Durante millones de años, amplias zonas del planeta Tierra estaban pobladas de inmensos helechos que se desarrollaban en un ambiente pantanoso.
Al morir, esas plantas quedaban sepultadas en el lodo, lo que impedía que se descompusieran. Fueron acumulándose y, con los años y la ayuda de la presión, dieron lugar al carbón. En un proceso paralelo, con algunas diferencias, se crearon los yacimientos de petróleo. Cuando digo millones de años, me refiero a muchos millones. Solo uno de los periodos en que se formó el carbón, llamado carbonífero, ya duró 60 millones de años. Y hay otros.
Se preguntarán si he sufrido una regresión y estoy reviviendo la educación primaria. No es así. La vuelta al pasado se debe a un intento de comparar el tiempo que tardaron esas materias primas en crearse y el tiempo que los seres humanos hemos tardado en consumirlas. No tengo datos completos sobre reservas existentes o duración total del proceso, pero las escalas son tan distintas que la búsqueda de exactitud resulta fútil. Juzgue usted mismo.
Si fijamos el inicio de la revolución industrial en 1750, obtenemos un periodo de 273 años en el que hemos emitido a la atmósfera más de 2.000 giga toneladas de CO2, mayoritariamente debido a la quema de carbón y petróleo. Permítanme prescindir de abreviaturas y escribir con números la cifra emitida al completo, para apreciar la magnitud de esta catástrofe 2.000.000.000.000.000 kilos de CO2. Total, no importa si esas materias se crearon en 60 millones o en 150, comparativamente 273 años sigue siendo un tramo ridículo y las emisiones escalofriantes.
En esos casi tres siglos, también hemos explotado los bosques a un ritmo sin precedentes. Sólo en los últimos 23 años hemos acabado con 411 millones de hectáreas de masa forestal, aproximadamente el 10% de lo que había al iniciar el siglo. Una gran parte de esa madera se ha quemado o degradado en vertederos, liberando también el CO2 a la atmósfera. Además, esas zonas que antes eran capaces de absorber el CO2 fijándolo en el tronco de los árboles y en el subsuelo ahora ya no pueden hacerlo.
Todo ese carbono, que antes estaba en nuestros subsuelos y bosques, ahora está en la atmósfera. Es imprescindible y urgente apostar por proyectos que fijen el carbono de nuevo en la tierra. Plantar árboles y hacerlo de forma masiva, debería ser una prioridad nacional. Si a usted no le van las luchas mundiales, quédese con este dato: un barrio bien arbolado está a una temperatura media de cinco grados menos que uno de puro cemento… y el verano ha sido de aúpa.