Al Reino Unido de Gran Bretaña, Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte, de unido le queda poco. Es la segunda economía de Europa y la quinta del planeta. Quienes se curran este estatus cada día son los 67 millones de monárquicos, lores, hooligans, guiris (al revés), pescadores, industriales, artesanos, escoceses, irlandeses, galeses y por supuesto ingleses, que prestan el nombre genérico (ingleses) a todo el resto.
Este pueblo, que siempre miró (con un poco de desprecio) al resto del mundo desde lo alto de un histórico pedestal erguido por conquistas, anexiones y protectorados, aceptó formar parte de la UE, aunque nunca le otorgó su trocito de corazón.
Mantuvieron su moneda y no firmaron el tratado de Shengen, quizás por el atávico miedo secular a ser invadidos (especialmente por Francia). Siempre contribuyeron más que lo que recibieron de los fondos de la UE. Gran Bretaña, el reino que más colonias tuvo en la Historia, decretó en 1948 que todo aquél nacido en una colonia británica era inglés. Las colonias eran 59, y el asunto no tardó en hacerse incontrolable. En 2004, Polonia se incorpora a la UE y hordas de polacos emigran a Inglaterra y, siendo excelentes trabajadores (crecieron en tiempos duros), y con un muy buen nivel de educación técnica, comenzaron a quitarles los puestos de trabajo a los ingleses.
El "polish plumber" (fontanero polaco) es una expresión que se generó en aquella época y simbolizaba aquella invasión de mano de obra buena y barata, lo que generó un inicio de xenofobia que fue generalizándose. En 2012 la ministra del Interior, la misma Theresa May a la que defenestraron hace poco como primer ministro, decretó la política oficial de "ambiente hostil" para todo extranjero sin residencia permanente.
Consistía en hacerles la vida imposible complicando sus necesidades más básicas: alquilar vivienda, tener cuenta bancaria, sacar títulos de transporte. Este palo a los inmigrantes se justificó como solución para todos los males del país.
Y entonces a algún despierto se le ocurre lo de "Inglaterra para los ingleses", y lanza la idea de que, saliendo de la UE, se podía sacar a polacos, españoles, italianos y demás chusma continental de encima, y acelerar el proceso de purificación, mientras se ahorraban un pastón de aporte de fondos a la UE cada año.
El resto es conocido. Referéndum, voto ajustadísimo (49%-51%), decisión de salir, y de repente comienzan a darse cuenta de las posibles consecuencias, sobre todo económicas. Gran Bretaña se comporta como un milenial, sin reconocer lealtades y sólo pensando en la conveniencia inmediata. No puede cerrar fronteras y transformarse en un país-gueto, porque necesita el comercio internacional más de lo que el resto de los países necesitan de ella. Para el resto, es cuestión de buscar otros proveedores, en cambio Gran Bretaña tiene que transformarse en un comprador bueno y proveedor barato. Chungo. USA, con 300 millones de personas cuya mayoría profesa un sentimiento patriótico hacia su país, puede darse el lujo de intentarlo. Inglaterra, con 67millones cuya mitad no está de acuerdo con la otra, no.
Aquellos británicos que siempre han podido salir de vacaciones continuarán haciéndolo, y algunos otros no. La industria turística española sabe adaptarse a cambios de este tipo, a favor y en contra.
Los tres que más afectarán a la náutica tres. Los yates de bandera inglesa, al no ser comunitarios, deberán salir de aguas comunitarias cada 18 meses, y volver a entrar por un nuevo período. Las embarcaciones, repuestos y accesorios fabricados en GB pagarán aranceles aduaneros al entrar en la UE, y los trabajadores y tripulantes británicos deberán regularizar su situación como residentes o turistas no-comunitarios. No creo que ningún país de la UE vaya a por ellos, porque a nadie le conviene. Hay muchos que ya llevan muchos años como residentes en España, y cantidad de tripulantes de yates que, en aguas europeas, son no comunitarios (neozelandeses, sudafricanos, brasileros, australianos, canadienses, estadounidenses, entre otros) y no residentes legales. Claro que habrá casos lamentables, a veces hasta trágicos, pero es casi imposible contemplar todas las situaciones y contentar a todo el mundo.
La situación real sólo se sabrá el día posterior al cisma, porque ignoramos cuales serán los términos de la separación. Creo que las consecuencias nos sorprenderán durante un tiempo no muy largo (un par de meses) y pudiendo digerirlo en temporada baja nos iremos acostumbrando, igual que nos hemos acostumbrado a tantas otras cosas. Que hoy no tengamos gobierno después de las elecciones de junio y la liviandad con que se trata el tema, me dan la razón: podemos con todo.