gatos nos llevó a un desinterés que siempre trae malas consecuencias, como la apatía de las generaciones venideras y su inexistente respeto a lo que no les parezca razonable, incluyendo no votar a candidatos que mienten y no convencen, reacción poco criticable ya que es fruto del mal ejemplo que les vamos dejando.
El presidente del Gobierno decreta un estado de alarma (necesario) que le permite actuar ganando tiempo sin pasar por las vías legales usuales, y en vez de juntar a todos los partidos a trabajar por el bien de España, se sube a un caballo de batalla como si fuera el Cid y actúa a sablazo limpio a diestra y siniestra como si él, Pedro Sanchez, fuera España. Podría haber mostrado que el gobierno protegía a sus ciudadanos ante la adversidad, podría haber inspirado calma y seguridad, pero perdió la oportunidad. La poca cohesión mostrada en el arranque no solo ya no existe, sino que estamos casi al nivel usual de arrojo de trastos al que nos tenían acostumbrados antes de marzo. Los mensajes consisten en frases hechas y argumentos repetitivos y llenos de palabras tan rimbombantes como vacías. Sólo se ve cierta coherencia en la oposición, que hoy incluye, a veces, hasta a sus socios políticos. Es como asistir, de niños, a las peleas de los padres mientras hacemos los deberes.
Aquí en las islas seguimos sin darnos cuenta de que la presidenta de Baleares ni nos está representando, ni nos lidera, ni nos da la esperanza, que es el único alimento que nos nutre en situaciones como la actual. Pedir ayuda a Madrid no es crear una solución, es escudarse para poder echar la culpa a otro. La señora Armengol debería aparecer cada día en TV y contarnos cómo se desarrolla el confinamiento, como trabaja el personal sanitario, el ejército, la policía, la guardia civil. Ella es (supuestamente) el líder de la ciudadanía. Es quien nos debe pedir el esfuerzo, debe alabar el trabajo de quienes nos están sacando adelante, debe visitar los lugares desde donde se lleva a cabo el poder mantenernos sanos y con las necesidades mínimas cubiertas, y debe mostrarse haciéndolo.
En vez de solicitar un programa de rescate para el turismo, ¿por qué no reúne a los excelentes profesionales que tenemos en Baleares, crea un plan de rescate factible, y lo eleva a Madrid exigiendo su aprobación? Eso es ser un líder. En vez de dejar a Madrid decidir el proceso de levantamiento de las restricciones, podría consultar a los expertos en movilidad y medicina y elaborar un plan adecuado para las islas, cuyas características son algo diferentes que las de Teruel, Santiago o Toledo. Porque somos una isla, señora. Nos ha demostrado usted que lo marítimo ni le gusta, ni lo valora. Será que desde Inca no se ve el mar, pero no olvide las clases de geografía de ESO: una isla no es sólo una definición geográfica, sino cultural, económica y social, y hay 1.000.000 de almas esperando que su gobernante elegida les muestre lo que está haciendo por todos ellos.
Aparte de pedir ayuda al gobierno, claro está. También podría, ya que estamos, hacerse cargo de las tasas al transporte marítimo, al afirmar la Autoridad Portuaria que no puede eliminarlas. Lo importante es que las navieras puedan seguir operando, ¿verdad? Es algo para el bienestar de todos, ¿verdad? Donar parte –y digo parte– de su sueldo en una situación así sería la confirmación de un compromiso adquirido (el bien común) y demostración de cierta bondad por parte de usted, cabeza política de los mallorquines.
Los políticos de Baleares, usted incluida, se niegan a hacerlo porque “se están dejando la piel” (en secreto será, porque están missing) ¿Cuánto hubieran dejado de cobrar? ¿Dos meses? ¿Tres? Por favor, recordémoslo cuando haya que valorarlos, sobre todo en las próximas elecciones. Intentarán que lo olvidemos y nos distraerán con su fanfarria superficial y barata, pero esto hay que recordarlo y votar en consecuencia. Para esta gente, el liderazgo es algo asociado con grandes nombres del pasado, y hoy, completamente desconocido.