En la vida se dan circunstancias ante las que uno se pregunta ¿cómo puede ser que la realidad se separe tanto de lo que sería lógico? Pasa en todos los ámbitos. Y el mundo portuario no es ninguna excepción.
Como sabe el lector, en los puertos de nuestras costas existen clubes deportivos, los conocidos como clubes náuticos. Su valor social es inestimable. De una parte porque son miles las personas que cada día pasan su tiempo de ocio en ellos, realizando actividades deportivas al aire libre, cuestión nada baladí pues redunda –entre otras cosas– en una buena salud de la sociedad. Y por otra, porque son muchos los que acaban compitiendo en regatas y campeonatos de todo tipo, donde año tras año se va agrandando el palmarés de España. Basta ver la reacción de los políticos cuando llegan las medallas en las olimpiadas, o los trofeos en los campeonatos mundiales. No dejan pasar ni un segundo para ir a hacerse las fotos de rigor.
Se ha conseguido llegar a una excelencia en la gestión deportiva en las diferentes competiciones, destacando Baleares en el mundo, con citas tan señaladas como el Trofeo Princesa Sofía, las regatas de veleros clásicos o la misma Copa del Rey, por poner algunos ejemplos de repercusión mundial.
Decía lo de que la realidad se separa de lo lógico porque resulta que, en el ámbito de los puertos dependientes del Estado y a pesar de todo lo explicado anteriormente, los clubes náuticos están desgraciadamente condenados a desaparecer. Y no lo digo exagerando. Una aplicación tajante de su normativa ha conllevado la desaparición del que era ya centenario Club Marítimo Molinar de Levante. Ahora en su lugar hay ratas, botellones, un muro que impide ver el mar, un arrecife artificial que no ha impedido que la bocana vuelva a estar sin calado y unas obras que no acaban. En la isla pitiusa no pinta mejor: el Club Náutico de Ibiza está en un callejón sin salida y parece que tiene ya las horas contadas. Y en nuestra capital, el Real Club Náutico de Palma está en una encrucijada de pronóstico cuando menos incierto, por decirlo suavemente. Estamos en un momento crucial para los clubes náutico-deportivos.
Por eso me sorprende sobremanera que destacadas figuras políticas, que deberían trabajar para poner solución a este gran problema, se distancian de todo ello, para luego presentarse en las entregas de trofeos, cual ministra Reyes Maroto llegando al Real Club Náutico de Palma (RCNP) en la cuarta jornada de la Copa del Rey de este pasado mes de agosto. Ministra, presidenta autonómica, consejeros, concejales, etcétera, todos corriendo para asistir a tan distinguido rendez vous.
Será que no caen en la cuenta de que es en ellos en quienes reside buena parte del problema. Y de la solución. Pongo de ejemplo a la ministra: con un informe en contra del Consejo de Estado, me pregunto: ¿qué sentido tendrá su voto en un supuesto Consejo de Ministros donde se tenga que decidir sobre la continuidad o no de la concesión del Real Club Náutico de Palma? Y si la solución pasa por transferir las instalaciones de la Autoridad Portuaria dedicadas a la náutica deportiva o de recreo a la comunidad autónoma (opción más que viable y sobre la que ya he dado mi opinión en otras ocasiones), ¿qué defenderá la Ministra en ese caso? Pues eso. Pero no pasa nada, da igual. Que la foto no se la quite nadie. Que eso de posar en agosto en la Copa del Rey en Mallorca no tiene precio.