El intercambio permanente de información al cual estamos expuestos mientras estamos despiertos nos llega de maneras que a veces ni percibimos como tal (televisión, periódicos, charla de bar o de café, radio, actos y eventos, publicidad en todas sus formas, conversaciones con familiares y conocidos, whatsapp y cantidad de medios digitales, entre otros). Menciono tantas no por intentar abarcar todas, sino como ejemplo para darse cuenta que no sólo a través de la televisión y los periódicos nos vamos enterando de lo que pasa cerca y lejos.
De la posidonia se ha escrito mucho. Los salvadores del planeta (que son necesarios, pero su extremismo verde les lleva a perder el Norte muy a menudo) claman la suspensión de toda actividad humana en el mar: si por ellos fuera, habría que volver al siglo XIX y comerciar con los clípers, majestuosos veleros de tres mástiles que se hicieron famosos por transportar opio a china y té a Inglaterra. La náutica tampoco sale muy bien parada acelerando la llegada de Armagedón, ese momento final donde se encuentran las fuerzas del bien y del mal. Si fuera hoy, estamos jodidos.
Los salvadores del planeta claman la suspensión de toda actividad humana que se desarrolle en el mar, si por ellos fuera habría que volver al siglo XIXEn fin, que nuestros políticos elegidos democráticamente entre ellos (quizás antes de mi muerte a la esta política que sufrimos le cambien el nombre por «endocracia») se dedican a dos cosas, y desgraciadamente, ni siquiera esto lo hacen bien. Una es tirarse los trastos a la cabeza imitando a los programas televisivos donde lo chabacano preside, ante gente cuyo único valor es mostrar su faceta más soez.
La otra es apartando la atención de la gente de sus fallos y carencias (los del gobierno), pillar situaciones aisladas o de otros y transformarse en acérrimos defensores o detractores de las mismas, según convenga. Y eso es contagioso.
Hoy vuelvo con la posidonia, esa planta fantástica que nos permite, entre otras cosas, tener el mar limpio y claro del que nos ufanamos. Además de servir de hábitat a pececitos y cangrejitos como para otra exitosa película de Disney: «Antoñita, la posidonia balear».
Hace dos años, más o menos, que sufrimos el embate de culpar a la náutica de la destrucción de la posidonia. Se propuso una ley, se han hecho alegaciones, pero cada vez que aparece un yate fondeado se le adjudican centenas de metros cuadrados de su destrucción.
Las alegaciones ya están hechas y en estudio. Veremos qué sale de todo eso. Hace años el Govern decretó una batalla campal a quienes fondearan en posidonia. Presentaron estadísticas (de esas que merecen el dicho: hay tres tipos de números: los bien hechos, los mal hechos y las estadísticas) y reunieron a representantes de la náutica en la Cámara de Comercio. Presentaron su postura y nosotros, los representantes de la náutica, la nuestra, incluyendo a dos científicos de la Universitat de les Illes Balears con datos y fotografías apoyándola. La pobre Neus Soldevila (creo que era ella la que llevaba el asunto) se disculpaba diciendo que ella era de cosechas y agricultura, no de costas y mar. El conseller salió con el rabo entre las patas y el asunto se tapó.
Y hoy, domingo 10 de diciembre, mi segundo café en mano, abro el Ultima Hora y en la página 29 leo que el Ayuntamiento de Manacor desplazará posidonia muerta de la parte alta de la playa a la orilla para proteger la playa durante el invierno. Alguien se ha equivocado, rebelado o ha recibido al Espíritu Santo, pero el resultado será el hacer las cosas bien, que tanta falta nos hace. En la propuesta ley de Posidonia figuran las posibilidades de utilizar la planta que, muerta, aparece en las playas en invierno. Una de las mencionadas es como abono. Esta es otra de las que se citan.
Hay una foto de una topadora moviendo posidonia hacia la orilla. A ojo de buen cubero y sin caer en números que no conozco, la cantidad de posidonia muerta en esa foto es más que la arrancada por todos los yates de Baleares en una temporada.
Horror: ¡la poca posidonia dañada por los yates sirve para contribuir a contener las playas! (mi pequeña contribución a manipular la información).
¡Menudo disgusto espera a nuestros gobernantes! Alguien se ha retobado y ha hecho las cosas bien colaborando a destruir el mito que intentaron implantar. ¡Bravo Manacor!