Se está repitiendo un gran error de hace 2.500 años, por culpa del poco interés que en la historia tienen quienes nos gobiernan. Les cuento que un tal Tucídides, militar y sobre todo historiador, un Pérez-Reverte griego del siglo quinto antes de Cristo que relató las Guerras del Peloponeso, observó cómo en Kerkyra (Corfú) se gestaba una guerra civil.
Hay partes de su relato que podrían haber sido escritas hoy: «Cambiaron el significado normal de las palabras en relación con los hechos, para que se ajustaran a lo que querían que dijeran», «quienes actuaban de forma temeraria y atolondrada pasaron a ser ensalzados por ser más leales al partido que el resto». Y añadía que «en Corfú los vínculos de sangre llegaron a ser más débiles que los de partido, porque el partido no se fundaba en el bien común, que es lo que inspira las leyes, sino en la codicia y la ambición de poder que animan a los hombres a infringirlas». A estas características de los gobernantes les llamó el «mal de Corfú». ¿Les suena conocido?
El conseller Miquel Mir es doctor con mención europea en Geografía, lo que implica un nivel cultural bastante por encima de la media, una persona instruida que conoce el valor de las interacciones entre medio ambiente, economía y calidad de vida, que son los tres pilares de la sostenibilidad. Sin embargo, sufrimos sus actuaciones extremas prohibiendo sin matices para contentar al partido y difundir un mensaje creado a su conveniencia: «estamos protegiendo el entorno», cuando esas protecciones dejan de ser sostenibles por su enorme impacto en otras áreas. Su última joya normativa: la prohibición/regulación de fondear en arena. Al partido (MÉS) se le conoce una voluntad de volver a las raíces y que Mallorca vuelva a ser la de los años 60, cuando el turista llegaba a una isla agreste, auténtica y algo retrógrada. Sin embargo, volver a ello no es la solución, porque eso fue hace 60 años, y Mallorca forma parte de España, Europa, el mundo y el año 2021, en lo que no puede dejar de integrarse en mayor o menor grado. La calidad de vida de los mallorquines también depende de esas relaciones y dependencias externas, como Puertos del Estado, las directivas EU sobre turismo o IATA. Montan unos estands de sueño en FITUR pero no quieren turistas de cruceros. Permiten 250.000 coches de alquiler en la isla, pero se quejan de los atascos veraniegos (no creo que lleguen a prohíbir a los coches de alquiler aparcar en Palma, pero a este paso la medida no me sorprendería). Se sigue matando posidonia con los emisarios, pero no podemos fondear en arena. Promocionan tomar café, pero prohíben el uso de la cucharilla.
No es bueno tener el mal de Corfú y actuar por política sin un razonamiento lógico. Las soluciones existen. Hace años se sembraron campos de boyas en zona protegidas. Es una solución excelente, que aquí en Baleares no funcionó por una normativa escrita sin conocimiento de la realidad de los fondeos, el mantenimiento de boyas, los círculos de maniobra ni la traslación de una embarcación, y por la codicia recaudatoria. Para la protección del medio ambiente encontramos inversiones necesarias cuyo costo no se transmite directamente al usuario, como las mejoras de las depuradoras, o el IBANAT y el servicio de gestión forestal. Todos, especialmente los nautas, estamos a favor de proteger el medioambiente marino. Pongamos las boyas, es factible, y dejemos de lado el poc a poc tradicional de los gestores vernáculos que todavía mantienen vivo el mal de Corfú.