Después de una Semana Santa mojada y un pronóstico que daba pena, se inauguraron las dos ferias náuticas que en realidad son una, dividida aunque integradas: Boat Show Palma y Palma Superyacht Show. El Palma International Boat Show (nombre oficial integrado) fue un éxito. ¿Por qué? No es sólo la cantidad de visitantes, el tamaño de los barcos expuestos (que los había muy grandes) o las ventas realizadas lo que define el éxito en estos eventos. El éxito se encuentra en la alta calidad de lo expuesto, la muy buena organización y los visitantes suficientes y de muy buen nivel. En este salón me encontré con grandes nombres de la náutica internacional, de esos que analizan bien un viaje antes de decidirse a hacerlo
.Este evento es fruto del conocido antagonismo entre la industria náutica y las autoridades. Este año sólo dos políticos se hicieron ver: el incombustible Iago Negueruela, que sigue escuchándonos y esforzándose en conseguirnos lo que le permiten, y un cargo de Industria. Las elecciones eran la excusa perfecta para no disponer de una hora para el reconocimiento institucional del evento.
La feria había caído mucho en calidad y visitantes (van juntos en la mayoría de los casos) en los años previos a 2011. Los stands seguían siendo caros y cada vez había menos servicio. Además, la ganancia se repartía entre ferias gubernamentales que daban pérdidas y la náutica no veía un duro. En 2011, la Asociación de Empresas Náuticas de las Islas Baleares (AENIB) organizó una protesta. Hubo repercusión mediática en la Península y en el extranjero, pero los organizadores no aceptaron dialogar. En 2012 se hizo un boicot no reservando estands y se tuvo que cancelar el evento. Se acusó a AENIB de haber iniciado el apocalipsis de la náutica balear.
Unos meses después, se formó una comisión con miembros del gobierno, organizadores e industria náutica y comenzaron a rediseñar el salón náutico. Se encontró la solución a que los brokers pudieran exhibir creando una asociación local llamada BYBA (Balearics Yacht Brokers Association), lo que demostró que la solución ya existía pero no había habido voluntad de llevarla a cabo por parte de los organizadores/administración.
En 2013, con el Moll Vell en plena obra de renovación, despegó el Palma International Boat Show con un nombre inglés que resultaba atrayente a los «guiris». La presencia de yates de esloras superiores a 25 metros fue cuantiosa y notoria y algunos tímidos expositores extranjeros decidieron arriesgar con el nuevo formato. Recuerdo que el tiempo ayudó y el certamen tuvo muy buena crítica local y extranjera.
Aquel boicot de la industria náutica había producido el renacimiento del Palma Boat Show. Sé que esto ya lo he contado, pero quienes se arriesgaron y esforzaron por plantarse y plantar cara a la ineficiencia hasta ser aceptados en la toma de decisiones merecen que esto se recuerde. Y hoy, viento en popa y con un muy buen nombre internacional, hay que comenzar a reinventarlo. No hay que dormirse en los laureles porque la náutica cambia, el público exige novedades y los profesionales buscan garantías por la inversión necesaria. El Boat Show es el evento internacional donde la gran vela se manifiesta imponente. Las regatas de superyates de vela en Baleares tienen un excelente nombre. ¿Debe transformarse en una feria exclusivamente de vela por encima de los 20 metros de eslora? El lugar es el idóneo y si lo hace, demostrará que sabe crecer no sólo en yates sino en calidad e innovación.