Uno de mis primeros «Botones de ancla» en Gaceta Náutica se lo dediqué al presidente Kennedy, del partido demócrata estadounidense. Y otro fue para McCain, senador americano por el partido republicano, que fue el contrincante de Trump para ser el candidato de ese partido a la presidencia de Estados Unidos.
Les dediqué las líneas de este rincón marinero porque ambos fueron oficiales de la marina de su país y estuvieron en sendos conflictos bélicos, con similar infortunio para ambos –uno fue náufrago y el otro piloto aeronaval derribado–, cosa que entiendo que les diferencia del resto de los mortales –como héroes supervivientes–, pues sus periplos en aquellas circunstancias son para hacer un guión de película. Añado ahora al Botón de Ancla otra figura destacada de la historia de Estados Unidos.
Nuestro personaje nació en 1924 en Milton (Massachussets). Al cumplir los 18 años decidió alistarse en las Fuerzas Armadas de su país, cosa nada baladí pues estaban en guerra y tan solo habían pasado seis meses desde que la aviación japonesa atacara Pearl Harbor. Se graduó como oficial en 1942, convirtiéndose en el piloto más joven del arma aeronaval estadounidense de la época. Durante su servicio participó en acciones militares destacadas. Así, al poco de conseguir sus alas, en 1943 fue asignado al «Torpedo Squadron 51», donde comenzó a ganar prestigio en la Marina con cierta rapidez.
Más tarde, destinado en el portaaviones ligero USS San Jacinto, tuvo la oportunidad de participar en la batalla del Mar de Filipinas, destacando en el frente del Pacífico el bombardeo de Chichi Jima el 2 de septiembre de 1944, que fue sin duda la actuación más popular entre las que llevó a cabo durante la contienda. Tenía 20 años y acababa de ser ascendido a teniente. Pilotaba un bombardero Grumman TBM Avenger, participando en la misión junto a otros cinco aviones del mismo tipo y un grupo de cazas. Se encontraron con un intenso fuego antiaéreo, del que recibió un impacto, y tras conseguir lanzar sus proyectiles sobre el objetivo, intentó abandonar la zona, pero finalmente tuvo que lanzarse en paracaídas en aguas del Pacífico. Por fortuna la dotación del submarino USS Finback que por allí estaba navegando lo localizó después de pasar varias horas a la deriva en la balsa de rescate hinchable que pudo coger al saltar del avión.
Menos fortuna tuvieron otros compañeros de aquella misión, pues algunos de ellos cayeron en manos de los japoneses, siendo torturados y asesinados. Incluso narran algunas crónicas de la época un hecho tremendamente macabro: ordenaron cocinar a los prisioneros y organizar un festín con sus restos, toda una «orgía» de canibalismo. Un oficial japonés incluso pidió que a uno de los reos le sacasen las vísceras y varios kilos de carne de las nalgas para hacer canapés. Así quedó evidenciado más tarde durante los «Juicios de Tokio» tras la guerra.
Pues sí: nuestro personaje es George Bush padre, de nombre completo George Herbert Walker Bush, que fue el 41º presidente de Estados Unidos entre 1989 y 1993. Previamente ya había sido el 43 vicepresidente de los Estados Unidos y también director de la CIA, entre otros cargos políticos de la administración pública norteamericana.
Piensen ahora en la España actual, la del lenguaje inclusivo y del antimilitarismo cutre, e imaginen por un momento que algún presidente del gobierno (de derechas o de izquierdas) fuera un ex militar, combatiente por su país, náufrago o cautivo de guerra, de valor acreditado.
Nada, imposible. Olvídenlo. Así son las cosas.